nº 46 - Enero 2004 • ISSN: 1578-8644
Kazkastan también existe
"La ciudad sin viento"

javier martin
En Almaty las mañanas de invierno pueden ser muy frías. A veces, tienen esa gelidez serena y casi dulce de los lugares donde no sopla el viento.

Vivo demasiado cerca de mi trabajo y eso me hurta el placer de pasear al amanecer por las calles desiertas de esta ciudad sin historia, en la que sólo aspiro a ser un extraño.

Almaty carece de eso que en Europa llamamos Casco Antiguo o Centro Histórico para referirnos al lugar reservado en las ciudades para almacenar los vestigios del pasado. Aquí no hay calles empedradas ni recoletos rincones tallados por los siglos. Con escasas excepciones, los monumentos los levantaron con disciplina funcionarial torpes ideólogos del presente o visionarios de alcance quinquenal. La grandeza la ponen las montañas, siempre ahí mismo, al alcance de la mano. Ellas nos recuerdan que antes de existir la ciudad (hace sólo 200 años), los pobladores de estas tierras eran nómadas.

Algunas de esas frías mañanas, después de encomendar a mi hija a la sonrisa de Sacha, el conductor del autobús escolar, rechazo la inminencia de mi jornada de trabajo y rehuso también regresar a la tibieza del lecho. Esas mañanas excepcionales, mis botas se hunden en la nieve o avanzan inseguras sobre el hielo de unas veredas irregulares. Bien resguardado del frío, camino por inverosímiles espacios sin tráfico, atravieso jardines abandonados y parques oxidados; me pierdo durante unos minutos entre filas de contenedores metálicos anclados sin orden en medio de la calle, y me dejo invadir por la misteriosa belleza de lo que no es bello y carece de historia y aun de propósito.

Cuando pongo fin al paseo y me reintegro al calor de mi cómodo despacho, miro hacia las montañas sin deseo, observo la quietud de los carámbanos suspendidos de los tejados y comprendo la importancia de que en Almaty no sople el viento.

Sé entonces con toda certeza que si las ramas de los árboles se agitaran, mis palabras serían otras y otros mis sentimientos hacia esta ciudad sin historia y sin viento en la que resulta tan fácil ser extranjero.