OTROS - Teatro: "Así que pasen cinco siglos: La Tina" luis arturo hernández

I

“Agencia de contactos. Chicas de compañía: Hermanas hormonas o Tiernas primas.
Felicia en el País de las Maravillas. Entrega y dedicación incondicional a su cliente.
Reusa. Ingenua –entre tonta del bote y dama boba- y multiusos. Quien usa a Reusa no rehúsa.
Teléfono de contacto 60-90-60, marcando el prefijo 666. Tarifa nocturna reducida y especial sabatina o sabática: Recuérdalo: sábado sabadete... En el Distrito de Latina”.

(Así rezaba el abrenuncio por palabras insertado en la hoja parroquial de la ciudad y que constituye la primera pieza de este rompecabezas.)

II

Corsetería CELESTE. Cosmética natural, Sex-shop. Para sentirte divina de la muerte. Servicio a domicilio.

(Posteriores averiguaciones permitieron comprobar que tras el anuncio se ocultaba la conexión con el entramado de una secta sospechosa de prácticas de fetichismo ritual –cordón sanitario característico del cottombé-, así como microcirugía vaginal –auténticas virguerías en costura virginal- y un laboratorio de dermo-estética sin control sanitario–polvos de la madre Celestina para mejorar el cutis, tintes para el cabello al botellazo-, y por los que se investigó a una anciana venerable –quien se declaró ahenna a semejantes enredos y tejemanejes- quedando en libertad sin cargos. Posteriormente, y tirando de ese mismo hilo, se descubriría su implicación en una red de prostitución y trata de blancas.)

III

“OLEADA DE SUICIDIOS EN LA CAPITAL. LAS PESQUISAS APUNTAN A UNA SECTA SATÁNICA.” (Titular de la presa local en referencia a una extraña serie de defenestraciones producidas en esta ciudad y que han conmocionado a la población.)

Dos varones se precipitaron ayer a medianoche desde la ventana de una casa de citas tras herir de muerte, con arma blanca, a la mujer que regentaba el local –al parecer por el impago de una provisión de fondos cuya parte alícuota les adeudaba la víctima, quien “hizo de su capa un sayo”, según declararon con una locución castiza-, fracturándose las piernas y la base del cráneo respectivamente poco antes de ser estrangulados mediante garrote vil por los sayones de la Justicia acusados del homicidio.

Pocos días después, y también a la medianoche, el joven C. se precipitaba al abismo de un precipicio desde lo alto de una tapia de la casona de la que intentaba escapar, sin que se conozcan aún los móviles de la huida, sufriendo igualmente fracturas de cráneo.

La muerte de la joven M., hija y única heredera de los propietarios de dicha casa, hace suponer un suicidio pasional, aunque sin descartar su conexión con el suicidio colectivo.

IV

La misma sección de SUCESOS incluye un breve en que se alude a la agresión de dos empleados domésticos –T. y S.- por parte de una banda de delincuentes habituales que pretendieron romperles las piernas como aviso por inmiscuirse en un asunto de Familia.

V

Conclusiones del informe clínico sobre salud mental de dichos empleados domésticos:
El primero, Tristán, presenta síndrome maníaco depresivo. El otro, Sosia, padece un desdoblamiento de personalidad con trastorno esquizoide-paranoide que lo inhabilita para tareas que exijan despliegue de habilidades sociales o provoquen tensión o estrés.

VI

ARGUMENTO: La reconstrucción de los hechos ha posibilitado relacionar las pistas de la mencionada revista de prensa con una única trama criminal, así como ordenar la cronología de los hechos, devanando esta madeja:
La joven A. atribuye la ejecución de su compañero sentimental a manos de la Justicia, como reo del crimen de una vieja usurera, a la implicación de aquél en la aventura de un señorito calavera –que fallecería después en extrañas circunstancias-, por lo que insta a atracar a mano armada a dicho joven, cuando acuda a su cita, a un sicario, el mercenario alias “Centurio” -más acuchillado que unas calzas-, quien por tener estropeada la mano buena subcontrata, a su vez, a Traso –“traso error”-, que a pesar de su cojera –lo que le provoca cierto reTraso- es más echao palante, para que se lleve palante al jovenzuelo.

Pese a que el citado Traso y sus compinches se limitan, en la noche de autos, a dar un susto a los bisoños empleados de hogar –ambos, a la sazón, en período de prácticas de guardas juramentados-, la precipitación del inexperto saltatapias tras llevarse a la joven al huerto –valga la paradoja, pues ella es quien ponía el jardín de su palacio, al pie del montículo consagrado a Venus- y “pasársela por la piedra” –como afirmó la empleada de hogar-, y la oscuridad de la medianoche –a la hora de las brujas-, hacen dar con sus hueso en el empedrado a un joven que había perdido la cabeza –vas de cráneo, le había advertido uno de sus subalternos-, poniendo fin a tantos quebraderos de cabeza con la expeditiva solución de semejante tratamiento de choque, y muriendo en –tras- el acto.

De resultas del desgraciado asalto –a salto de mata- a la fortaleza de la joven M., que se había devanado los sesos con tales devaneos amorosos, ella se lanza al salto mortal.

Se descubre, entonces, gracias al testimonio de la doncella, la mediación de la dueña de Corsetería Celeste, cuya responsable había mediado en la relación al servicio del joven, y que resultó ser igualmente titular de la agencia de contactos La Latina –más conocida como La Tina- y cuyo nombre de pila parece ser CelesTina, conocida madama relajada al brazo secular que regenta una conocida casa de relax o relajamiento y de quien se ha sabido, por una de las profesionales que prestan sus servicios en dicho establecimiento, que cuida a las pupilas de su conventillo como si fueran las niñas de sus ojos –abre el ojo al parche, la vista es la que trabaja, voyeur: Es Crito está- y que fallecería después en circunstancias trágicas.

En efecto, desacuerdos con sus socios en el reparto de los beneficios de una empresa subcontratada trajeron como consecuencia el asalto por parte de los criados del joven C. al domicilio privado de La Tina. La reyerta se zanjó con el homicidio de la susodicha a manos de S., quien le atinó una cuchillada de pronóstico reservado, con la complicidad de P. –a la sazón compañero sentimental de la ya citada A.-, los cuales tras su desatino y en lo que pretendían un salto adelante en su carrera se precipitaron fatalmente al vacío.

VII

Ha, sido el inspector de la Policía Municipal de una localidad de Castilla-La Mancha F. de R. quien, tras la primera actuación de un cronista anónimo –como corresponde al Máster de Clerecía y el Máster de Juglaría-, incoó dicho expediente – “quien hace uno, hace veintiuno”-, dando origen a la crónica negra, más conocida como género thrillero, rubricándola con un latinajo.

El caso hizo fortuna y, relajado al brazo secular, sentó jurisprudencia en la literatura de tribunales constituyendo este auto un éxito multisecular –así que pasen cinco siglos-.



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