nº 57 - Diciembre 2004 • ISSN: 1578-8644
Cruce de caminos
"P.M.F."
maría luisa balda
Las decisiones, esas que realmente importan a los ciudadanos, con frecuencia no suelen atenerse al dictamen de la experiencia, ni tampoco a las propuestas de los entendidos en las distintas materias

Pero, quizá para aparentar que todos somos técnicos, se ha puesto de moda reducir los enunciados a siglas. Y, jugando a seguir las modas, podemos inventar un nuevo conjunto de iniciales: PFM

PFM (Profesionales Fácilmente Manipulables) designará a ciertos profesionales modernos que tienen como único objetivo dar cumplida respuesta a los deseos de sus jefes, sean estos políticos o empresarios. P.F.M. son también el tipo de profesional que en numerosos casos son nombrados hoy para ocupar puestos de mediana responsabilidad

Los PFM son esos nuevos profesionales, ambiciosos en su parcela de competencia, peleadores por los puestos de cierta relevancia económica y conocedores de que, en su carrera, siempre resultará beneficioso dar la razón al jefe. A estos nuevos profesionales les resulta de todo punto improcedente tener opiniones o conductas que "pongan peros" a las órdenes y, de este modo, la crítica o la rebeldía dentro de cualquier campo profesional parece estar siendo pulverizada

Una vez escuché una advertencia dirigida a los jefes: "No es bueno tener gente sobresaliente en los equipos". Que cada cual interprete esta frase como su mente le dicte

Quizá por estos y otros motivos, algunos cargos técnicos intermedios, jefaturas, jefaturillas, puestos de mediana y pequeña responsabilidad, están siendo asignados a profesionales lo bastante manipulables como para que acepten con pocas quejas las reglas del juego del régimen que impere, sea cual sea el centro de trabajo. Profesionales que, a su vez, siguiendo la estela de sus superiores, obvien los problemas, los escondan, echen las culpas siempre a elementos externos y que -buenos alumnos- pronto aprendan a manipular a sus subordinados y a dividirlos para que apenas nada pueda ser cuestionado con fuerza

Vamos a intentar una análisis de lo hasta ahora dicho:

Muchos políticos, y pienso que numerosos empresarios también, no desean profesionales irreducibles y, por tanto, tampoco desean contratar a personas conscientes de la responsabilidad social que su trabajo implica

Los jefes, conocedores de las estrategias del mercado (esa lonja en la hemos convertido al mundo), lo que desean es no tener problemas o, al menos, poseer la habilidad de soslayarlos u ocultarlos. Resolverlos no interesa. Resolviendo problemas se pierde tiempo y si, además, ocurre que las dificultades y complejidades de los asuntos crecen sin parar, si tan difícil es darles solución, se opta por el camino más infantil, por el que nunca conseguirán ser resueltos: ocultar o negar que los problemas existan

Si estallaran -como a veces ¡menos mal! estallan-, cada jefe ante su jefe, y éste ante su superior, y éste ante el suyo, perderían confianza y apoyo. Así que, insisto, la solución es fácil: se niega el problema y de este modo no hay que complicarse la vida intentando solucionarlo y afrontando el riesgo de fracasar

Hoy bastantes jefes exigen profesionales de "alta fidelidad", reproductores fieles de sus mandatos. Una "alta fidelidad" que significa, como antes hemos dicho, tener contento al jefe, no disgustarle en nada ni por nada, y seguir sus consignas pese a quien pese. Y ocurre entonces que cada inferior mantiene ese estilo de relación con su inferior más próximo, y se conforma de este modo una estructura de pirámide hueca e invertida, cuya punta es la base, y en ese ínfimo lugar es donde únicamente se puede trabajar a conciencia y en conciencia

Asimismo, este tipo de fidelidad implica la parcelación de los equipos, porque el estilo de relación que marca impide que los cometidos sean compartidos. Los trabajadores, de este modo, terminan divididos a la hora de resolver los problemas que deberían afrontar en conjunto, y divididos también para sostener cualquier idea que pueda perjudicar al sistema

Esa estrategia de "divide y vencerás" que se impone progresivamente, convierte a las personas de a pie en seres cada vez más solitarios, sin apenas comunicación ni tan siquiera con el compañero que se sienta en la mesa de al lado en la oficina, ni con el que está cerca en la cadena de montaje. ¿Qué importa que el trabajador, a veces con responsabilidades directas sobre la ciudadanía, esté necesitado de apoyo? ¿Qué importa que su soledad profesional agote sus fuerzas y se desvirtúe así su trabajo?

Siguiendo la espiral de este modo de incomunicación y división, los ciudadanos también nos distanciamos unos de otros, perdiendo fuerza para encarar los problemas que a todos nos competen: esos de cariz social que, cuando estallen, exigirán responsabilidades a las instituciones públicas y privadas

Y, para completar el panorama, llegamos en este análisis a nombrar el fiero afán de algunos dirigentes y directivos porque no salgan a la luz pública los trapos sucios. La fórmula puede llegar a ser así de perversa: se dice que se hace una cosa aunque ni se haga ni interese hacerla. Otras veces, se imaginan productos o programas que se presentan como bien interesantes o prácticos, aunque luego sean inoperantes o inútiles. Más allá se fabrican anuncios y mensajes publicitarios haciendo creer que, en la pura verdad, lo que interesa es el consumidor, sea éste pagano o votante

Envolviendo en lazos y papeles brillantes la caja en la que se venden las medias de seda o los programas de actuación, se consigue deslumbrar a quien los mira: ¿qué importancia tiene que dentro pueda haber sólo un mal tejido sobre el que se han rociado unas gotas de perfume?

Y, llevando esta perspectiva a su punto álgido, si algo se airea, si algo sale a la luz pública y lo que trasciende puede dañar a la marca registrada (sea ésta de zapatillas o de partidos políticos), se puede comprobar que bien se culpa del asunto a las malas artes del partido contrario, o bien se acusa de deslealtad a los competidores, porque todos quieren hacerles daño

Y así damos por concluido este intento de descripción de un paisaje cada vez más plagado de situaciones insatisfactorias, cada año envuelto en un aire más enrarecido, y en el que cada día se están ahogando más profesionales no tan fácilmente manipulables.