LITERATURA: El Quintacolumnista - "Suerte de perros perdidos" luis arturo hernández

(A propósito de Suerte de perro y otras historias, de José Fernández de la Sota, ed. Algaida, 2005, a la luz de Material de construcción, del mismo, ed. Hiperión, 2004)

Del mismo modo que su más que reciente poemario, Material de construcción (XX Premio “Jaén” de Poesía), marcaba distancias en cuanto al tono respecto de la ironía de Todos los santos, la última colección de cuentos de José Fernández de la Sota (Bilbao, 1960), Suerte de perros y otras historias (II Premio Iberoamericano “Cortes de Cádiz” de Relatos), se aparta del tono jovial, lúdico y metaliterario, de Elefantes blancos, “un mirlo blanco” que viera la luz en Papeles de Zabalanda (Vitoria) a finales del siglo XX.

Y esa gravedad, que va tiñendo de lucido estoicismo -por debajo del registro elegíaco- los poemas de Material, marca el tono dominante de los monólogos narrados de varones cuarentones en crisis de Suerte, focalizados y escaneados por el microchip del narrador en su deriva desde los años escolares a las distintas variantes de deconstrucción del ser, tras la desaparición de los padres, y el ingreso en el mundo de ruina y derribo del adulto –trance del que es referencia obligada la erupción del ayer en Negrita con diamantes-.

Y es que la reflexión sobre el tiempo –relojes por doquier, pólizas de seguros- asoma en los meandros del río que nos lleva por Suerte de perro, en esos motivos recurrentes que, como nódulos digresivos del cuerpo de la narración, matizan, precisan y redondean en aproximaciones sucesivas las cuentas –del cuento- del Rosario de la Aurora –Polar-, abocando al lector a un imprevisto final abierto, un desenlace truncado, y cuya sentencia lapidaria se halla a menudo en el estupor ante la vida, el ladrido de los perros perdidos o el abrupto quiebro del encabalgamiento en los sonetos de filiación oteriana de Material.

En efecto, hay una correspondencia, un tránsito, de temas comunicando las diferentes dimensiones literarias de la narrativa y la poesía sin ir más lejos, a través de los agujeros negros –“por los que los gusanos del espacio podrían trasladarse de un universo a otro”, se dice en Malos tratos- de la ficción, en una continuidad de los parques –parterres de la lírica y jungla de asfalto del relato-, en variaciones sobre un mismo motivo en prosa y/o verso, como afluentes de la novela-río del propio autor o los brazos de la ría de Bilbao.

Y es que Suerte de perro –al igual que Material- tiene una topografía reconocible: la ciudad natal del autor –hay muchos Bilbaos, pero están en éste-, poblada de viviendas de solitarios en compañía, de cuarentañeros desahuciados por liquidación de existencia y cuya morada interior, cuya ciudad eterna, parece ser el hogar cerrado de los ancestros

–hay muchas casas, pero están en ésta- de la voz de un poeta en cuarentena, la casona amenazada de remate total del sereno existencialismo, de la poesía de esa experiencia moral que destila Material. Y un solo tiempo, que se agota en la cuenta atrás, en el ir y venir de hombres viajeros –viajantes, viajados-, hacia su desmoronamiento y extinción, ignorantes de la circularidad temporal –“vas y vienes”, “irse es quedarse”- o espiroidal

–del designio genético-, sonámbulos de -sol y- sombra y sexo a quienes la psicofonía de Material les vaticina la regresión al origen, el retorno al pecado –de un texto- original.

LA CONSTRUCCIÓN O EL DESAMOR

Extraños en la noche –“ninguno sabe/ nada del otro aún”, dice en Material-, o a plena luz del día, haciéndose Señales de humo –“inciertas”, se apostillaba en Material- entre parejas de des/conocidos, los protagonistas de Suerte de perro avanzan dando tumbos, arrastrando en sus recurrentes pesadillas el recuerdo de unas relaciones paterno-filiales traumáticas, entre abusos a menores –El corazón del hielo- y Malos tratos -“escalera de noche”, Material-, o precipitándose en el agujero negro del olvido neurodegenerativo de la “memoria de elefante”, junto a un atorrante como el Bastida de Elefantes blancos, en un Hacer memoria –“neuronas/ que se apagan, recuerda:/ Olvídalas”-, o lanzados a los “bolos”, igual que en Conferencia en el agua –de Elefantes-, a la Periferia del fracaso –conferenciante, piel de elefante, parafraseando a Sánchez Ferlosio-, al extravío absurdo –Laberinto inglés- o directamente a la muerte –Cero- aceptada con a/plomo -y a/posta-.

Un breve muestrario de los males del siglo, entre los que no falta alguna referencia al del Norte –“esa ciudad del Sur donde los poetas nacen, crecen y mueren viejos frente al mar”, frente a “No existe el Sur,/ lo sabes”, que abre Has escrito otra vez este poema-, y que se asientan en equívocos y malos entendidos –en incomunicación, en una palabra- y se entretejen a base de dilogías que reanudan el sentido entre lo real y lo figurado y citas explícitas, sobre todo de poetas, y encubiertas–a ciegas-en que asoma el poeta –Poetas-, y se sustancian en la decepción o el puro drama –Diciembre del 73 o Suerte de perro-.

Conectado en lo que tiene de monólogo narrado con autores tan dispares como Javier Tomeo, Juan Bonilla o Pablo D’Ors, Fernández de la Sota ofrece en Suerte de perro y otras historias el haz de la enrevesada y tortuosa trama de un tapiz de la vida urbana y cuyo envés se adivina, al trasluz de la reflexión lírica, en su Material de construcción.





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