nº 52 - Julio/Agosto 2004 • ISSN: 1578-8644
"Especies en extinción"
enrique gutiérrez ordorika
El patrón internacional que se emplea para definir los estados de conservación en el que se encuentran las distintas especies admite nueve categorías diferentes que van desde (Ex) Extinta hasta (NE) NO Evaluada, pasando por (CR) En Peligro Crítico, (VU) Vulnerable o simplemente de (LC) Preocupación Menor. El narrador del documental televisivo acompaña sus palabras de denuncia con bellas imágenes de veloces guepardos, una pelea de rinocerontes blancos y una panorámica de la cubierta de un barco con dos cadáveres de un gigante marino llamado rorcual azul. El lobo de Tasmania se extinguió en 1936; el último tigre de Bali desaparecía en 1952; en 1990 sólo quedaba un ejemplar de la tortuga de Abingdon; en la actualidad viven menos de treinta papagayos lechuza y apenas dos centenares de monos lanudos. La lista de seres vivos condenados a la extinción, hoy en día, resulta interminable.

Desde hace ya algún tiempo, cada año, a principios de julio, como estivales pájaros migratorios recién llegados, inunda el parque de Santurtzi una sonriente bandada de niños de inmensos ojos negros e intensa piel morena, poseedores de una bulliciosa y antigua vitalidad que hace tiempo que han perdido los infantes del viejo continente. Niños alegres, venidos de lejos, a los que algunos lugareños adultos observan con la triste incomprensión de los que recelan de cualquier desinhibida espontaneidad, actuando como si considerasen que disfrutar de una existencia anodina formara parte de sus supuestas e irrenunciables conquistas civilizadas.

Son niños a los que, todos los veranos, las alas de la solidaridad traen a pasar unos días de vacaciones entre nosotros. Niños provenientes de lugares de nombres extraños como Tinduz. Lugares perdidos en el más inhóspito rincón del desierto argelino, donde el pueblo saharaui lleva tres décadas de injusto y criminal exilio viviendo en humildes jaimas. Niños pertenecientes a un hermoso pueblo beduino al que, ante la hipocresía de los ojos del mundo, mezquinos intereses político-económicos de poderosos gobiernos europeos -como el francés, por ejemplo, que sin embargo condena la intervención  de la administración Bush en Irak-  persisten en mantener en el olvido de los (NE) No Evaluados, para que el paso del tiempo deteriore su justa causa convirtiéndolos en una estirpe de olvidados.

“Mira aquel pájaro herido y desplumado de alas que va cruzando el desierto con su garganta de espejismo. Mira aquel lagarto con su lengua de perro, desecado bajo el sol frente a su refugio. Mira las gargantas de este árbol como se asfixian de sed y como sus labios se marchitan para abrazar la arena cuando sopla la quimera de fuego en el desierto. Escucha como hierven los metales en el vientre de la tierra y como arde la arena de su funda bajo los pies descalzos de este niño que llora”. Así describen el verano los versos del poeta saharaui Luali Lehsan.

Hace un rato que he cambiado el televisor por la ventana que da a la plaza en la que unos niños juegan a sortear obstáculos echando carreras con un par de relucientes bicicletas. Según cuentan los nómadas del Sahara existe un pájaro llamado bubisher que siempre trae buenas noticias. La  esperanza siempre crece en el rostro de un niño que sonríe.