ARTE :"Pintura" pep girbent

La intitulada serie heterotópica de pinturas que conforma esta muestra determina una apuesta por una pintura “impura”, abierta y porosa a la influencia de otros medios. En el origen de esta serie se encuentra mi curiosidad por el mundo, mi inclinación por una cierta filosofía, mi fascinación por las imágenes y la utilización del medio pictórico como crisol, como aglutinador de estos estímulos e intereses diversos, óptimo para la manifestación de las sutilezas que se acumulan en los intersticios de lo obvio. En un plano mas concreto, hay en la génesis de estas pinturas una radical asunción de la imagen como referente y como límite. La cámara actúa como un elemento distanciador entre los acontecimientos y yo; captura y aísla fragmentos de la superficie visual del mundo, fragmentos de un todo en un instante cualquiera de su cambio incesante (de su modulación incesante). Estas imágenes registran huellas de este cambio, indicios de esta modulación, que nuestro ojo no ve. Esta “rareza” de la imagen congelada se hace evidente, se hace “visible” en la imagen pintada: la pintura “subraya”.
En el arte occidental se pintaron cosas, impresiones e ideas. Tal vez, ahora, puedan pintarse imágenes. Propongo un tránsito de un mundo liso a otro mundo liso, una circularidad materia-imagen- materia, una espiral de relaciones entre materia, luz, color, el movimiento, el tiempo, lo óptico y la representación. Propongo la transmutación de una imagen en una imagen- piel, en una imagen-piel- luz. Observo que es en este tránsito cuando las paradojas se cuelan en estos círculos para transformar la naturaleza de la imagen (que es la misma pero ya no es la misma). En el proceso de convertirse en pintura, las paradojas se instalan entre las capas de pigmento y rarifican y enriquecen la imagen. Este segundo grado de la imagen tal vez no sea mejor que su referente pero seguramente “es más”. (Tal vez podríamos hablar de la imagen multiplicada por la pintura).
Estas pinturas son singularidades altamente paradójicas. Son imagen y son materia. Son simulacros ópticos encarnados. Acumulan dos luces: la representada y la que emana de la materia. Operan con el espacio pero atesoran una fuerte carga temporal. Son pieles, son frisos, son pantallas.
De todo lo dicho, se deducen algunos puntos:

- Tengo una gran confianza en la pintura como medio (capaz de operar una especie de magia).
- Hay en todo esto una reivindicación de la mimesis y sus potencias (una repetición radical que paradójicamente trasforma y enriquece).
- Todo ello implica una aparente reducción de mi papel en todo esto (para ampliar, tal vez, el de la pintura). Me obligo a un análisis implacable del referente, a una aplicación máxima en el ejercicio mimético, a un esfuerzo de contención expresiva, a una represión de todo énfasis. (Todo ello en los límites del medio, forzando los límites del medio.)

Confío en el poder de la imagen. Confío en el poder de la pintura. Tiendo (obviamente, no lo consigo) a quitarme de en medio. Desde otro punto de vista, estas pinturas son lo que resta, la huella de un proceso de esclarecimiento. Al final no se disipó la bruma, pero quedan las pinturas: singularidades ya extrañas, irreductibles, incluso de difícil justificación (¿la requieren?) pero capaces (quiero creer) de sugerir lecturas, de irradiar sentido (o sinsentido) más allá de mis limitadas expectativas. Tal vez sólo esto debiera haber dicho: Hay 16 pinturas. Están. Son.”

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