ISSN 1578-8644 | nº 37 - Marzo 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"El centro del mundo"
enrique gutiérrez ordorika
Las cartografías egocéntricas giran alrededor del nudo del ombligo, pero también de los mapas que colgamos de la pared: Bilbao, Euskal Herria, la península Ibérica, el continente europeo. El zoom de nuestra mirada cultural amplifica horizontes, aunque la perspectiva siempre parte de la posición que fija al objetivo de la cámara un trípode que, para nosotros, posa siempre sus patas en el mismo centro del mundo.

Cuando nos asomamos al tragaluz de las emociones, el paisaje de nuestra educación sentimental se acopla como un guante a los puntos cardinales que perfila el marco de nuestra ventana. Fuera de encuadre –nuestra tradición es grecolatina- quedan los abismos del Finis Terre, el delirio de la desconocida Cólquida de Jasón, el inmenso océano por el que deambula Ulises y la frontera invisible que nos separa de las tierras que habitan los bárbaros.

Isaac Asimov, en un breve e ingenioso escrito titulado La tragedia de la luna, atribuye a la existencia del satélite terrestre el origen de la cosmovisión geocéntrica y, con ella, el de las arraigadas concepciones antropocéntricas, etnocéntricas y egocéntricas que desde la antigüedad han regido la crónica histórica del mundo. La humanidad sería otra sin luna.

Hace unos años, un amigo que pasó una temporada viviendo en la India comentaba, al regreso, que su primer encuentro con un mundo distinto se había producido al percibir que en los mapamundis que adornaban las paredes de su hotel en Nueva Delhi, la India ocupaba el centro y nuestra vieja Europa se hallaba considerablemente desplazada hacia la izquierda del papel, en un lejano Oeste.

"Los mapas –como dice Joseba Sarrionaindia –se hacen para mostrar algunas partes del mundo y ocultar otras". Pero el hombre de hoy apenas mira más mapas que los de carreteras ni cuelga mapamundis de las paredes de su casa. La cartografía doméstica ha sido sustituida por la televisión. La pantalla llena nuestra casa con imágenes de los confines más remotos del mundo pero también ilumina algunas partes y oculta otras muchas más.

Recientemente, la escritora hindú. Arundhati Roy. contaba en un artículo periodístico que el pasado marzo, en el Estado de Gujarat, el gobierno de la India había patrocinado el asesinato de 2000 musulmanes. Mientras en Guraraj las mujeres musulmanas eran desnudadas y violadas antes de ser quemadas vivas, el primer ministro indio aparecía en la cadena MTV para promocionar su último libro de poemas. En la lejanía, el incidente ni siquiera ha llenado el epígrafe de un incómodo fastidio.

Si enciendes el televisor es probable que veas al hombre del tiempo anunciando que va a llover fuego en Irak. Y puede que abras un libro de poemas y te manches las manos de sangre. El interruptor del televisor tiene forma de ombligo. No se oye a los obreros trabajar ni tampoco sus voces. Ya lo decían los viejos versos de Konstantino Kavafis. Silenciosamente nos tapian el mundo.