ARTE: "Del interés del arte por el movimiento" kepa murua

La idea oscila en el movimiento del pensamiento como un péndulo que va del arte a la vida cuando la vida retoma el pulso del arte. El pensamiento sigue su propio curso. Se eleva ante la insignificancia de una definición cualquiera y se detiene ante la definición de una sospecha final donde todo se reduce a sentir la realidad como algo propio. No es un estado de ánimo cualquiera, no es un reflejo del tiempo detenido, sino un movimiento pendular donde los episodios biográficos se mezclan con las ideas preconcebidas sobre el mundo de la razón y los sentimientos. La solución para lograr un equilibrio pasa por un estarse quieto con la intención de reproducir el movimiento interno de uno. No obstante, cualquier creador que se precie sabe que para estarse quieto hay que moverse continuamente antes de dar con lo que barajábamos como creación imposible. El tiempo que se mueve, el espacio que no es siempre el mismo, la mano en eterno gesto, los ojos abiertos o cerrados, y la imaginación enferma ante la razón imposible de las cosas que nos aturden sin saber por qué, tienen su compensación en un movimiento que se detiene ante la obra acabada, como el pensamiento se detiene ante la consolidación de una idea que acecha la mente. En el poema, en la pieza musical, en el cuadro, en el instante de la fotografía, el movimiento se paraliza ante el punto final. O eso se pretende, porque más tarde todo vuelve a oscilar en un principio hasta vislumbrar un nuevo pensamiento que nunca se termina de pronunciar del todo. Los avatares de la existencia individual trasladan al ser a un mundo de sentimientos móviles donde las razones de peso se confunden con las de la imaginación improbables. Es un eterno movimiento que persigue la conciencia, un péndulo que marca el ritmo de los sentimientos, como un paso por la vida en un instante que nos obliga a reflexionar sobre la validez del momento en el fondo de las cosas. Todo se hace andando, pero el pensamiento se detiene en un tiempo móvil que a diferencia de la obra acabada parece que no tiene fin. Pero donde el tiempo se agota, el artista siente cómo pierde fuerzas en el trayecto. Cuestión de vida y de tormento, de valentía y de sufrimiento. Hasta que se congele el movimiento, ninguno sin aliento.



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