nº 50 - Mayo 2004 • ISSN: 1578-8644
CREACION:
"Apuntes de un nómada"
ángel mª martín cañas
Tapices.

Y sobre las estrellas, la noche
llena bajo cabezas sin luna
nueva. Y su risa suave
quizá poco más que una sonrisa,
adivina rumbo y tiempo
desde que el jazmín saliera recto
de entre piedras sin avisos
ni sin dejar de preguntarse
por las razones de sí mismo.
Y sobre diafragmas de acero
el tapiz de la soledad que sigue
la sombra del alba. Sus pasos
cortos sin tropiezos traicionan
desarraigo de alcance azul
marino con festones de gris cielo
como adivinanza maltrecha venida
a menos por su anticipación,
conquista del pobre esqueje.


Inerme.

Inerme por y desde
la desaparición de tu traza
que aconteciera de repente
tras avisos que duraban
años. De golpe tu falta
todo inunda sin remedio
desesperanza y duelo.
La desaparición repentina de tu piel
diluida en nívea estela
de evanescencia. Intangible esencia
de dioses entre céspedes
tristes por saberse muertos
y entre taninos enterrados.
Sedosa fruta de indiferencia
de desleída necesidad. Auras
huecas de ti, por siempre
dura ya el recuerdo sin tacto
y el mundo sin cielo.


Luz herida.

La hiriente luz de sus penumbras
irrumpe entre las sombras protectoras
sin un hueco de remanso, sin descanso,
la penetrada oscuridad se desvanece
dando paso a su violenta falta, indiferente
al recodo del camino donde se quedara.
Surge un chorro que brota ya cansado
camuflado entre piedra y madreselva
por un caño frio y agotado,
y entre esquistos de gris plata
se dirige al cauce seco del gran río
que hace mucho ya lo abandonara,
perlas de abandono son sus gotas
grises y redondas ruedan sus aristas
sobre goznes de taimada estela
abatidas en su campo de intenciones
como antes, cuando eran
dueñas de una antigua era.


Hierba.

Existe la ciudad de dimensiones imposibles
a la que sólo se accede sin quererlo
a bordo de un tren que va hacia atrás,
y de la que nunca ya se sale.
De humedad mediterranea falsa
encapotada bajo nubes de mercurio azul
que rezuman su tristeza. Y la tuya
cuando cierras esos párpados mojados
tan pesados como plomo pasajero
que palpita su deseo de ser hierba
engañando así a sus propios creadores.
Entre vestíbulos mal iluminados
que lamentan su destino. El de albergarnos
por subterraneos densos sin espejos
que reflejen los improvisados pasos
con que marchamos entre tedios
y siempre solos.


Espuma.

Ojos de fuego que arden
consumidos en su olvido,
sus cenizas frías reptan sin rescoldos
entre burlas del fulgor vencido
duro como la amenaza matutina
que presagia ocasos de entretiempo
más allá de mares subterraneos
que del sol su espuma esconden.
Solitario esqueje del silencio
perdido entre amantes sin misterio
que acorazados en su familiaridad
ven la marcha ineludible de sus besos
desde almenas de airada complacencia,
irregulares y mal talladas siempre.
Las pintadas de amor en las paredes
sucias se desconchan
con el tiempo, y hasta la lluvia
ayuda a coaccionarlas hasta nada
de lo que una vez fueran,
mensajes de paz y falsa ayuda.
Turbias opulencias tristes y carentes
del ínfimo residuo de nobleza
amiga de las sombras
que otrora albergaran los amantes
despojados de su miedo. Rotos
los esquemas de su suerte.


Cielo de hiedra.

Y la tierra, acariciada,
impregnado corcho de miel-cera
como una torva piel al fin amada
se permite agradecerse sus pasiones
siempre abandonadas a su suerte.
Y en su breve baño de dulzura
la delicia torna sed en gula
bebidos ya los símbolos sagrados,
sus manos en las udres del estaño
que recubre al misterio de su brillo.
Y la palmera incauta de jengibre
inclina ya su tronco aletargado,
al así hacerlo rinde pleitesía
al áspero designio de un cielo de piedras
por el que trepa ya la hiedra.
Hasta que el rito consuma su incienso
y el burlado espectro del silencio
resurja con fuerza de su féretro,
un destino de fídulas amargas
y besos asesinos.

Fui a nacer algo más tarde de lo que me tocaba, y aunque de cuna castellana lo hice junto al mar, marcando quizá ello el comienzo de las dicotomías y contrastes. A pesar de ser de ciencias, pronto el lenguaje ejerce una atracción importante a la que respondo más bien lentamente, motivado por vivencias que me llevan en busca de la literatura y me acercan sin remedio a la poesía. Salgo de viaje un día sin saber bien por cuanto tiempo, y mientras lo averiguo visito y vivo en otras tierras, usando otras lenguas que sin embargo se funden con mi castellano natal de forma natural, hasta que poco a poco la necesidad de escribir supera a la de hablar. Disfruto la música en casi todos sus estilos, pero sin lugar a dudas me entusiasma el Jazz. Cuartetos acústicos de bebop y con saxo soprano, el que de forma tardía también toco con más o menos acierto según a quien preguntes. Me gusta pensar que la improvisación y la fractalidad de sus compases influyen mis escritos más de lo que se puede notar a primera vista. En cuanto a la fotografía, es una magnífica forma de plasmar la realidad tal como uno mismo la ve, siempre personal. Aprecio la oportunidad y la idea más que la técnica o el equipamiento, aunque claro, las contradicciones existen también en este campo.