ISSN 1578-8644 | nº 37 - Marzo 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"Los cormoranes"
arantza fernández

La editorial Berminghan de Donostia ha publicado para inaugurar su colección Cuerpo del Aire el último poemario de Carlos Aurtenetxe ( Donostia, 1942) titulado “ Los Cormoranes”. Precede a la obra un prólogo de Carlos Rojas, quien ya señala, ante la rotunda entereza de los poemas, que cada uno de ellos puede ser leído como independiente , - y añado yo, como suficiente, – para dar sentido a un libro que podría limitarse a tener una sola composición llamada dolor. Es, advierto, un poemario sin tregua que muestra un sentimiento desbocado de horror. No hay paz, como no la hay en la vida fuera de los versos, porque la muerte nos husmea y nos persigue. Y nos alcanza.

Aurtenetxe nos indica que somos el milagro y la paradoja de ser los muertos vivos. Y que estamos solos, porque con el poeta consentimos reencontrarnos en la nada que somos. Juntos y solos.

Y da lo mismo , como sugiere Rojas, que invirtamos el orden de lectura y en lugar de comenzar por “Los desocupados” lo hagamos por la creación final que da título al libro. Los versos se contienen como un equilibrista en la certera diana, en la verdad exacta, se mantienen desde el principio en el punto álgido del desasosiego. Aurtenetxe escribe de tal manera que todos los poemas son aves negras. Un crescendo inmóvil que nos deja sin aliento.

O también podríamos decir que en el principio fue el verbo sufrir ya colmado y falto de pudor lo que origina su escritura. O que desde el comienzo fue el luto más acendrado. Pero hay que puntualizar que aunque “ Los cormoranes” es una escritura confesional, ésta es ajena sin embargo a la autocomplacencia victimaria, y que “ Los cormoranes” son la voz colectiva o el pensamiento silenciado de todos en la pluma de uno solo: el poeta. Todos y singular.

Así, Aurtenetxe desgrana sus versos con sabiduría y nuestra atención se ensarta en ellos porque habla por nosotros de lo que ya no nombramos : lo insoportable del dolor, su irremediabilidad. Señálese por tanto, que quien lea “Los cormoranes” se espiará a sí mismo, descubierto en unos versos, frente al espejo de la muerte, y que la lectura lo revelará desnudo ante este absurdo en el que estamos condenados a vivir: “ sin nada que hacer/ ante la muerte/ salvo vivir/ tu muerte que es la mía.

Disueltas las mentiras que nos cubren Aurtenetxe trae el asesinato a sus versos, y queda como óxido espantado, en un páramo yermo, bien visible ese tótem de horror . Expone el poeta la “fisicidad” ( Tolaretxipi, in Mugalari 2002) del mismo con la pericia del cirujano que encuentra el tumor maligno. Los cormoranes sajan la carne con el pico. El mal queda a la vista : entre versos, un huevo que es un ganglio enfermo de maldad y olvido. En la composición “ Para quitar las manchas de sangre de las tapicerías” leemos : “ Cubrir inmediatamente la mancha con una pasta/ de maicena y agua fría/ Frotar con suavidad y ponerla al sol/ para que al calentarse absorba la sangre.” Y prosigue . “ Una vez perfectamente limpias las tapicerías del salón/ asesinar de nuevo”.

En “Los Cormoranes” está recordada nuestra verdad con maestría en el ritmo, en las repeticiones de aire quiásmico, en las aliteraciones elegidas por el un poeta con mucho oficio. Las figuras cargadas de contenido y pura poesía están al servicio de una voz poética que se vacía, se despoja . Una primera persona que declara que “soy cada vez más el que no es” y resuelve aliviada “ Al fin he tirado a la basura mi yo”. Más cerca de la nada observa desde una desnudez que la ha vuelto más lúcida : “ ¿ ...de qué te sirve pensar igual que todas las hormigas/del hormiguero/si eres una hormiga?”

Pero “ Los cormoranes” son , al fin y al cabo, unos pájaros distintos, aves que pueden nadar contra corriente. Tal vez por eso el poemario de Aurtenetxe termina así: “Recuerdo/ la extraña historia del reino extraño/ según la cual/ los cormoranes van a ser suprimidos/ en nombre de la libertad/ por ser lo que son”