nº 53 - Septiembre 2004 • ISSN: 1578-8644
Con el tiempo en brazos
"Nos quedará septiembre"
ana márquez
“Soy un verdadero cosmopolita,
soy desgraciado en cualquier parte del mundo”
Stephen Vizinczey

Hay quien cree que la serenidad tiene algo que ver con ensayar un encefalograma plano bajo un mar de sombrillas. En la tela de una sombrilla playera casi siempre conviven colores que nacieron para odiarse, pero eso a nadie le importa. Lo importante es desbarajar por la arena un sueño de felicidad aparente y, por supuesto, narrar la hazaña al regreso. Y que la envidia haga lo demás.

Alguien escribió que la felicidad exige la absoluta estupidez o el absoluto egoísmo. O la absoluta maldad... Algunos necesitan del dolor ajeno para reforzar el bienestar propio. La desdicha del otro cuadruplica el disfrute de la propia ventura como si en ese juego de comparaciones estuviera la clave y el barómetro de referencia para medir y revalorizar nuestro gozo.

Todos los males de la Tierra muestran su rostro obsceno en páginas impresas de consistencia versátil que igual nos redondea la boca en un rictus de escandalizado asombro que nos sirve para envolver bocadillos de calamares. Pero mientras el horror no escape del sufrido papel con lamparones de bronceador, mientras se circunscriba a una red de titulares, mientras no salpique, el siestorro sagrado de los faraones de playa, fiambrera y chiringuito no será alterado. Y a Bertolt Brecht que lo zurzan.

Pero es inmoral erigirse profeta de ningún apocalipsis. Siempre nos quedará septiembre. Doblemos el periódico y reunamos todo el egoísmo, la estupidez o la maldad necesarios para dar forma a la indiferencia en el sprint final del calor. Durmamos tranquilos que el mundo queda muy lejos, retenido, de momento, por los colores irreconciliables de un mar de sombrillas.


Ilustración: Ana Márquez
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