OPINION : Apuntes al natural. "Esperando" joel lópez astorkiza

“Si se construyera la casa de la Felicidad, la habitación más grande sería la sala de espera”.
Pierre Fluchaire


Vuelvo a este refugio de ideas con la sensación, experimentada en carne propia, de que nos pasamos toda la vida esperando. Desde lo más pequeño hasta las utopías más lejanas que nos podamos imaginar.

Por qué no hablar de los pequeños desajustes temporales que existen en nuestra rutinaria vida diaria. Tenemos que esperar que dejen el baño libre, que se caliente el café en el microondas, que la tostadora escupa las tostadas bien hechas, esperamos en la caravana de camino l trabajo, esperamos el ascensor, a que se encienda el ordenador, a que la máquina nos haga el café, que llegue el correo que tiene que llegar; esperamos en la cola del supermercado un sábado por la tarde, en la gasolinera mientras lavamos el coche o mientras el dependiente nos da el ticket; quien no ha esperado a que le venza el sueño en medio de la noche... pequeñas esperas que rellenamos pensando en aquello que llevamos tiempo esperando y que nos hará avanzar...hacia otro compás de espera.

Siempre nos encontramos en un andén eterno mirando al viejo reloj esperando a que llegue eso que tenía que haber llegado mucho antes, que nos merecemos, que hemos imaginado muchas veces...Tarde o temprano, el tren llega. Quizás no es la línea que esperábamos o quizás sí. En ese momento, cuando ya hemos dejado de esperar aquello que no llegaba, el tren nos deja en otra estación y resulta que debemos esperar de nuevo.
Una y otra vez nuestro recorrido está lleno de pequeñas esperas, grandes esperas, tiempo que rellenamos con la vida. Con el engranaje diario de la rutina. Una y otra vez haciendo lo mismo mientras esperamos.

Recuerdo que durante la Universidad pasaba horas esperando autobuses de dos líneas diferentes para que me llevara a la Facultad y para que me dejara en mi casa. Y lo hacían a la hora que ellos marcaban y no a la que yo quería. En ese esperar en marquesinas y paradas me peguntaba cuánto tiempo real habría desperdiciado si sumara cada una de esas esperas. Y al tiempo no veía el momento de que la situación cambiase. Hasta que cambió y ya no perdía tiempo en entre autobuses ni en la Universidad sino que el tiempo lo perdía en cuanto no encontraba la manera de ponerme a trabajar y ocupar ese tiempo que tenía. De pronto me encontré con un montón de minutos, de horas que era incapaz de llenar. Otra espera más. Y así sucesivamente. Una tras otra. Andén tras andén. Todos diferentes pero lugares de espera al fin y al cabo.

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