ARTE: "Del interés del arte por la estupidez" kepa murua

La estupidez del arte, con el protagonismo exagerado del artista, se mide por su mercado. Pero frente a la idiotez del artista, cuando se cree un ser único frente al resto de los mortales, entre el valor del mercado y el valor que el artista se concede a sí mismo, la estupidez tiene su colofón en la interpretación desinteresada del espectador, que desconoce la mecánica y movimiento de este mundo. El movimiento es desde luego pendular, oscila entre el disparatado valor que alcanzan los objetos y la escasa influencia del artista renombrado ante sus admiradores. El artista que no es encumbrado no participa de esta realidad, su agonía reside en su anonimato, en su marginalidad, en esa podredumbre que le equipara al más estúpido de los artistas. Pero como en el arte los últimos también son los primeros, el artista sin apenas reconocimiento disfruta del ímpetu del arte mientras dura el desconcierto por la estupidez del mercado que se acopla con todas sus necesidades vitales a la falta de escrúpulos de los políticos y dirigentes culturales. No es que el artista sea diferente a estos, no es que el artista sea otro tenga éxito o no, sino que el renombrado se vuelve anodino porque el éxito le atrapa en una mecánica de por vida, y al desconocido, esta máxima sólo le afecta si cree en la moda que identifica el arte como un camino asegurado al éxito. Quien no siga el curso de esta reflexión, durante un breve periodo de tiempo se encontrará a salvo en la mediocridad del arte desconocido. No obstante, sea el artista reconocido, sea el creador aislado, la estupidez reside en un mercado que confunde arte con firma y calidad con fama. Entre medio, la estupidez del espectador que asiste perplejo a las tonterías del arte y las elucubraciones del artista en un espacio del intelecto que busca la mediación de la realidad que confunde las incertidumbres de la creación como valores del hombre. El conocimiento persiste, si dura la estupidez, aislado. De la misma manera, la estupidez existe si el hombre mantiene unas costumbres cuando el arte cobra protagonismo precisamente porque refleja esa idiotez sin ninguna recompensa vital para su existencia. Hay que ser idiota para creer algo tan artificial como el arte moderno. Hay que ser estúpido para pensar en la curación del arte, en la educación de una sociedad estúpida en sus usos generales por medio de un arte nuevo que apenas tiene valor en el mercado. Sea uno espectador o artista, el mercado que engulle el arte y lo trastoca radicalmente no deja ningún resquicio para la creación solitaria. Concede un valor a cualquier objeto que se define como artístico porque esa es la medida de todas las cosas ante los ojos del espectador anodino. Hablar de arte es invocar el mercado institucional con los museos al frente o referirse al mecenazgo de un arte que se muestra decorativo porque la estupidez también cuelga de las paredes de las casas de los ricos como huye de la ventana de los más desfavorecidos. Todos a contemplar el valor por su medición en el mercado. Algo lógico para la vida cuando se habla del interés del arte frente a la estupidez del hombre moderno.



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