ARTE: "Del interés del arte por la irrealidad" kepa murua

Lo mejor del arte es que hace de la irrealidad su fuente inagotable de realidades paralelas que la defienden de la ciencia y la racionalidad extrema. El mundo que no existe, el mundo de los sueños, el abismo de las pesadillas, los sentimientos con su carga simbólica, las asociaciones a consecuencia del azar, los prismas conceptuales, la densidad hermética, el absurdo, la nada, adquieren una categoría filosófica que supera cualquier rasgo ornamental en el mundo del arte. El privilegio del arte es que en su interior habitan palabras desprovistas de un significado determinado. De la misma manera que pensamos que tiene su lógica, podemos decir que, aun siendo artificial, es lo más personal que tiene el hombre. Si los códigos de conducta persiguen un equilibrio entre la actuación individual y el comportamiento público, el arte que genera esa sociedad se identifica con otras cosas. Un rasgo de esta entelequia se reafirma cuando la indagación de esa irrealidad parece el único método de conocimiento que no se supedita a la ciencia y puede condicionar, incluso, la economía. El alimento del artista en este sentido no tiene una evolución lógica porque el arte convierte al objeto en una joya de incalculable valor desde el momento en que esa distinción ha sido subrayada por los expertos de la razón sensible. Estamos ante un mundo contradictorio donde la razón como tal no sirve y el comportamiento se supone alrededor de la historia del conocimiento, siempre y cuando la historia del arte no se utilice para unos fines determinados. Porque la primera lección es que el arte utiliza a todos: al artista, al hombre, a la sociedad, al tiempo, a la filosofía, a la política. Como diría el poeta, al cuerpo de la vida, a la realidad del alma. Cuestión de palabras o de gustos, pero, jamás se ha visto nada parecido, la magia es única: de la nada al todo, del objeto a su interpretación como si nada. Cuando las miradas se vuelven en busca de una razón sensible, de la irrealidad inconsciente se pasa a un nuevo lenguaje consciente. La individualidad, como único reflejo de la realidad que no se explica si vive, al igual que el arte, en un mundo subjetivo donde el hombre organiza el valor de sus símbolos ante las cosas que le rodean, se subraya entonces en el tránsito de la creación hasta su interpretación final. Ante este simulacro, donde razón y valor, estética y filosofía, historia y mercado, se confunden al máximo, ¿qué va a decir el artista? Nada, bastante hace con creer en lo que hace, mientras sobrevive en un mundo donde el arte supera la confusión de la realidad que nos parece irreal a todas horas. Porque aunque no lo parezca, el arte es la ciencia de la irrealidad que sin servir para nada, sirve para todo.



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