OPINION: "Robot poetas y robot soldados" enrique gutiérrez ordorika

Desde que en 1920 los hermanos Karel y Joseph Capek escribieran R.U.R. (Robots Universales Rossum), una futurista obra de teatro protagonizada por unos androides artificiales a los que llamaron robot, hasta hoy en día -casi un siglo después- cuando ese  curioso término lleva décadas universalizado, ficción y realidad no han dejado de perseguirse mutuamente en una vertiginosa carrera. Una carrera de eterno principio y de desconocido punto final en la que los impulsos de emulación de utopía, literatura, réplica y ciencia constantemente se suceden.

Sin ir más lejos, el pasado mes de abril los periódicos recogían en este sentido dos noticias inquietantemente complementarias. La primera de ellas daba cuenta de la creación de un robot programado para componer y recitar versos. Este robot llamado PaCo, que por ahora maneja un vocabulario de 20000 palabras, tiene -a decir de sus creadores- una autentica “alma digital” de poeta que junto a su falta de dominio de los verbos sitúa –curiosa deducción- sus rimas en la “vanguardia”. Dicha “alma digital”, conformada al parecer por un analizador morfológico, un diccionario multilingüe de  vocablos, un generador de frases correctas, un banco de datos de construcciones gramaticales y un controlador de métrica y rima, compone versos tan incalificables –resulta imposible encontrar la palabra- como éstos: “El ventorrillo retozón es el autoengaño ladrón, pero el viaje culón es el canapé fanfarrón”. Los versos de PaCo – a la vista está- por ahora son desalentadores, al menos tan desalentadores como lo es la estupidez; aunque la estupidez es una frecuente cualidad humana que quizás no sea plenamente extrapolable a un prototipo de humanoide mecánico que todavía tiene una eternidad por delante para perfeccionar su inteligencia artificial.

La segunda noticia, está relacionada con el anuncio del Pentágono de que para el año 2015 EE.UU. contará con un ejército de soldados robot. Según el especialista del organismo militar americano, Gordon Johnson,  estos soldados mecanizados, además de costar una décima parte de lo que cuesta un soldado convencional, presentan otras varias ventajas : “No tienen hambre, no tienen miedo, no olvidan sus órdenes y no les importa si un compañero acaba de recibir un disparo”. Estas máquinas de matar al estilo Terminator, ideadas para disminuir el número de bajas propias y aumentar las ajenas, lejos de cumplir aquellos tres mandamientos que formulara Isaac Asimov para los robots: “Uno, no matarás personas. Dos, obedecerás a las personas a menos que esta regla vaya en contra del mandamiento uno. Tres, te defenderás a no ser que esto vaya contra las reglas uno y dos.”, auguran nuevas escaladas en la insensatez y los holocaustos bélicos.

Resulta difícil saber qué pensarían aquellos poetas futuristas del pasado siglo que auguraban que de la mano de la tecnología y de las máquinas vendría un futuro feliz, sobre estas inquietantes promesas del próximo futuro. Resulta difícil, aunque es probable que si Maiakovski estuviera ahora entre nosotros volviese a dispararse en el corazón. Y es que, visto lo visto, si los recursos científicos, tal como se anuncia, terminan invirtiéndose en descomunales programas de Guerra de las Galaxias y Asesinos Humanoides diseñados para destruir y matar, es probable que algún poeta robot del futuro recite sobre las tumbas de los cementerios de mañana unos versos tan tristes como aquellos de Paul Celan que hablan de “la negra leche del alba” y lloran “el pelo de ceniza de Sulamit”.



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