nº 50 - Mayo 2004 • ISSN: 1578-8644
Agata y otros ojos
"Los profesores"
mari carmen moreno
Los profesores, que asumimos el reto de la enseñanza de nuestros clásicos literarios, topamos no sólo con la desmotivación de nuestros alumnos, sino lo que más grave, con la falta de programas académicos que apoyen nuestras propuestas: la literatura ha dejado de ser importante en nuestros programas, en aras de una competencia comunicativa ante todo oral, que facilite al alumno las capacidades necesarias para enfrentarse a los retos de nuestra cultura actual.

Creo que es un error que nuestros alumnos acaben sus estudios sin tener un mínimo bagaje cultural. Sé que es duro, sobre todo hoy cuando lo más fácil es pensar que no es culpa nuestra, sino suya que no quieran aprender. Puesto que ellos están desmotivados, debemos asumir de entrada que enseñarles los nombres de nuestros clásicos no les servirá en el futuro de nada. Pero ahí reside el error. No reduzcamos, por favor, nuestra literatura a la mera retahíla de nombres sin ton ni son, cuya única rentabilidad sería –por ejemplo- presentarse a un concurso televisivo que muestre su capacidad retentiva.

No es vergonzoso pues, que el profesor obvie en los exámenes el compendio de fechas, listas insalvables de autores y obras o pase por alto que un alumno no se sepa los supuestos básicos que enseñan en nuestros libros de texto ¿qué es la literatura?, con letras sonantes e incluso colores tipográficos llamativos, pero en definitiva deben aprenderse nuestros chicos. Pero de ahí a privarles de su lectura, de la sana costumbre de la recreación de los motivos que facilitaron que una obra como La Celestina pasase a ser uno de nuestros clásicos incuestionables o el porqué las obras del teatro clásico contribuyeron a crear una “ideología determinada” que, si bien las exime de crítica al sistema, al menos supuso en su momento que todos y cada uno de los estamentos sociales pudieran asistir a la representación teatral. Si un alumno –uno solo- muestra un cierto interés hacia una obra tan valorada por nuestra crítica como es “Coplas a la muerte de su muerte” y si, salvando la distancia temporal, conseguimos que la clase se interese por la actualidad de sus presupuestos al mostrarles la emoción de su autor. Si llegamos más lejos en nuestra pretensión al explicarles la cosmovisión medieval ante el tema de la muerte, y como este tema recorre nuestra literatura clásica y pese a sus distintas vertientes sigue siendo uno de los más recurrentes.

Fijémonos –por ejemplo- en los procedimientos utilizados por nuestros autores a la hora de escribir un poema. Mostrémosles como se escribe un cuento, cuáles son los tópicos asumidos, cuáles los tipos de conexiones lógicas que repiten los escritores y el porque una obra, aparentemente plagada de procedimientos itinerantes, que se han repetido una y otra vez, puede llegar a convertirse en un clásico.

Claro que, que para que todo ello sea viable, tenemos que ser pacientes: esa paciencia que a veces puede parecernos insalvable. Los alumnos, incrédulos, escriben poemas siguiendo unas bases prefijadas basadas en el uso de procedimientos reiterativos que el autor siguió hasta conseguir su poema. En el libro “Comentario de textos literarios” de la editorial Almadraba aparece este poema de Benedetti: “Otro cielo”, perteneciente a su libro “Inventario” ( 1980) donde se evidencia como el autor respeta una estructura subyacente en su escritura. Pues bien, les pedí a mis alumnos, tal y como aparece en la propuesta de la actividad, que siguiesen esa estructura prefijada y escribiesen un poema paralelo. Les aseguro que el juego no fue gratuito. Los resultados obtenidos fueron estimulantes. Algunos de los alumnos- no todos por supuesto- sentían una cierta emoción en la lectura de sus poemas, otros asumían de antemano que no sabían leer poesía, pero animados por el resto asumieron el reto. No sin cierta vergüenza- dicho sea de paso- los leyeron.. Los menos, buscaron palabras poéticas, que según creían eran las adecuadas para el poema, aunque desconocían su significado preciso. Tuve que explicarles que no es el uso de unas palabras determinadas lo que hace que un poema lo sea, y que incluso aún con las palabras más simples, podemos construir poemas de calidad –cífrese algunos de los de Alberti “ Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”. Todos y cada uno de ellos, sentían una cierta emoción al escucharse a sí mismos o escuchar a sus compañeros. En definitiva, que depende de nosotros. Claro que es difícil, pero ¡qué le vamos a hacer¡ Sólo soy una profesora de literatura.