LITERATURA: Luna del Este - "Un ramo de flores para Ba Jin" javier martín ríos

Ayer murió Ba Jin en el hospital Este de China de Shanghai. En noviembre iba a cumplir 102 años y yo tenía pensado llevarle un ramo de flores para iluminar la soledad blanca de su habitación. Pero ya se ha ido para siempre y no he podido cumplir con ese deseo que iba urdiendo en mi corazón desde que puse los pies en esta gran y desafiante ciudad. Los periódicos dicen que desde hacía unos años no podía hablar por culpa de una grave enfermedad que le estaba devorando el cuerpo y que ayer se fue sigilosamente, al final del día, como la luz del sol apagándose a la hora del crepúsculo.

Ba Jin era el seudónimo de Li Fugan. En los años veinte partió hacia Europa y vivió varios años en París. Allí leyó con entusiasmo a los escritores franceses y decidió dedicar su vida a la literatura. Participó en el movimiento anarquista chino que tuvo uno de sus focos más importantes en la ciudad del Sena, cuya influencia sería crucial en estos años de juventud. Su seudónimo está formado por la primera sílaba de Bakunin y la última de Kropotkin, “jin” en lengua china. En aquel tiempo de sueños de ultramar la influencia de la literatura occidental cambió el rumbo de la literatura china moderna. Casi todos los jóvenes escritores de principios del siglo XX estudiaron con ahínco lenguas extranjeras. La literatura china había llegado a un punto crítico y esos jóvenes entusiastas buscaron una salida traspasando sus propias fronteras culturales y lingüísticas. Se estudió con verdadero entusiasmo el japonés, el inglés, el francés, el alemán y, un poco más tarde, el ruso. Muchos de ellos partieron de China para vivir la experiencia de sentirse extranjero en otra parte del mundo y luego volvieron de nuevo a la tierra que los vio nacer. Pero ya no eran los mismos. Eran chinos que traían con ellos otra forma de pensar y ver otra realidad de la existencia humana, aunque conservaban la esencia de la tradición de la que habían surgido. Oriente y Occidente se enfrentaron, dialogaron y confluyeron en uno solo. Y eso fue lo que hizo que en la primera parte del siglo XX la literatura china lograra a alcanzar uno de los momentos más sobresalientes de su milenaria historia. Y Ba Jin fue uno de sus principales protagonistas, como Hu Shi, Lu Xun, Wen Yiduo, Mao Dun, Xu Zhimo, Lao She, Yu Dafu, Ding Ling, Guo Moruo, Dai Wangshu y tantos otros escritores que dejaron una huella profunda en el mundo de las letras de una época inolvidable.

Ba Jin fue testigo de un siglo que poco a poco se va confundiendo con la niebla de la memoria. Nació en 1904, cuando la última dinastía de emperadores estaba dando sus últimos suspiros en la civilización china. Vivió el nacimiento y la muerte de la inconstante y errática primera República, pasando un tiempo de su juventud en el extranjero, en aquel París de entreguerras que atrajo a tantos escritores de todos los puntos de la tierra. Conoció el horror de las guerras, primero contra el Japón de ambiciones imperiales y después la trágica guerra civil entre nacionalistas y comunistas. Celebró el advenimiento de la República Popular, pero a los pocos años comenzó a sufrir la represión ciega de las ortodoxias ideológicas, como en la Campaña de las Cien Flores, que azotó el mundo intelectual chino en los años cincuenta, y en la desastrosa década de la Gran Revolución Cultural, a la que ya habría que empezar a llamar como la Década de la Gran Destrucción Cultural. Tras la muerte de Mao Zedong y con la apertura de China al mundo exterior, Ba Jin fue rehabilitado políticamente y de inmediato fue reconocido como uno de los escritores más significativos del siglo XX. Aunque ya no escribía tanto como en sus tiempos de juventud, su voz se seguía escuchando claramente para denunciar los desmanes del hombre en la era nuclear. Siempre se pensó que iba a ser el primer escritor chino que iba a conseguir el Premio Nobel de Literatura, pero todo quedó en un ensueño dorado perdido a mitad de camino en dirección al Norte de Europa. En realidad, los grandes escritores no necesitan este tipo de recompensas normalmente extraliterarias para permanecer en la memoria colectiva de la humanidad. La fuerza de la palabra se defiende por sí sola en la rueda del tiempo. Lo demás son bagajes innecesarios en el largo viaje hacia las noches sin fin.

Ba Jin ha muerto y hoy la lluvia de otoño cae con cierta tristeza sobre las calles de la ciudad. Curiosamente ayer el cielo estaba despejado de nubes y en Shanghai se pudo contemplar un hermoso atardecer. En noviembre iba a cumplir 102 años y yo tenía pensado dejar en su hospital un ramo de flores para iluminar la blanca soledad de los días sin horas de su habitación. Mas el tiempo se me ha adelantado con sus garras de leopardo siempre al acecho y ya sólo me queda la posibilidad de dejar este ramo de palabras como homenaje, agradecimiento y vivo recuerdo de un escritor imprescindible en la literatura china contemporánea.



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