nº 51 - Junio 2004 • ISSN: 1578-8644
CINE:
Sueños en la caverna
"El espectáculo de Troya"

alex oviedo
Desde siempre, Roma y Grecia han estado presentes en la historia del cine. Durante muchos años, era habitual hablar de cierto tipo de películas refiriéndose a ellas como “una de romanos”, filmes que reflejaban de manera más o menos coloreada los juegos entre los dioses, las aventuras de los héroes clásicos o las disputas personales entre personajes días antes de que estallara la ira de un volcán, por poner algunos ejemplos. Pero durante esas décadas hablar de cine de romanos era aunar a todo un conjunto de títulos cuya única relación consistía en tratar los acontecimientos de una época de la que sólo se sabía a través de los libros y en ocasiones de la tradición oral.

Pero existía un cierto halo rudimentario, de película de serie B, en el que las producciones se multiplicaban prácticamente iguales con la única intención de llenar las salas. Las historias se sucedían entre decorados de cartón-piedra, los personajes aparecían sin que en ningún caso recordásemos sus nombres y sólo en algún caso encontrábamos algún título que merecía formar parte de la historia del cine.

Muchas de esas películas hacían referencia por igual al imperio romano, a las luchas entre griegos y troyanos o a la resistencia cristiana. Otras tomaban como base las luchas de unos héroes griegos manejados por dioses juguetones y con monstruos de plastilina que cobraban vida y se movían por obra y gracia de la tecnología. Sólo alguna de ellas han perdurado en el tiempo como es el caso de “Ben-Hur”, “Espartaco”, “Los diez mandamientos”, “La caída del imperio romano”, “La Odisea”, “Cleopatra”, “Quo Vadis” o alguna de las superproducciones sobre la vida y muerte de Jesucristo. El resto han entrado a formar parte del olvido.

El cine, sujeto también a las modas y a la dictadura de la taquilla, había olvidado cualquier referencia a ese cine de romanos. Pero “Gladiator”, “La Pasión de Cristo” y, sobre todo, el éxito obtenido por estos títulos ha hecho florecer nuevamente a los personajes épicos, las guerras míticas y a los héroes venidos del pasado. A ello han ayudado además los avances en nueva tecnología, avances que han permitido multiplicar hasta el infinito la imagen de barcos de guerra o de soldados dispuestos a entrar en batalla y que han facilitado el desarrollo de algunas de las superproducciones.

“Troya” es en este sentido toda una declaración de principios de cómo ha de hacerse un filme espectacular que te mantenga durante casi tres horas pegado a la butaca. Hay en ella una historia reconocida, atractiva, narrada con pulso por un director del oficio de Wolfang Petersen (“En la línea de fuego”, “La tormenta perfecta”) y con actores que captarán la atención del gran público: Brad Pitt como Aquiles, (protagonista fundamental de la película pese a su gesto pétreo en ocasiones y a su histrionismo en otras); Eric Bana como Héctor (un actor que comienza a ser valorado como se merece); Orlando Bloom en el papel de Paris (al que parecen sentarle bine los personajes de otras épocas, como vimos en “El señor de los anillos” o “Piratas del Caribe”), Sean Bean dando rostro a Ulises (un gran actor secundario más contenido que muchos de sus compañeros principales) o Peter O´Toole (un viejo rostro conocido que le da empaque a la producción).

En definitiva, buen espectáculo, gran reparto, un guión bien llevado (al que quizás se le puedan achacar ciertos flecos con respecto a la “Ilíada”, aunque la obra de Homero es demasiado densa para una sola película) y unos efectos especiales que apoyan las imágenes sin que prácticamente nos demos cuenta de que están ahí (cosa que no podemos decir de muchos de los títulos que nos llegan de América).