MUSICA: AHOPETIK "Perspectiva sonora" alfonso garcía de la torre

Escucha de nuevo y disfruta: gotas de lluvia, corriente del río, crepitar de la hoguera, pisadas en la tierra, trueno, viento azotando los árboles, gritos del patio, mosca, crujido de la puerta, burbujas con la pajita, palo contra la verja, bajo el agua, bullicio en la calle, campanas, paso del tren, olas del mar... Multitud de experiencias sonoras únicas y heterogeneidad de elementos grabados en nuestra memoria desde la niñez. A menudo me pregunto acerca de los procesos de percepción sensorial que se producen en la infancia, especialmente en el ámbito acústico. La ciencia ha desvelado ya el mecanismo del sistema auditivo, pero todavía existen muchos aspectos que son una incógnita.

La memoria acumula incesante las experiencias vividas, siendo múltiples los datos que configuran nuestra historia y moldean lo que somos. Actualmente se concede mayor importancia a determinadas sensaciones percibidas en la infancia ya que son capaces de configurar la personalidad a largo plazo. Es como si en momentos clave los sentidos estuviesen en máxima alerta, percibiendo fielmente todo lo que nos rodea. De este modo algunas etapas perduran y sin embargo otras apenas se recuerdan, no importa la distancia temporal a la que se encuentren.
Dicen que la capacidad para aprender idiomas se acentúa a edad temprana y que una vez superada resulta mucho más difícil el aprendizaje. Un fenómeno relacionado directamente con la percepción auditiva de la sonoridad característica de cada lengua.

Al crecer, la perspectiva visual cambia gradualmente. Lo grande se va haciendo pequeño. Se pierde el detalle y finalmente se olvida. Visitar el desván de los abuelos o retornar a los lugares de la infancia depara numerosas sorpresas. No se alcanza a comprender por qué nos fascinaba ese camión de juguete o cómo se disfrutaba tanto de la compañía de aquel muñeco (quizá una particularidad del objeto tuviese la culpa, algo que se escapa a escala adulta). Los espacios adquirían otra dimensión: el pasillo era un estupendo campo de fútbol o la aventura que suponía explorar el parque en donde las hormigas emprendían fabulosos viajes.

El tamaño del niño no solamente condiciona la visión, incide también en la percepción y en la emisión del sonido, es decir en la comunicación con el entorno (la necesidad de escucharse uno mismo y hacerse oír, con la voz o con lo que se tenga más a mano para producir ruido)

La dimensión temporal no existía. El tiempo parecía elástico y resultaba incontrolable. Nunca se sabía cuándo había que acostarse y solamente el cansancio o la luna lo anunciaba (menos en verano claro). Las vacaciones eran tan largas que incluso daba tiempo para crecer. En un momento dado se quiere domesticar a la fiera intentando establecer límites con un reloj (regalo absurdo) o el calendario en la habitación (otro póster para la colección). Misión imposible porque la percepción del tiempo será siempre variable según las circunstancias.
Es precisamente el factor temporal, una de las claves de la percepción acústica, de la psicología de la audición. La duración es la característica del sonido sobre la que pivota el resto: altura, intensidad y timbre.

La información proporcionada por cualquier sonido, aparentemente intangible, era y es fundamental. Basta con recordar el terror que provocaba cualquier insignificante ruido en la oscuridad del dormitorio o la temible aproximación de una tormenta. Estímulos sonoros comunes que desataban la imaginación, provocando reacciones físicas incontrolables. Ahora, buscando desde la distancia, la memoria selecciona, reconstruye a su antojo imágenes sin poder ofrecer una idea exacta de la relevancia que tuvieron aquellas experiencias. Aún conociendo las causas, todavía suscitan cierta inquietud.
A veces intentamos compartir experiencias pretéritas. A la hora de valorarlas nunca se coincide, incluso habiendo simultaneado fecha, hora y escenario. Al fin y al cabo el recuerdo siempre es personal e intransferible. No existen paisajes sonoros comunes; aunque se graben.

El desarrollo del sonido en el tiempo y el espacio forma parte esencial del cúmulo de estímulos del pasado proyectados en el presente. Envejecer siempre implica perder en el trayecto sonidos característicos. No obstante existen acontecimientos sonoros que nunca se olvidan, instantes que atesoran en sí mismos un significado particular; de esta forma el sonido y su consecuencia permanecen. Es gratificante lanzar una mirada a todos aquellos microcosmos repletos de sonoridades pertenecientes a una infancia perdida en el tiempo. Entornos que se transformaban a medida que crecíamos y perspectivas auditivas que, al igual que las visuales y temporales, sufrían continuos e imperceptibles cambios.



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