ISSN 1578-8644 | nº 42 - Septiembre 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"Carmelo Ortiz de Elgea: más"
arantza fernández

Carmelo Ortiz de Elgea ( Aretxabaleta, 1944) cuenta que en unas Navidades le regalaron una caja de colores y que recuerda que salió al campo y pintó.

De vuelta a casa, la imagen del paisaje debió de convertírsele en un juguete que el niño pintor adivinaba solo, y la necesidad de buscarle compañeros le hizo salir de nuevo a la llanada alavesa y volver a atrapar otro paisaje.

Y así hasta hoy- dice el pintor, que no se recuerda haciendo otra cosa que no sea pintar y del que se presenta una exposición antológica en el Centro Cultural de la Villa de Madrid ( Plaza Colón) a partir del 3 de Septiembre, durante un mes.

Un paisaje junto a otro y otro y otro son los poemas que escribe, los relatos que narran lo que el ojo escogió para el pincel. Su vida es una marea de óleos que no cesa, una memoria tejida por lo que apresa el iris, un ir y venir del mundo al estudio y del estudio al mundo. Ningún otro oficio para este pintor que premiaban desde niño, ninguna otra ocupación sino el pintar para intentar atrapar aquello que está más allá de la pintura: la emoción. Ortiz de Elgea vive al acecho de la sugerencia que una vez en el lienzo, multiplica su poder evocador desde un expresionismo rotundo: lo que me interesa es la pintura, intento conseguir una pintura que nazca de la pintura.

En el estudio un enjambre de ángeles y pájaros revolotea en una composición que no teme a la mezcla de planos, de temas ni de pinceladas. Las cascadas azules, los icebergs, los cauces de los ríos, el cráter de los volcanes... La grandiosidad de lo que abarcó el ojo se traduce en telas enormes sobre las que el punto de vista planea alto. Ortiz de Elgea es afortunado y mira desde el cielo los remolinos, los destellos del hielo, las fumarolas..., el pintor se inventa lo que no vio y lo que vio. El pintor es libre y valiente como los ángeles y los pájaros que se ven a la entrada de esta nave- estudio repleta de mundos e historias.

Ortiz de Elgea es atrevido y mira de frente al árbol amarillo, al árbol de cristal, al árbol rosa, al árbol llamado Arantxa o al que se titula Regreso de madrugada o al Castaño milenario. Ellos y él se han debido de hablar frente a frente: el pintor, amigo de los escultores, se coloca de cara al tótem del bosque.

Las composiciones alternan técnicas o las mezclan con gran atrevimiento, el equilibrio que busca el artista no es el primero que aflora en la tela, es una armonía que nace una vez superada la dificultad de la composición. De esta manera, el desmantelamiento de la industria de Bilbao o los parajes de la Rioja se observan en un único plano en algunos de los cuadros, mientras que en otros, se fraccionan y rompe la lógica espacial a favor de una lógica mucho más pictórica. O la nieve se trocea, y es mucho más nieve porque es mucho más pintura y menos nieve. O las palmeras y las pirámides y los desiertos destilan mayor luz y son “más” en nuestra pupila.

Paisajes por los que quieres transitar y de los que quieres huir, ciudades de bicicletas retorcidas, Chicago conformado desde las ventanas - luciérnaga de sus rascacielos, manglares y riadas, calles reconocibles y figuras humanas en difíciles equilibrios. La tranquilidad de las imágenes nocturnas, la agitación de algunas viñas, los caminos de trazo nervioso, las aguas en calma, los colores.

Ortiz de Elgea recolecta todos estos paisajes- tesoro desde niño con un tesón que no conoce el descanso y nos asombra. Cuando los miras se podría decir que él los vuelve más verdad, mejor verdad: la pintura. Y cuando miras a Carmelo Ortiz de Elgea te das cuenta de que esos paisajes también lo han puesto a él al descubierto, que lo han vuelto más pintor, mejor pintor: más Carmelo Ortiz de Elgea.

Es una historia de amor.