nº 50 - Mayo 2004 • ISSN: 1578-8644
"Moebius y toda su banda"
luis arturo hernández
(miscelánea del diario de un 1 de Mayo del siglo pasado)

Como es bien sabido, Moebius es, más allá -o más acá- del epónimo que nombra una superficie de una sola cara, el heterónimo del dibujante de cómic francés Jean Giraud. Si además se tiene en cuenta que la expresión francesa bande dessinée es la equivalente a la tira cómica española, no resulta difícil caer en la tentación de hablar de la “banda de Moebius” (“que rinde tácito homenaje a los espacios imposibles”, según apostilla Juan Maldonado en su artículo Los giros de Giraud) como el continuum gráfico en el que el Teniente Blueberry (ilustrado por J. Giraud) se metamorfosea en el explorador Grubert, el Mayor Fatal (dibujado por Moebius), y donde los cowboys de Giraud sobrevivirían como mutantes en ese western galáctico que es El garaje hermético del gran Moebius.

Releyendo el citado artículo de Juan Maldonado (Cómics, Ed. El País, p. 272) no deja de parecernos una casualidad petrificante que el autor haga uso, para definir El garaje hermético, del mismo término jazzístico con que aludíamos a la resonancia artística de dicha paradoja matemática acerca de Cortázar en Julius Cortázar & Moebius Big Band.

La cita textual reza así: “A modo de una gigantesca jam session, asistimos a una historia del futuro...”. Tales coincidencias significativas entre los dos mundos paralelos de Jean Giraud-Moebius -algunas de las cuales apuntamos ya en Julius Cortázar & Moebius Big Band-, parecen confirmar la paradoja del matemático alemán del siglo XIX Moebius en el bocadillo de un capítulo de El garaje hermético, donde el Mayor Grubert exclama: “Moebius es un horrible principiante”, auto-ironía que viene a confirmar la “continuidad de los parques” entre la vida y la obra.

“En mi Casanova he llamado Moebius al personaje de un viejo médico, herborista, homeópata, mitad mago y mitad brujo: era un modo de demostrarte mi simpatía, mi gratitud, porque eres formidable”, declara Federico Fellini en el prólogo –en forma de carta al autor- para el volumen Moebius (Les Humanoides Associés, Paris, 1979). Por mi parte, no recuerdo cuál sea la “banda” sonora de esa secuencia por amnesia musical.

Pero, dándole vueltas a la posibilidad de ampliar a través de la música la dichosa Banda de Moebius a otras disciplinas, me topo con Gödel, Escher, Basch Un Eterno y Grácil Bucle, de Douglas R. Hofstadter, monumental ensayo que a través de la música barroca de Bach, las paradojas visuales de Escher y el teorema matemático de Gödel se plantea la posibilidad del análisis de un sistema de pensamiento desde el interior de sí mismo.

En la misma página de la Historia del Cómic editada por El País de donde he extraído la cita (p. 263) encuentro una alusión de Enric Sió a la Batalla de Vitoria, cuya inmensa maqueta asegura tener él en su casa, en su artículo A gatas -sobre el dibujante trotskista Guido Crepax-, del que transcribo este párrafo:“Crepax no ha estado nunca en la llanada de Vitoria. Pero seguramente se acuerda todavía...”. Y dicha mención me trae a la mente a un antiguo amigo, comunista y artesano en la Llanada alavesa, y su admiración por El equipaje del Rey José de Benito Pérez Galdós -¿qué tampoco puso jamás el pie en esta Llanada alavesa?-, aquel episodio nacional en que se novela ese mismo hecho capital en la arqueología histórica de nuestra provincia.

No puedo evitar entonces que me sobrevenga el recuerdo de mis años de Bohemia –y desilusión-, al poco tiempo de la “Revolución de Terciopelo”, y doy con otro homenaje implícito a Moebius en aquella escalera de caracol trenzada que asciende -y desciende-, construida junto al “Laberinto de los Espejos”, a lo más alto -y a lo más bajo- de la torre conmemorativa de la Exposición Internacional de Praga de 1891, en la colina de Petrin.

Sonrío para mí, con recogimiento, en el día Internacional del Trabajo –festividad de Todos los Santos Obreros Mártires-, mimando un mohín de conmoción, afectando una nostalgia fría y translúcida por lo que pudo haber sido y no fue.

Y es que no puedo olvidar, a la postre, esa noticia reciente del descubrimiento de una afección muscular que, al menos en los Estados Unidos, impide reír a los niños y que ha sido bautizada precisamente con el nombre de “Síndrome de Moebius”.


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