OPINION: Mirando hacia otra parte - "Las colinas de Hangchow" vicente huici

El escritor chino Lin Yutang, en su célebre obra La importancia de vivir, cuenta cómo en una ocasión una amiga íntima recibió la sorprendente propuesta de subir a una colina de Hangchow con el fin explícito de no ver nada. Subió y efectivamente no vio nada, incluso en algunos momentos ni siquiera a sus compañeros de excursión o a sí misma, de tan espesa que era la niebla que le rodeaba. Según Lin Yutang, una vez que su amiga bajó de la colina , ya no quería si no volver a subir, pues, según decía, se había sentido en aquella cumbre como en un antiguo templo de una civilización olvidada.

Con el transcurrir de los años suele ser inevitable incorporar a nuestros hábitos cotidianos la visita, más o menos reiterada, a determinados lugares de muy diversa condición. Pueden ser bares apartados o cafeterías concurridas, estrechas calles o anchas avenidas , quizá largos puentes, estaciones de ferrocarril abandonadas o caminos perdidos en el monte.

En todos estos lugares se experimenta durante un tiempo limitado, a veces mínimo, un a modo de abstracción de nuestra vida cotidiana, de nuestros haberes y deberes, y una leve dulzura nos invade mientras caminamos lentamente, leemos un periódico, contemplamos absortos el trasiego de la gente o nos dejamos llevar por el ruido del tráfico como si fuera una música encantadora.

Este pequeño arrebato, que podría calificarse como una limitada vivencia mística, suele gustar tanto que tendemos inconscientemente a repetir las visitas a estos lugares, en un proceso ritual de cuya importancia no nos percatamos hasta que, por un suceso imprevisto o, a veces, por mera pereza, se quiebra la costumbre abocándonos a un breve disgusto.

Son estos lugares, lugares sagrados, templos civiles que nos otorgan todavía la posibilidad de un encuentro puntual con nosotros mismos. Lugares, pues, que hay que descubrir con aplicación, aceptar con humildad y venerar íntimamente, pues en ello nos va una gran parte de nuestra felicidad. Son, en fin, como en el caso de la amiga de Lin Yutang, nuestras colinas de Hangchow.



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