LITERATURA: Mirando hacia otra parte - "Montaigne" vicente huici

En la nueva disputa sobre el futuro de la narrativa en la que ahora estamos una vez más inmersos – cada veinte años se anuncia la desaparición de la novela - la relectura de la obra magna de Michel de Montaigne supone un gran consuelo. Pues , sin duda, los Essais de Miguel de la Montaña ( como le llamaron divertidamente por aquí en el tiempo en que fueron traducidos) son una equilibrada combinación de reflexión y narración.

Así, por un lado, Montaigne cuenta lo que ha tenido la oportunidad de ver y también lo que le han contado. Y no satisfecho con ello, se remonta a lo que contaron los griegos o los romanos , sin excluir anécdotas de su propia y , casi, íntima vida. Por otro lado, el retirado de Guyena reflexiona, en la soledad de su castillo, sobre lo narrado, tanteando extraer alguna conclusión y dejando sitio a las conclusiones que sobre cuestiones semejantes pergeñaron otras gentes muy distantes en el tiempo y en el espacio. Su pretensión, sin embargo , no es otra que atender “ a lo doméstico y privado” no buscando ni el servicio a nadie ni la gloria, como comenta en un escuetas palabras preliminares.

Al ámbito de escritura surgido de esta combinación reflexivo-narrativa de fines tan limitados, Montaigne lo denominó essai ( ensayo) , intentando señalar así lo que era una novedosa tentativa renacentista en las postrimerías del siglo XVI.

La trascendencia de esta nueva modalidad de escritura , más allá de haber dado lugar a lo que hoy consideramos como “ ensayos”, parece inclinarse en el sentido de valorar la combinatoria de narración y reflexión que muestra y que todavía, siglos después, continúa ejerciendo una gran atracción sobre lectores y escritores.

Atracción, en primer lugar, generada por el hábil dispositivo discursivo que no se resuelve ni en la mera trama, por pequeña que sea, ni tampoco en la moraleja medieval. Y atracción también, en segundo lugar, por redescubrir las luces de los poetas, historiadores y filósofos clásicos, opacadas por diez siglos oscuros bajo la máxima “ Philosophia ancilla theologiae”

Un aspecto, este último, que debieron percibir pronto los prebostes católicos de la época, que incluyeron esta obra en el Índice de Libros Prohibidos en 1676.



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