OTROS - Cine: "Muy frágil: justicia poética" luis arturo hernández

(A propósito de FRÁGIL, de Juanma Bajo Ulloa)

Tras varios años alejado de las grandes pantallas, vuelve el director vitoriano Juanma Bajo Ulloa con el pastiche de un cuento de hadas, remake del género maravilloso que recrea –aggiorna- y relee desde lo políticamente correcto –“plagio creativo” lo llaman los pedantes- lo feérico, la inocencia perdida, con envidiable fe en su maestría técnica.

La peripecia de una niña, laboriosa campesina, bajo la custodia de un padre apicultor sumido en el mutismo en la Arcadia de un valle del Norte, en busca de un morrosquillo (que un día le juró amor eterno) por la ciudad de Antigua, tras sortear el espejismo de la fama y el glamour de la mano del actor de moda David Navarro, para desembocar en la anagnóresis con aquel primer amor en un re/quiebro final de justicia poética campesina podría ser la sinopsis de alcance de un relato que vuelve ponerle al espectador las cosas en su sitio.

Frágil podría ser un melodrama si no fuera por el tono meloso de la jardinera Venus –nacida bajo el signo de Venus-, por la melodiosa banda sonora –avalada por Frankie Avalon- y por el discurrir melifluo del cuento de una Melibea en quien liban las abejas.

Podría ser una tragicomedia –por no decir drama- donde se hibridan la comedia tinelaria de agridulce costumbrismo de las criadas –con ecos resabiados de Club de la comedia y 5mujeres.com- y la farsa satírica de la disipación de señores productores y gentes del couché, tan mezquinos como sus criados, víctimas de sus bajos ideales y altos instintos.

Alguien dirá que se trata de un publirreportaje del País Vasco y Navarra –o Navarro-, del género “Ven y cuéntame cómo te ha/s ido” –en especial de la modernísima capital, esa ciudad del norte llamada “Antigua”-; otros, más malintencionados, que una sucesión de video-clips con planos de detalle de postal espiritualista o, mejor aún, de promoción de productos con denominación de origen; el propio guionista, por último, por boca del protagonista en la puesta en abismo de una cena se cura en salud, auto(r)criticándose, al tildar la peli que está protagonizando –y la que estamos viendo, de rebote- de cursilada.

Frágil es, como ya se ha dicho, la vuelta de tuerca –retorcerle el cuello al cisne- de un cuento extraordinario, heterogéneo, de nuestro imaginario colectivo –la diosa Venus, el rey David/Dafnis y la ninfa Chloe conviven con productoras madrastras y hermanastras ¿reproductoras?, un ogro chofer...-, de personajes tipo–de buen tipo-, de encefalogramo plano –en primer plano-, con menos psicología que los dibujos animados de la Warner.

Y para ello se hace confluir -o discurrir en paralelo- el realismo sucio y el idealismo atemporal, abriendo una fisura entre la ordinariez urbana y la candidez sentimental, si bien irreconciliables: véase el arrebato de David, sobre quien planea la mala sombra de su Padre, y quien, entre Capitán Trueno despechado y niñato aquejado de “quijotismo”, arremete contra el equipo de rodaje, echándolo todo a rodar para salir en pos de la paleta del pueblo, que acaba de reencontrar al com/pinche de cocina de su vida, superando así la alineación burguesa –del ascenso social- y la enajenación mental –de una paciente de bulimirexia inducida por acoso laboral-, la fan que en su afán por reencontrar un Amor persigue la huella indeleble –sombra lunar- de su marmitón, reconciliándose con aquel mutismo del padre en el mutis final, en un restablecimiento del orden social que, como en las comedias más clásicas, reenviaba al villano a su rincón: en el valle de la abejas, junto a la paleta –cromática-, al pie del monte de Venus.

ALAS DE ABEJA. S.A.

Película de Bajo presupuesto, cine pobre con glamour, Frágil retoma el mundo de las lealtades infantiles –del vuelo de Alas de mariposa al aterrizaje de La madre muerta-, para reivindicar la dulzura y la laboriosidad de una abeja obrera de la colmena humana, filmada con el mimo, el detenimiento y la minuciosidad de un entomólogo prerrafaelita, que acabará clavando su aguijón a un actorzuelo de moda recreando un cuento de hadas que, en el mejor de los casos, pudiera remitir a las pretensiones de F. Ford Coppola en Life without Zoe (Historias de Nueva York), Tim Burton en Eduardo Manostijeras o Jeunet en Le fabuleux destin de Amélie Poulain.

Y, llegados hasta aquí, cabe preguntarse: ¿no le bastaba a Bajo Ulloa un cortometraje, distancia en la que ha demostrado ser un maestro indiscutible, para contar esta historia?

Porque Frágil es un filme -y nunca mejor dicho- adjetivo. Y “el adjetivo –como dijo el poeta- cuando no da vida, mata”.



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