LITERATURA : "Bambalinas culturales" román piña

Lo mejor de Tertúlia@Deià 2005, clausurada el pasado día 31, ha sido que se ha propiciado la alquimia de sustancias endémicas en contacto con plagas procedentes del exterior. El programa intenso, que ha durado cuatro días, nacía inabarcable. Ni la prensa ni el público más interesado ha podido asumir una dosis de literatura como ésta, ni siquiera disuelta on the rocks. El gran salto de este año, la duplicación de escenarios, ha permitido pasar de un aforo medio de las cincuenta personas del año pasado a las trescientas de este año, en la carpa. La carpa ha albergado sesiones multitudinarias gracias a la presencia de nombres como Ian McEwan o Peter Bodganovich. Bodganovich no sólo habló de cine el domingo. El sábado a medianoche se subió al escenario para cantar como un Sinatra, tras la actuación rockanrolera de la banda de Tomás Graves. Deià ha querido reinventar el encuentro entre escritores y lectores. Ha convocado a todos, a las horas más arriesgadas, a descubrir un libro, un autor. Ha metido en la marmita del Teix a un grupo de músicos, cineastas y escritores para ver qué ocurría. Era fácil que el nombre de los peces gordos se comiera el nombre de los pequeños. Pero nunca se sabe. La prensa mallorquina no supo atender a Rafael Reig, por ejemplo, un autor español que ha llegado a Deià traído por los ingleses, porque su libro Sangre a Borbotones, ahora traducido al inglés, ha recibido el aplauso de la crítica británica. Es imposible que Neus Canyelles atraiga a tanto público como Cynthia Lennon, pero este cocktail podría facilitar la traducción de las novelas de Neus al inglés. En encuentros como este no sólo hay que valorar el eco inmediato en la prensa, o los índices de audiencia. Es fundamental lo que se cuece entre bambalinas, es decir, en los bares y restaurantes. O en los hoteles. En una terraza soleada como la del Hotel d'es Puig, a la hora del desayuno, puede producirse el milagro. Un editor puede descubrir al autor de sus sueños o un grupo de novelistas conspirar para cambiar la historia de la literatura. He oído que en Deià, el domingo, se han redactado los primeros puntos de un estatuto de autonomía literaria que pretende acabar para siempre con la influencia nociva de Javier Marías. Entre bambalinas, Inma Monsó ha descubierto que la muerte de la novela supondría la extinción de la comunicación directa entre cerebros; David Torres ha certificado que La Movida, en bloque, fue una basura, y Beatriz de Moura ha confesado que con el talento se nace, que no es cuestión de tiempo ni de codos. Ya sé que estas cosas importan muy poco a la mayoría. Pero si estuvieron en la charla con David Trueba, debieron tomar nota de una grave acusación: la televisión es una droga dura legal que se administra casa por casa. Creo que la última sobredosis se llama Leonor.



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