nº 56 - Noviembre 2004 • ISSN: 1578-8644
Del interés del arte por la unidad
kepa murua
La unidad es una suma de tiempo y de conocimiento. En el trayecto nadie puede lograr la culminación, en el itinerario manda el fragmento, pero el tiempo coloca los objetos en su lugar, las ideas en la línea del pensamiento. Hablar de un arte unitario en la vida de un hombre es pretender explicar la literatura de una narración desinteresada y convertirla en biografía. Referirse a una época como algo compacto es la trampa más bella de la historia. La historia del arte sirve para que la gente entienda algo que no se concibió como tal. La literatura es colocar la fantasía en la misma línea de la historia. Pero la unidad es consecuencia del conocimiento. Sólo aquél que haya tocada esos frentes dispersos tiene el don de mezclarlos sin pretenderlo. La unidad viene entonces con el conocimiento inevitable de no alegrarse por nada, ni por lo que se sabe, ni por lo que se olvida, ni por lo que uno es capaz de hacer o dibujar con sus manos. La unidad llega para los demás cuando uno se ha abandonado, aunque tarde, en el camino de la creación más desesperada. En la vida dispersa del artista, en la vida anónima del hombre, sus temores, sus hallazgos, sus dudas, sus miserias ocultas se aparecen en una obra que le retrata por lo que ha sido a los ojos de la gente, pero nunca ante su propio espejo. Con el arte se hace de la historia la mentira más bella contada por uno mismo. La unidad que todo lo refleja, lo que no quiso ser, lo que pudo ser, lo que le dejaron ser, lo que pudo robar al tiempo en el último suspiro, reaparece en el vacío que sustenta el camino de una vida como un fragmento que une lo que en principio parecía que se separa. El conocimiento del artista es su unidad en el tiempo de sus manos, fuera de su obra: él con su pensamiento. Si el artista aprende esta máxima convertirá la derrota en logro, el dolor en sentimiento, la soledad en conocimiento. Su arte en tiempo que dura como vida. Si no es capaz de buscar en algún momento la unidad del arte con el artista, de vida con el hombre, aunque sea por separado, nunca podrá despojar al vacío de su propia existencia. En cambio, si lo hace en un todo compacto, donde el hombre y el artista vivan en una desigual armonía, encontrará la sabiduría, aunque sea por momentos, como consecuencia de su propia experiencia.