OTROS - Cine: Sueños en la caverna - "Crisis y perros" alex oviedo

Me decía hace pocos días un responsable de un cine que cada vez iba menos gente a las salas. Sobre el papel había muchos elementos que hacían que el cine hubiera entrado en crisis: la rapidez con la que se editan los DVDs, las copias piratas que circulan en la calle o en Internet semanas antes del estreno y el precio desorbitado de un domingo de cine: si vas con tu mujer las entradas te salen ya a casi doce euros y si te da por comprar un par de paquetes de chucherías, la sesión se eleva a la nada desdeñable cantidad de dieciocho euros. Y claro, si la película acaba siendo un tostón la cosa te deja frío. Como para repetir...

A todos estos elementos añadíamos el hecho de que nos hacemos cómodos. Los jóvenes en la actualidad manejan los medios tecnológicos con la habilidad de un mago, entran en la web y se descargan sin pudor vídeos, películas, fotos, cualquier elemento que les enganche y puedan almacenar en sus cedés. En estos casos, la película les sale gratis, el ADSL lo pagan sus padres y no tienen que pasar por las incomodidades de no poder hablar por teléfono si les llama un colega para quedar esa noche. Durante la proyección de “Charlie y la fábrica de chocolate”, a una vecina de pupitre le llamaron al móvil algo así como diez veces. Contestó cinco de ellas, hasta que los que nos encontramos a su alrededor nos pusimos verracos y la comenzamos a llamar de todo. Por la mente se me cruzó la idea de estamparle el móvil contra la pantalla, pero entonces el maleducado sería yo y no la impresentable aquella.

Se ha perdido el componente de exclusividad que tenía el cine. Se le la perdido el respeto. Pero no sólo entre los espectadores, asiduos comedores de palomitas que son capaces de mantener una conversación durante toda la proyección sin inmutarse. También los propios creadores de sueños no han hallado la manera de atrapar al espectador. Las películas parecen clones en busca del más difícil todavía, los argumentos se diluyen entre conversaciones banales que no van a ningún sitio. No existe el glamour de las estrellas de antaño, ni la capacidad de seducción de la mirada, ni el poder de la imagen para sugerir…

Si el cine había entrado en crisis era porque la propia industria no era capaz de evolucionar con los tiempos y se dedicaba a producir películas que podían haber acabado perfectamente en el mercado del vídeo. Y para eso era mejor quedarse en casa. Sólo unos pocos seguimos soñando, accediendo a las salas para dejarnos llevar por la imaginación. Pero no nos engañemos: la lista de estrenos ha de mirarse con detenimiento para no caer en sorpresas desagradables.

Aficionado como soy a la comedia, sigo buscando historias que mantengan mi corazón romántico en perfecto estado. “..Y que le gusten los perros” era la película que esa tarde de confesiones íbamos a ver. Y fue un acierto.

El filme mantiene todos los clichés de una cinta romántica: parejas rotas, seres necesitados de amor, primeras citas desastrosas, dos protagonistas llenos de talento (tanto Diane Lane como John Cusack son dos actores que contagian sus emociones de seres reales, saben hacernos reír y llorar), secundarios de lujo que nos guían por la historia sin que nos demos cuenta de que estamos ante una ficción (Elisabeth Perkins, Stockard Channing, Dermot Mulroney y Chistopher Pummer), y un final rosa de los de salir de la proyección con una sonrisa y con ganas de hablar de escenas, de momentos, de actores.

Una película que conserva el regusto de los clásicos, de aquellas comedias hechas a base de historia y personajes. Una película de verdad.









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