nº 47 - Febrero 2004 • ISSN: 1578-8644
Del interés del arte por la locura
kepa murua
El artista tiene miedo del arte cuando es utilizado como actividad encubridora para una locura que se impone a los ojos de los espectadores. ¿Qué pretende el arte? ¿La locura del artista con el aplauso de la gente o la magia del objeto que vuelva locos a los espectadores? ¿Qué quieren los amantes del arte? ¿Gozar ante un objeto que les abruma en su conocimiento del mundo o sentir la humillación del artista ante las necesidades reales de la sociedad? El espectador acude con las manos en sus bolsillos a mirar lo que no pueden hacer sus manos y en su visión del mundo incorpora el recuerdo del artista extraviado, maldito, enfermo de rabia, loco de cólera, eternamente vanidoso, encaprichado con una quimera como es la búsqueda de su identidad ante la confusión que le rodea. El espectador quiere sangre, necesita de los artistas donde impera la biografía más desequilibrada por momentos. Cuanto más loco, más artista, parece decir la historia del arte. Cuanto más cuerdo, más frío y racional el arte que embarga como si nada a la gente. Pero el arte no exige nada a cambio. Es el artista el que se empeña en seguir una interpretación equivocada de la realidad al pie de la letra cuando antepone su locura a la vista del resto de la gente como un pretexto de su arte. Sólo que lo que parecía un pretexto a primera vista, con el tiempo se convierte en una droga. Cuanto más lejos se vaya, más adentro de las cosas se vive. Cuanto más lejos, más arte. Pero el retorno no tiene una constancia palpable en la mente del hombre. A veces se va tan lejos que es imposible volver a lo que éramos. En el camino un atisbo de locura que no salva a nadie. Ni al artista, ni al espectador que pide el más difícil todavía, ni al arte que nada pide. Y como el artista no se puede convertir en un objeto artístico cuando ya no puede olvidar su locura, algo le dice que es imposible la retirada. Algo que es indiferente a la gente que ama el arte como quien disfruta con la decoración de las cosas en un mundo donde se apilan objetos. Cuando los recuerdos se mezclan con la locura, es tarde para volver a empezar de nuevo.