nº 50 - Mayo 2004 • ISSN: 1578-8644
Del interés del arte por la memoria
kepa murua
La memoria es parte de la historia. En el arte un motivo que nos conduce al recuerdo. El recuerdo, pasado que nos retrata en el momento. La escritura, estudio de una historia que nos dice cómo somos. El arte, escena de un estudio que nos recuerda cómo hemos sido desde el momento que descubre al hombre como epicentro de vida y muerte. La muerte viene con el olvido, la vida tiene sustento en la memoria. El arte tiene sus lenguajes de recuerdo: una fotografía, un objeto, una escena en un dibujo, una escultura, un retrato, una casa, un jardín, una fuente, un mar pintado, un testimonio que necesita verse alejado de su propio tiempo, un detalle que cobra plena realidad ante los ojos del que lo contempla. El concepto que tenemos de la memoria en el arte está ligado al recuerdo del espectador, puesto que los documentos del pasado en el campo de la escritura son los textos de la historiografía artística que hablan de los hechos tal como fueron. En el campo de la mirada los documentos son objetos artísticos que recapacitan sobre un momento de la historia. La memoria es esencial para entender la historia, crucial para entender el arte, importante para conocer la civilización, la cultura que se impone como un rasgo esencial del arte para entender la vida. La memoria es un pozo del conocimiento y un espacio del arte en tanto no se disperse su valor como una constante más de la necesidad que tiene de sobrevivir en un mercado, que cada día que pasa sobrevive sin apenas referencias. El instante del arte, lo efímero de su magia, la banalidad de la nada documental, como una representación del arte que gira en torno al artista, destaca por la ausencia del hombre que no se sitúa en el eje de su tiempo porque no es útil la memoria, de la misma manera que ésta no responde a las expectativas que genera el arte en torno a su propio significado. De la misma manera que el artista huye del hombre, el arte abandona la necesidad de un testimonio para conformarse con una modernidad que no sabe adónde se dirige cuando encamina sus pasos sobre tantos ojos ciegos, en busca de un brillo instantáneo que quiere ser algo, pero no puede olvidar que no lo consigue. Que quiere borrar sus recuerdos más profundos para que prevalezcan las ideas más superficiales. El arte tiene sus lenguajes de recuerdo: el mismo arte que se recupera un día sin saber por qué, aquel objeto que no se sabe de dónde viene, aquella pieza que no se sabe quién la hizo, ni a qué tiempo se corresponde.