OTROS - Cine: Sueños en la caverna - "Sobre lo bueno y lo malo" alex oviedo

A veces tengo dudas de cuáles son los elementos que diferencian a una buena de una mala película. En algunos casos son conceptos muy obvios: los personajes deambulan por la pantalla sin orden, hablan como si arengasen, sus diálogos suenan a falsos o estereotipados, se cometen errores básicos de racord, las secuencias se ralentizan hasta aburrir al más despierto… Cuando pasa alguna de estas cosas desconecto de la pantalla, no me engancho con lo que me están contando y ya no se me hacen creíbles ninguna de las historias que veo. Hace unos meses retomé “La Guerra de las Galaxias Episodio II” —ahora que la tercera entrega está a punto de estrenarse— y me quedó la sensación ya vivida en su momento de que muchas escenas podían haberse eliminado para evitarnos el bostezo.

Pero hablaba de dudas. Creo que las razones por las que entramos a ver una película dependen en muchos casos de nuestro propio estado de ánimo. Hace unos años salí de la proyección de una película española de gran éxito (“Al otro lado de la cama”) convencido de que había disfrutado de una gran historia de amor. Aderezado todo ello por canciones que todos conocíamos bien y que eran graciosas si las interpretaban actores que apenas sabían cantar. Tuve la oportunidad de verla recientemente y mi decepción fue tal que me replanteé seriamente mi capacidad crítica.

Hago este largo inciso para excusar mi poca objetividad ante los comentarios que periódicamente vengo haciendo sobre cine. En especial cuando quiero referirme a películas como “Bodas y prejuicios” de la que aún no tengo opinión formada. Su directora, la realizadora india Gurinder Chadha, me había llevado por los problemas adolescentes de una jovencita enamorada del fútbol en la encantadora “Quiero ser como Beckham”. De ahí que entraba en el cine con la idea de que iba a ver una bonita historia de superación personal y social, con la familia como telón de fondo. Objetivamente es así. Tomar como referencia la novela “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen me hacía además esperar otra cosa. Pero qué quieren. Salí del cine enamorado de las protagonistas, de la música, de los números de baile. Enamorado de la vida. Desde las primeras escenas de esta hermosa comedia musical se respira un agradable aroma a jovialidad, a deseo de enfrentarse al mundo con optimismo. Durante todo el metraje no pude quitarme la sonrisa de la boca. Tímida a veces. Amplia cuando la música hacía acto de presencia. El pie se me desplazaba por el suelo siguiendo el ritmo de bellos y coloristas números musicales, casi deseaba ser yo mismo uno de los protagonistas, compartir sus prejuicios, sus miedos, su insistencia por mantener tradiciones ancestrales y caducas.

No sé si “Bodas y prejuicios” es una gran película. Pero durante casi dos horas fui feliz.



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