ISSN 1578-8644 | nº 44 - Noviembre 2003 | Contacto | Ultimo Luke
La quinta columna
"Plumas y engranajes"
luis arturo hernández

Jarmila Una historia de amor de Bohemia, de Ernst Weiss, Ed. Minúscula, 2002

Cuando el talento logra trascender el cuadro de costumbres –la vida cotidiana de unos personajes populares-, dotándolo de una sutil trama simbólica sin extirpar su raigambre realista, surgen en la literatura de este siglo pequeñas joyas literarias como esta Jarmila del escritor checo en lengua alemana Ernst Weiss, nouvelle inédita escrita hacia 1937.

El imprevisible funcionamiento del reloj recién comprado por el narrador en París en vísperas de su viaje a Bohemia –que adelanta y atrasa injustificadamente- sitúa al lector a las puertas de lo extraordinario emanado de lo cotidiano alzando ante él como símbolo de lo enigmático unos pajaritos autómatas –a los que se da cuerda-, y que un misterioso relojero pone a la venta en la Plaza de San Wenceslao de la capital de Checoslovaquia.

Que esos juguetes estén recubiertos de plumón de ganso de Bohemia cierra el triángulo simbólico del amor –placer del plumón, fruto del doloroso desplume de gansos en vivo- y la muerte –cuenta atrás del tiempo en la maquinaria del reloj-, que se confunden en el pajarito mecánico, síntesis de la sensualidad de las plumas y el ansia de la vida a plazo.

La pasión entre Jarmila, casada infiel bohemia que despluma los gansos de su marido, y Kohoutek, un relojero del lugar que sueña como en la América kafkiana con emigrar, representa la síntesis del eros y thánatos en la vida de los amantes, en una misma cama: plumón de la almohada y muelle del somier –para batallas de amor, campos de plumas-.

ET IN ARCADIAM EGO! o LA PEQUEÑA CIUDAD DONDE EL TIEMPO SE DETUVO

“(...) y un expreso de eso le arroyó los pavos ¡algo digno de ver! puesto que, si normalmente un expreso, al ir tan de prisa, arrastra tras de sí papeles y ramitas, en esta ocasión atrajo tras de sí plumas y trozos de pavo, y una estación más allá le cayeron al jefe de estación tres muslos, y al de la estación siguiente le cayeron las plumas, como si un edredón se desgarrara... ”

Bohumil Hrabal, Lecciones de baile para mayores

Y esa vida blanda –muelle-, que recuerda las ingenuas estampas bucólicas del checo J. Lada o los joviales y amenos cuadros de costumbres del moravo Hrabal –La pequeña ciudad donde el tiempo se detuvo, sin ir más lejos-, oculta una bomba de relojería que provoca un desenlace fatal, a partir de equívocos de consecuencias irreparables, errores trágicos como ironías del destino –el almacén “desplumado” por el celo y los celos de “Bombardón” y el fuego en el montón de heno del mismo marido, bombero honorario con “cornamenta de búfalo”, por parte del incendiario Kohoutek, causa de la muerte de Jarmila y los mendigos respectivamente-, poniendo de relieve el engañoso juego de las apariencias –el choque entre la ensimismada experiencia interior y las contingencias de servidumbres, traición y muerte que se ciernen en el exterior del yo- como un insólito fruto del azar y revelando la causalidad oculta de lo simbólico bajo la casualidad diaria, como una espiral de reloj, como el grotesco muñeco de resorte de una caja de sorpresas.

Y no es ajena a esta fatalidad la propia onomástica de los personajes: desde “Jarmila” –“la que ama la primavera o es amada por ella”, como lo traduciría el también moravo Kundera- hasta su hijo Jaroslaus –Jaroslav, “quien festeja la primavera”-, pasando por Kohoutek, el seductor, que parecería remitir etimológicamente a “kohout”, un gallo de corral, que se pavonea y acaba sin plumas y cacareando, y es irónicamente “grifo”–¿de manguera?- o “gatillo”-de arma de fuego-, o Maruschka –María-, novia de Kohoutek y madre–madrastra y virgen- de los hijos de aquél con Jarmila, tras casar con Bombardón.

TAMBIÉN EXISTE LA MUERTE EN LA ARCADIA UTÓPICA Y FELIZ o RELOJ, DETÉN TU CAMINO

En efecto, la atmósfera pagana de esta pasión natural eslava en el cruce de caminos de Centroeuropa permite entrever un crisol de resonancias mitológicas de las más variadas culturas –no en balde Weiss era un cosmopolita escritor moravo en lengua alemana-, en que se funden la germánica Saga de los Nibelungos con la Tradición judeo-cristiana en la Jarmila/Brunilda/Lilith, rival de Maruschka/Crimilda/Eva en el corazón de Kohoutek, que se inmola atravesándose el corazón con el muelle del reloj a modo de estilete, saeta -afilada como un cañón de pluma- del reloj de sol clavada en el pecho del vampiro, que exorciza la posesión del Maligno en un relato de luces –amor a las claras, a plena luz del día- y sombras –relato nocturno del mismo en una taberna-, en contraluces de Bohemia.

Y es así como el hilo rojo que atraviesa el envés del tapiz va configurando la alegoría del hombre como artefacto de medir el tiempo –muelle o volante que salta al compás de un corazón de rubíes en la caja (del reloj) del pecho-, ese “viejo y pobre reloj, ya inútil” -págs. 91-95-, poniendo en su punto y hora el destino, tras la ruptura del tiempo con que arrancó el relato, en la hora bruja -brújula sin norte-, como un tren parado para siempre.

NARRADORES SIN FRONTERAS

“(...) aunque sólo sea para obtener –acerca de la cuestión de las fronteras, que hoy se ha vuelto tan terriblemente importante- información sobre las mejores vías y las mejores tretas para cruzarlas.”

Ernst Weiss, Jarmila

A medida que el mecanismo narrativo se acelera –con el corazón en la boca-, el relato resulta ser una caja china en la que el narrador-autor –poco menos que un testigo ocular (por hacer honor al único título de Weiss aparecido en castellano), asomado al marco de la novela ejemplar- acaba incorporado a la trama, implicado en la acción, como auxiliar inmerso en el desenlace de la “historia de amor de Bohemia”, en sentido inverso a como la Historia de Europa determina la evocación por parte de Weiss de ese Protectorado del pequeño país checo desde un París aliado, donde se ha refugiado tras la ocupación nazi, en un momento en que la población pasa de “hacer el ganso”a marcar el paso de la oca.

Y esa permeabilidad entre las fronteras geográficas –de París a Praga, al comienzo; de Praga a París, para el desenlace-, trasciende las fronteras temporales entre la evocación –ficticia- del tiempo narrado de Kohoutek y la seudo-realidad del tiempo de la narración de Weiss, transitando del pasado al presente, ida y vuelta, marcando el ritmo interno con el tiempo contado, al compás de una pluma de ganso que intenta retenerlo a través de la escritura y presagia, en trágica puesta en abismo –vértigo de la angustia provocada por los resortes del Poder-, el suicidio del propio Weiss –plumífero con los días contados y que no hablaba por boca de ganso-, en 1940, poco después de construir este maravilloso juguete roto que es Jarmila, obra maestra en letra pequeña que constituye una enorme aportación de la editorial “Minúscula”al redescubrimiento de las letras centroeuropeas –incluyendo un ilustrativo Posfacio sobre el contexto histórico y sentido de Peter Engel