ARTE: "Del interés del arte por el zodiaco" kepa murua

Como el arte presenta la imagen del espacio sensible donde la representación material del hombre se confunde con la del universo, el zodiaco es esencial en este mundo de la historia de los días para calmar la ansiedad humana que quiere conocer su presente y su futuro, pues a menudo el pasado no tiene tanta importancia en los tiempos que corren. Sólo en la historia del arte el zodiaco alcanza por esta necesidad numerosas interpretaciones que van más allá de las propias de la plástica o de la simbología, de la iconología o la iconografía respectivas. En la pintura por ejemplo, el ojo que todo lo ve aparece con sus aristas cortantes entre escenas animadas con hombres y animales como cuadrantes perfectos del tiempo que nos acerca al futuro y la realidad de lo representado. La elipsis del espacio se acerca a la divinidad en el mundo del arte, la eclíptica de las constelaciones descubre el curso del saber, la numerología el conocimiento del futuro. Pero ¿de verdad se puede conocer el futuro? Lo mejor que le puede pasar a uno es que jamás lo conozca, mas puestos a elaborar una teoría virtual capaz de embaucar las conciencias menos críticas de la sociedad, el enigma de la historia y la magia del arte se mezclan, con una atmósfera de astrología y representación simbólica de los actos visuales de cualquier comunidad, en un registro aparente de los gestos, pareceres y deseos, en mitad de una ordenada caligrafía del cosmos interior. Esta cosmogonía del zodiaco hunde sus raíces en filosofías antiguas y religiones ocultas difíciles de desentrañar, pero tiene su proyección artística en otras campos de la representación como son los de la anatomía humana o animal: el dibujo en la partición del cuerpo, la división pendular de la mano tras el silencio de las cosas dichas que se presentan con la idea que se desprende de lo dibujado. Es preferible entonces no dar crédito a estas especulaciones del saber que colorean fechas, que suman tiempo, en un espacio circular donde nuevas dimensiones tienen una eficacia disimulada. Es preferible el zodiaco como fenómeno paisajístico del mapa humano donde el arte del hombre se sostiene sin más intención que su acontecer intuitivo, frente a los que apuestan por un saber cognitivo que desde el hermetismo o la magia sobrevive durante siglos como un bastión de elementos secretos que cohabitan entre la realidad y la irrealidad de las cosas, y que el artista trasfiere de una frontera a otra sólo con su libre albedrío. Pero ¿qué sucede con el espectador que se lo cree todo al pie de la letra? ¿Qué con el ignorante que interpreta cualquier rasgo del zodiaco para convertir su enigma en valor terapéutico, en una religión circunstancial que intenta salvar al hombre del saber o la estética, tal como lo hace el arte con la historia? Dudas de la astrología convertida en arte, pliegues del zodiaco que nos retratan en un curso anual de constelaciones, paso efímero de tiempo, porque, con su caligrafía testimonial, la sabiduría o la ignorancia del hombre reaparecen en la historia sin otra pretensión que acercarse a la belleza cuando se intenta describir el tiempo.



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