LITERATURA: La quinta columna - "El humor negro del ahorcado" luis arturo hernández

(A propósito de Reportaje al pie de la horca, de Julius Fucik, Akal, Madrid.)

Y los abedules, agitados por el viento y destacando contra la franja azul, con un hombre muerto suspendido de uno de ellos.
Josef Skvorecky, Los cobardes

ciudad de judíos que escribían en alemán
de calles y palabras sin final alguno
de invasores insuficientemente extranjeros
o acaso no sea Praga una ciudad una sinfonía
ni la historia ni una vida ni este libro

acaso sea simplemente una metáfora

Manuel Vázquez Montalbán, Praga

Con un pie en la horca, desde la primavera de 1942 al verano del 43 escribe el escritor checo el diario de su presidio en la praguense cárcel de Pancrác en manos de la Gestapo.

Y, sin embargo, la entereza del intelectual comunista hace posible la peripecia literaria y vital del autor –“En este relato, si logro continuarlo –porque uno no sabe ni el día ni la hora del fin- veréis a menudo el número 400 (...) “- y sus compañeros –“Por este trozo de papel se juegan la cabeza. Ellos la arriesgan para establecer un puente de unión entre el hoy aherrojado y el mañana libre”-, fundada en el profundo amor por la vida –“hemos vivido para la alegría; por la alegría hemos ido al combate y por ella morimos”.“Si canté toda mi vida, no sé por qué habría de dejar de cantar, precisamente al final, cuando la vida es más intensa”- y asentada en la certeza del triunfo final –“Centenares de miles de hombres -¡Y qué hombres!”- caerán antes de que los sobrevivientes puedan responder: yo sobreviví al fascismo”-, puesto que “el obrero es mortal”, pero “el trabajo es eterno”.

Como un punto de vista complementario del del Daniel Smiricky de Los cobardes de Svorecky, Fucik escribe el reportaje de la clandestinidad de la resistencia y el presidio y la posterior condena a muerte describiendo la cara oculta del exterminio nazi como un testigo parcial –“el material que corresponde a la declaración de un testigo. Es limitado y sin espacio en el tiempo, tal y como he podido verlo en mi pequeño sector”, “He aquí, pues, mi último testimonio. Un trozo de historia, del que soy, sin duda, el último testigo vivo”- y subjetivo –“Lo que ahora escribo es sólo el eco de los pensamientos”; “esto se escribe con más rapidez de lo que se vive-, “mi testamento” del militante consciente de su fin –“Este reportaje ya no será terminado”, “Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!”-.

(Y de “crítica de alerta” calificaría años después Barthes la crítica literaria periodística.)

Y todo ello dirigido a un receptor cambiante, que oscila entre la segunda persona –“Tú sabes, Gustina”, su mujer- a la segunda persona plural de los camaradas –“Sí, nosotros estamos con vosotros”-, pero que se desliza hacia el singular, un destinatario futuro que se identifica a menudo con el tú auto-reflexivo del “diablo rojo” que se dirige a alguien como él o que inconscientemente teme que no haya otro interlocutor –“Ni tú, ni nadie”-.

LA SOMBRA DEL AHORCADO

Y sobre su escritura, planea como una espada de Damocles, la sombra del ahorcado: en las amenazas “si no preferiría mejor ser balanceado por el cuello”, “Y muestra con el dedo el lugar de la garganta por donde la cabeza de Víctor se separará de su cuerpo”-, en los rumores –“que, no pudiendo soportar más el dolor y los sufrimientos, me había ahorcado en la celda”, en las ejecuciones como la de Fucik –“Le gusta comunicar a las esposas la muerte de sus maridos en el campo de concentración o en la horca”- o en sus propios cálculos –“cuelgan en el aire ideológicamente y probablemente un día serán colgados en el verdadero sentido de la palabra”-, como aquel presidente de la República Eslovaca títere del Reich, recreada en La república de los curas de Dominik Tatarka.

Y esa figura del ahorcado, carta del tarot de que caracteriza el humor negro del checo, constituye la tarjeta de presentación de lo grotesco “hostil, extraño e inhumano” -según la caracterización de Wolfgang Kayser en Lo grotesco. Su configuración en Pintura y Literatura- en la represión, genocidio y exterminio, los progrom y las razzias racistas del Nazismo, que hicieron del terror y la deshumanización una grotesca orgía del Poder “Es su fiesta. La fiesta del crimen”-, un esperpento que va más allá de la risa y el llanto: “riéndose con satisfacción mientras me muestra sus manos llenas de pelos arrancados. Es realmente cómico. Ya no siento ningún dolor. (...) me encañonan de nuevo con las pistolas: es como para reír” (...) Quizá sea mi propio funeral. Pero escuchad: esto es un error. (...) ¡Qué cómico! Pero todo esto es absurdo. (...) ¿En qué infierno desemboca? (...) Como autómatas. (...) el valor supremo que alcanza una cucharada de buena salsa. Condimentada por el terror y el miedo (...) Era una cómica excursión a través de las calles de Praga: (...) El dolor, hermano íntimo de la vida, (...) Y esta pantomima es nuestra promesa del Primero de Mayo (...) Aquella cosa de delirio febril y cruel, era la realidad”. Encadenamiento de citas que, a lo largo de los primeros capítulos expresan lo grotesco terrorífico, antes de reventar de risa en Figuras y figurillas: “Reí brutalmente”.

LA SOMBRA DEL SOLDADO SVEJK ES (ANCHA Y) ALARGADA

Y es que basta acudir a la tradición satírica de la literatura checa de la I Gran Guerra para que el presidiario relativice desde la ridiculez y la farsa su situación invocando al capitoste del Presidium grotesco, antiguo inquilino temporal de la prisión de Pancrác, la sátira de los de abajo, el regocijo carnavalesco frente a la bota del Poder del “valeroso soldado Svejk” y comparsa “para esta rica mezcla de cretinismo, imbecilidad, jactancia y maldad que era uno de os sostenes principales del régimen de Pancrác”: -“’No quiero ver nada. No quiero oír nada. Vosotros aún no me conocéis, pero pronto me conoceréis’.

Yo me reí. En esta escuela de doma, la cita del pobre cretino teniente Dub de Svejk estaba realmente en su sitio. Y nadie había tenido hasta entonces el coraje d epronunciar en alta voz aquella broma. (...) Lo que habló así detrás de nosotros era una pequeña criatura con uniforme de S.S., quien, visiblemente, no tenía la menor idea de Svejk. (...) ‘La guerra no es para los hombres’, filosofaba, un poco a la manera de Svejek. (...) En el fondo d esu imbecilidad se encuentra una rara habilidad: la de convertir una pulga en elefante. (...) Caricatura viviente de los esbirros nazis de Grosz”. Distorsión del carnaval eslavo en el estilo grotesco bajtiniano, satírico –“Un poema satírico que un camarada leyó a otros nueve fue la causa de su detención, dos meses antes del atentado (contra Heydrich). Ahora los diez son llevados a la ejecución por ‘aprobar el atentado’”-, vital y de alegre materialismo, en pos de la Utopía de la Abundancia para el cuerpo popular de la especie a través de la muerte preñada la muerte que da vida-, de la consagración de la primavera –“volverá a reír la Primavera, que por cielo, tierra y mar se espera”, se diría-: “Era la vida lo que yo veía allí; la vida sometida a una terrible presión, abatida en uno y creciente en un centenar. La vida, que es más fuerte que la muerte. Eso no es amargo”.

Y por si fuera poco, la heterogeneidad característica del estilo grotesco, la “mezcla de los reinos de la Naturaleza”, se hace evidente en el híbrido del socialismo que, lejos de ser internacionalista, se hace nacionalista en el Nazional-socialismo, aunque no resulte menos grotesco que entre nazis y comunistas compartan el tratamiento de “camaradas” –por algo son los dos totalitarismos que han diezmado la población mundial del s.XX-.

HÉROES, FIGURAS Y FIGURILLAS

Y nada más adecuado, por ahondar en la taxonomía de lo grotesco, que los capítulos titulados Figuras y figurillas y donde Fucik estable la tipología de los personajes que lo rodean, distinguiendo entre el carácter –“figura esculpida en piedra”- de correligionarios comprometidos hasta el fin y el tipo de delatores o traidores y funcionarios torturadores, arrastrados, neutrales –“figurillas de madera”- o los de la Resistencia dentro de la cárcel –“No es todavía una figura. Pero está en el período de transición que a ella conduce”-. Y semejante taxonomía de personajes redondos y planos coincide punto por punto con los prototipos del heterogéneo multiperpectivismo del esperpento que acuñara Valle-Inclán, analizados desde el compromiso político del “periodista y agitprop”de firmes principios marxistas-“No queda más que el sujeto y el predicado: el fiel resiste, el traidor traiciona, el burgués se desespera, el héroe combate”-: figurillas “de rodillas”, colaboracionistas –“¡Mira esos tipos! ¡Mira esas figurillas!”; y “Figuras mayores o menores. Pero siempre figuras. Nunca figurillas”, “en pie” de guerra, unas, las menores, de talla humana –“Su generosidad destaca tanto más cuando que no eran comunistas, (...) comprendieron la importancia que para todo el pueblo tienen los comunistas”-; “en el aire”, otras por las nubes, con “un corazón heroico”, las de los militantes combatientes del P. Comunista. Y que, a diferencia de Valle-Inclán, no desaparecen, sino que más allá de la heroificación exaltan el corazón del héroe en contacto con el horror, la risa, el sarcasmo y la nada–por decirlo con palabras de Alfonso Sastre en Ensayo general-, siempre con una intención ejemplarizante –“No olvidéis ni a los buenos ni a los malos”; “No para su gloria, sino para que sirvan de ejemplo”-. Pues “-Levantas pequeños monumentos –suele decirme el padre respecto a algunas de estas descripciones de caracteres”, dice Fucik. Sólo que los monumentos son, en muchas ocasiones, funerarios. Y tan “desde el aire” está el héroe de una talla sobrehumana alzado sobre el pedestal como un ahorcado en patíbulo. Y a veces es la misma persona.

KONEC

La danza macabra “al pie de la horca” no impide sin embargo que Fucik se acerque en esta obra maestra del testimonio, y sin abandonar ni un instante la literatura de combate, a la crítica literaria –reivindicación del Jan Neruda proletario como el gran poeta checo o del periodismo como escuela del poeta, de la que el propio Fucik es buen ejemplo – y haga referencias a escritores que fueron compañeros de viaje –como Vladimír Vancura o Fucks- o muestre su entusiasmo poético, de lírica autenticidad, en la evocación del 1º de Mayo, de la Primavera en Praga, en la ensoñación revolucionaria, en el retrato de los personajes o en su diálogo imaginario con la muerte, en los soliloquios de la condición humana, la solidaridad, los pequeños detalles de la prisión o el negro sentido del humor.
Enmarcado todo el “reportaje” por la imagen del “espectador” que en la “sala de cine” asiste a la película de su vida–“Y en la vida no hay espectadores. Y el telón se levanta”-.



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