ISSN 1578-8644 | nº 40 - Junio 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"Entre la historia y la ética: la trilogía vasca de J. M. Isasi Urdangarin"
antonio casado da rocha

“Me miran y reprueban mi actitud y mi silencio,” escribe el narrador de Y ahora qué, la tercera novela de J. M. Isasi Urdangarin (Bilbao, 1970). “No puedo explicarles que confunden la gestación con el dolor o la vagancia.” En efecto, la gestación de este libro ha sido relativamente larga, pues Isasi ha empleado cuatro años en publicarlo, mientras que entre sus dos primeras novelas sólo pasó uno. El silencio, con todo, ha merecido la pena, pues esta última entrega de su trilogía vasca inaugura una actitud hacia la literatura y la realidad vasca sin parangón en esta tierra. Por decirlo en términos aún más enfáticos, y aunque no sea difícil identificar las influencias en su forma de escribir, creo sinceramente que no hay nadie en el País Vasco que escriba como Isasi: ni con la audacia épica de Variaciones Julen Guerrero, ni con el virtuosismo dramático de Un mundo de Sastre, ni con la justicia poética de Y ahora qué.

Cada una de estas novelas es digna de atención por sí sola; juntas hacen una obra única entre nosotros. Las tres componen algo así como una trilogía vasca, tres novelas históricas del presente; YAQ es, además, una “novela con subtítulos” en tanto que busca hacer de puente entre la literatura vasca en euskera y la escrita en castellano. Tras haber leído VJG también se entiende mejor por qué Camus dijo una vez haber aprendido todo lo que sabía sobre moral en sus tiempos de futbolista en Argel. Aquí, no obstante, no nos detendremos en ese tema, tan central en VJG y que también aparece en UMS; dejaremos también de lado la descripción del franquismo “como esencia misma del poder del Estado” (UMS 138), un análisis de la vida política y mediática española desarrollado hasta la hipérbole en UMS. Sus diatribas contra el gobierno y los medios de comunicación me interesan menos que su lúcida reflexión sobre ciertos temas éticos, que son los que quiero presentar en este artículo.

Sobre literatura y realidad

Las novelas de Isasi se asocian a menudo con la “historia contrafáctica”, un subgénero en el que se habla de “cosas que no existieron, aunque se quisiese que existiesen”. Ejemplos hay muchos, pero quizá el más reciente es La leona blanca, la última novela traducida al castellano de la serie del inspector jefe Wallander. A grandes rasgos, en esta novela del escritor sueco Henning Mankell la trama se sustenta alrededor de un intento de asesinato de Nelson Mandela justo en el momento en que éste reanuda su actividad política tras salir de prisión; de las pesquisas de Wallander, que trabaja en una región al sur de Suecia, depende que el atentado tenga o no lugar. Tanto la realidad sociohistórica escandinava como la africana están retratadas de manera muy convincente y el desenlace final se ajusta a los hechos históricos, al menos tal y como pueden llegar a la opinión pública de Europa occidental.

No obstante, toda literatura es contrafáctica, esto es: no puede ni tiene por qué atenerse a los hechos históricos. Como dijo Thomas Bernhard a sus críticos, “Literatura y vida no coinciden.” O, como también afirmó el novelista Kurt Vonnegut, “las mentiras que se cuentan para conseguir un efecto artístico son la forma mas hechicera de la verdad”. O sea: que para hacer historia contrafáctica hay que conocer la historia real a la perfección y ceñirse a ella, pero que eso no quita que la verdad literaria tenga otras exigencias. Por ejemplo, la famosa recomendación que en su Filosofía de la composición (1846) nos dejó Edgar Allan Poe. Como es sabido, este ensayo afirma que el escritor no debe acomodar sus reflexiones a los incidentes de la narración, sino al revés: después de concebir cuidadosamente cierto efecto singular, inventará los incidentes, combinándolos de la manera que mejor le ayude a lograr el efecto preconcebido.

La literatura no tiene por qué plegarse a la historia real, afirma Poe, pero se diría que últimamente la realidad le ha llevado la contraria y ha acabado por invadir la ficción, como si los escritores que tradicionalmente parecían desenvolverse en el ámbito de la fantasía novelesca hubieran bajado al mundo y a la historia para incorporar lo que allí sucede dentro de sus estrategias narrativas. Es el caso de Soldados de Salamina, la novela de Javier Cercas llevada recientemente al cine, que parte de un episodio de la guerra civil española y cuenta la vida de Rafael Sánchez Mazas, padre del Miguel Sánchez Mazas que fue catedrático de la UPV.

En una entrevista, Cercas afirma que “no es nada nuevo este híbrido entre ficción y realidad” porque “la esencia de la novela es mestiza” y avanza “padeciendo sucesivas crisis. En alguna de ellas, fagocita la poesía, en otra la filosofía, después el periodismo.” Algunos irían más lejos, pues a veces parece que los reality shows amenazan con fagocitarlo todo, de la política a la literatura. Hasta tal punto que más de uno ha pensado que la ficción es mucho más real que esta subnormalidad que nos presentan cada día los reality shows. Las novelas de Isasi parten precisamente de esta constatación: vivimos en un momento “donde la realidad la conforman los medios de comunicación. Ante ese tratamiento mediático, inmediato, sin reflexión, la literatura puede ofrecer su versión ayudada por sus herramientas, como la imaginación.” Isasi propone, pues, un saber literario frente al discurso mediático. Ahora bien, ¿qué clase de saber es el literario?, ¿cómo es la relación entre la literatura y la reflexión ética? A estas preguntas nos encaminamos a continuación.

Valores cognitivos y éticos de las novelas

La disputa entre filosofía y literatura, vieja como los Diálogos de Platón, ha girado principalmente en torno al valor cognitivo o no cognitivo de la ficción. En castellano hay pocos estudios sobre esta disputa; el más reciente, escrito por una catedrática de Salamanca, afirma que la filosofía necesita del auxilio de la literatura por que a veces “hay que contar la verdad de alguna forma. La Literatura y el Arte son un instrumento para mostrar aquello que no se puede decir ni mirar de cerca. De ahí la tensión entre la forma de contarlo y la cruda realidad del daño, entre ‘No se puede mirar’ y ‘Yo lo vi’, los grabados de F. de Goya sobre los desastres de la guerra.”

Aunque se ilustre a la perfección con estampas hispanas, este aserto no es nada nuevo en el panorama filosófico internacional. Quizá la filósofa que más lo haya difundido es Martha Nussbaum, especialmente en su libro Love’s knowledge, una obra en la que se atreve a acercar el estudio de las novelas (en especial las de Henry James) a la filosofía moral. No tanto a la ética como disciplina académica, sino a lo que ella llama “la práctica moral”: nuestra búsqueda más íntima y práctica, el substrato de donde han partido las concepciones filosóficas del ámbito moral. Nussbaum relaciona el valor de los textos literarios para la educación moral con ese “procedimiento aristotélico” que comienza con la pregunta “¿cómo debería vivir un ser humano?” Esta pregunta inicia una investigación que es a la vez empírica y práctica: empírica porque se alimenta del mundo real, de la experiencia de la vida; práctica en el sentido de que su finalidad es encontrar una concepción que permita a los seres humanos vivir juntos. En esa investigación ética la literatura juega tres funciones según Nussbaum:

1. Las obras literarias intervienen para garantizar que tengamos una concepción lo suficientemente rica e inclusiva de la pregunta inicial y del procedimiento dialógico que busca la respuesta.

2. Nussbaum sostiene que la concepción aristotélica requiere ciertas formas y estructuras que sólo se encuentran en ciertas novelas. La mera elección de escribir o leer una novela expresa ciertos compromisos evaluativos con respecto “a la significancia ética de los eventos fuera de nuestro control, al valor epistemológico de las emociones, a la variedad e inconmensurabilidad de las cosas que importan.” Las novelas no son éticamente neutras, pues en su misma estructura se encuentra un núcleo ético, una concepción de las cosas importantes. Al imaginar los eventos del mundo de la novela tal y como los presenta la novela, los lectores rompen implícitamente con ciertas doctrinas éticas que no tienen en cuenta ese núcleo (Nussbaum está pensando en la deontología kantiana y el consecuencialismo utilitarista, pero no entraré aquí en detalles.)

3. La imaginación literaria nos ayuda a aclarar filosóficamente el significado de nuestros valores y creencias, “proporcionando historias de gente que llevan a la realidad esas creencias, historias que nos mostrarían cómo podría ser el mundo de esas personas, con una concreción y un alcance que a menudo brillan por su ausencia en la reflexión filosófica abstracta sobre estos temas.” Es decir, que cierta clase de imaginación literaria ha de jugar un papel primario en la evaluación de las distintas doctrinas éticas, de los distintos modos de vida que tenemos a nuestra disposición.

Para entender mejor lo que quiere decir Nussbaum deberíamos remontarnos a su principal influencia, Aristóteles, este gran maestro de las taxonomías que, entre otras cosas, distinguió entre diferentes formas de saber. Entre esas formas, el saber literario o poético pertenecería a esos conocimientos productivos cuyos principios, a diferencia de los de la ciencia, residen más en el artista que en el mundo exterior. Esto no quiere decir que no existan criterios objetivos para juzgar el arte, puesto que para Aristóteles su función es clara: complementar la naturaleza y aportar aquello que ésta no consigue proporcionar. Lo que también está claro es que el arte es tanto más difícil y valioso cuanto más compleja es la materia con la que trabaja, puesto que la complejidad hace todo el proceso más impreciso e impredecible.

En ese punto, que es el de la diferencia entre arte y artesanía, también se encuentra la conexión de la literatura con la ética. Para Aristóteles, la ética pertenece a los conocimientos prácticos: aquellos cuyo principio es la propia capacidad de deliberar y elegir del agente. La elección de un curso de acción sobre otro es el ejercicio mismo de la ética, sin necesidad de apelar a ningún otro objeto externo. Aquí, naturalmente, nos encontramos en el dominio de lo contingente, de lo complejo. En un pasaje repetido por Isasi en VJG, el escritor Thomas Bernhard lo ha explicado de forma concisa al referirse a un personaje en los siguientes términos: “Las opiniones, cualesquiera que sean, no le interesan cuando se trata de hechos. No está nunca dispuesto, jamás, a actuar de otra forma, a pensar y sentir de otra forma que por sí mismo, aunque como es natural tenga también conciencia, en todo instante, de que todo, sea lo que sea, sólo puede ser aproximación y sólo tentativa.”

La literatura es igual de complicada que el más complicado de los problemas técnicos o científicos. En la medida en que la novela plantea situaciones y juega con las elecciones de los personajes, el ejercicio de la literatura es un experimento ético (por eso también dice António Lobo Antunes que vivir es como escribir sin corregir). No es, por tanto, extraño que Isasi se plantee su última novela “desde una motivación moral”, como una investigación ética, para luego tratar de “crear el armazón que sustente esa duda”. Aceptemos, pues, como hipótesis que hay en el orden de la literatura un movimiento, un impulso ético, desde un conocimiento técnico a un conocimiento práctico, del saber hacer al saber vivir, y a continuación pongámosla a prueba mediante un estudio crítico de las novelas de Isasi.

Tres novelas

Comencemos por decir que las tres giran en torno al enfrentamiento de los personajes a un mundo hostil, pero eso no nos lleva muy lejos: prácticamente todas las novelas están basadas en esa premisa general. Bajemos, pues, a los detalles, porque la necesidad de concreción, de precisión, es típica del género que estamos examinando. Las novelas, en efecto, no nos hablan del hombre o la mujer en abstracto, sino de individuos concretos en situaciones particulares. Las novelas de Isasi no son una excepción: allí se encuentran Julen y Ainhoa, Félix e Inés, Kirmen y María. Una por una:

1. VJG generó más polémica mediática que reconocimiento literario a partir de una premisa narrativa sorprendente: ¿Qué pasaría si el capitán del Athletic decidiera comportarse como un ciudadano políticamente activo y comprometido con la realidad del País Vasco? Estas “variaciones” (o desvaríos, tal vez) giran en torno a dos focos temáticos, el mundo del fútbol y la política vasca, y su escenario principal es Bilbao. Los hechos suceden en el pasado cercano, entre 1995 y 1997, y están narrados desde una tercera persona omnisciente y entregada a la “verosimilitud de la ficción, al estilo conciso y directo que depara la obra, [y] al dinamismo que acompaña la lectura”. En estas mismas páginas de Luke, el escritor que firma como José Lezama rechazó el uso estereotipado del lenguaje en VJG, pero a esta crítica podría replicarse que la función primaria de la literatura es describir, “proporcionar historias —por citar de nuevo a Nussbaum— con una concreción y un alcance que a menudo brillan por su ausencia en la reflexión filosófica abstracta sobre estos temas.” Aunque las categorías políticas de las que parte Isasi son muy discutibles—en especial su manera excluyente de interpretar la disyuntiva entre vascos y españoles—, no es menos cierto que esa categorización es la predominante, y así queda reflejada en el lenguaje que utilizamos para describir la realidad vasca. Es en ese lenguaje dónde tenemos que encontrar las respuestas, aunque la búsqueda nos lleve a la autocrítica y a descubrir, quizá, que nuestros padres nos mintieron. Pero debemos partir de lo que ya tenemos entre manos; ¿de dónde sino podríamos partir?

2. Escrita con un irritante virtuosismo, UMS es la novela técnicamente más perfecta de Isasi. Su premisa narrativa: ¿Qué pasaría si la prensa rosa inventase un presunto romance entre Inés Sastre y Félix de Azúa? Sus focos son los intelectuales y el mundo mediático, incluyendo aquí el fútbol y la moda. El estilo es más experimental, intertextual y esperpéntico. El tiempo es el presente (los hechos suceden entre septiembre y diciembre del año de edición de la novela) en lugares como San Sebastián, Barcelona, Madrid y París. Esta vez los críticos alabaron la calidad literaria del texto pero hicieron notar el apego de su autor por la literatura de Bernhard, confiando que Isasi fuese más original en posteriores entregas. Con todo, pienso que el único escritor original es aquél que es libre para escribir lo que realmente desea, siente y piensa; no el que no se parece a nadie. (La obsesión por la originalidad a menudo desemboca en la búsqueda de la diferencia por la mera diferencia, y ésta es una obsesión bastante poco interesante a mi juicio.)

3. Para conseguir parecerse a uno mismo, nada mejor ni más difícil que convertirse en personaje literario. Por eso la última entrega de esta trilogía es la más honesta y la más valiente. Con una voz tan dubitativa como emotiva, porque es la del propio autor convertido en personaje literario, la novela explora la siguiente premisa: ¿Cómo sería tu vida si fueras un joven escritor, vasco y nacionalista, si te enamorases de una joven que no quiere saber nada de política, y si tu vecino estuviese amenazado de muerte precisamente por pertenecer a un partido político? Los focos son, además del conflicto vasco, el mundo artístico que se expresa en euskera, desde la banda Pott hasta los poemas de Kirmen Uribe. Esta trágica historia de amor se desarrolla en el pasado reciente (los hechos suceden entre 2001 y 2002) entre Gasteiz y Bilbao. Es la obra más larga y plena de Isasi; desaparecido el narrador en tercera persona, tan omnisciente como poco invisible, la voz que narra la historia es mucho más humilde, porque es la del propio autor convertido en personaje literario. Ya no es el moralista un tanto irritante por asertivo de las anteriores, aunque sigue siendo un narrador autoconsciente: en todas las novelas de Isasi la narración no es inocente, sino que el narrador “sabe” que está contando una historia, que los personajes son ficciones a su servicio, y así lo hace saber al lector de vez en cuando. Este juego metaliterario se agudiza en YAQ, de modo que entre sus páginas el autor se pregunta si cabe seguir con la novela, sobre el sentido que tiene escribir en el País Vasco, etc.

El salto del narrador en tercera persona de VJG y UMS a la primera de YAQ podría hacer pensar que se trata de una narración más cercana a la autobiografía, pero en última instancia toda novela es autobiográfica. Flaubert dijo que Madame Bovary c’est moi, y el pacto literario por el que aceptamos que el autor real y el narrador de la ficción no coinciden rige en toda novela, incluso en las que utilizan nombres de personajes reales. Como explica Javier Cercas, “también el señor que firma unas crónicas es un narrador y es, por tanto, en buena medida un invento. El Javier Cercas del libro no es el mismo de las crónicas y tampoco se parece al que habla con usted. Y es que en cuanto alguien narra ya hay invención. Ese relato real del que hablo [en la novela] es, en el fondo, imposible.” Además, Cercas añade que en este género ambiguo que es la novela lo importante no es tanto la técnica sino el sentido. La técnica ha de estar al servicio del tema. Pero, ¿cuál es el verdadero tema de las novelas de Isasi? Vamos a examinar esto con más detalle.

El poder de la literatura

Isasi no propone como modelo de artista los funcionarios de la escritura, pero tampoco los filósofos, especialmente esos que “se enrolan en los periódicos como quien se alista en ejércitos” (UMS 58). “Deja la verdad para los filósofos si quieres,” dice el narrador de YAQ, “pero ve más allá, muéstrame lo oculto, el aprendizaje de las emociones y los sentimientos” (YAQ 61). Emociones y sentimientos que son vulnerables a la literatura, ya que las palabras “pueden considerarse de alguna manera tan peligrosas como un virus, porque mientras perdure la memoria subsiste la herida y segurísimo que moribundos también, a perpetuidad, arrastraremos las cuchilladas del verbo, y lo que en vida no pudimos olvidar y marcó nuestra existencia yacerá junto a nosotros en el túmulo.” (UMS 43) Esta intuición de la mortalidad es el impulso literario último: “A veces pienso que moriré pronto, y que debo hacer algo útil, perseverar, como si fuera una obligación, como si debiera rendir cuentas.” (YAQ 97) La literatura es registro del daño y de lo inevitable, pero también del cambio y de lo posible: YAQ es “el rastro de un cambio, de la mudanza que acompaña a cualquier transición”, “la sombra de una conciencia”, “reflejo de un sueño colectivo”(27).

Contingencia, etc.

La literatura, como la ética, es el dominio de lo contingente, de lo que puede ser de otra manera. La muerte, en tanto que irremediable, está fuera de ese dominio; es por eso el paradójico límite que hace a la ética y a la literatura posibles. Recordemos la insistencia de Nussbaum en la relevancia ética de los eventos fuera de nuestro control y en el valor epistemológico de las emociones. Isasi proporciona varios ejemplos de estos dos compromisos. Así, el motor narrativo de VJG es simplemente que “[u]na estrella del fútbol mundial lo tiene todo para ser indiferentemente rico y feliz, pero se enamora de una mujer a la que no puede comprender y eso le cambia la vida de una forma drástica.” (VJG 32) Decía también Nussbaum que las novelas son interesantes para la teoría ética porque proporcionan “experimentos mentales”, historias de gente que llevan a la realidad diferentes creencias, historias que nos mostrarían cómo podría ser el mundo de esas personas, con detalle y alcance. Lo que nos muestran las dos primeras novelas de Isasi es “un desastre de mundo” donde “todo [es] circunstancial, incluso la voluntad” (UMS 73), “un mundo que es un desastre” y del que sólo nos salva el arte, en este caso la música (VJG 72). En la tercera, un mundo donde todo es cíclico y contingente: desde el amor (YAQ 82) hasta la suerte necesaria para el amor (YAQ 160-2).

El valor de la amistad

En semejante mundo-desastre es vital la amistad, porque “el hombre es básicamente un animal solo al que una simple voz dulce y amable puede mudar el ánimo y elevarlo por encima de todos los desastres mundanos, durante un rato.” (UMS 127) En semejante mundo es necesario aprender las lecciones de la soledad y la decepción. Aún así, la cercanía de unos pocos es el único consuelo ante los tres mundo-desastres de Isasi: en VJG es el club, en UMS son los amigos, en YAQ la familia. En especial, cabe resaltar la relación entre amor y lugar propio. Para Isasi, sólo podemos amar desde un lugar tal. ¿Y qué es eso del amor? Isasi lo resume en un pequeño código deontológico: “Que construyamos un poco cada día. Que la libertad de cada cual no esté reñida con el compromiso. Que no pretendamos lo que no puede esperarse. Que nunca nos acostemos enfadados.” (YAQ 162)

Una ética de creatividad responsable

En este breve y necesariamente parcial catálogo de temas, quisiera caracterizar las novelas de Isasi relacionándolas con algunos rasgos de la ética aristotélica, en particular con la versión de ésta que propone Nussbaum. En las novelas de Isasi, en su mundo-desastre, no podemos elegir las respuestas ni los desenlaces, solo podemos elegir nuestras preguntas, pero apenas uno amuebla “con cuatro preguntas escogidas la tenebrosa y helada casa de la decepción”, una vez que se han “desechado certidumbres y esperanzas y anhelos de cualquier suerte de trascendencia” (UMS 114), las cosas comienzan a alumbrarse por sí mismas demostrando que, a pesar de todo, hay pasos que damos nosotros mismos, decisiones que parecen responder “a las débiles y ocultas consignas de algo semejante a una asombrosa voluntad propia” (UMS 115). Para el narrador de UMS, frases como Debo replantearme mi vida, Debo tomar una determinación son “la más genuina expresión de nuestra individualidad y el mejor resumen imaginable de nuestro paso por el mundo” (UMS 147). Esta posición la llamo individualismo ético porque afirma que el sujeto cabal de la ética, su punto de partida y su criterio último, es el individuo. Esta es una ética de la responsabilidad, no de la obligación. Como dice el narrador de YAQ, es una ética que afirma que “sólo debo actuar conforme a los principios de mi moral; una moral de andar por casa y sin grandes aspiraciones por otra parte; una moral de propósitos elementales” (YAQ 202)

A modo de conclusión: la vida buena como mediación

Recapitulemos. Lo que cuenta en la ética de las novelas de Isasi no son las intenciones, pues en su mundo-desastre “hasta las mejores intenciones son de una inutilidad y una inconsistencia demoledoras si se contrastan con la fatalidad de algunos sucesos y el sufrimiento que inducen.” (UMS 164) Esta es una lección típicamente aristotélica, que además casa bien con la importancia que la posición ética de Isasi otorga a la búsqueda de la felicidad. Esto nos lleva de nuevo a la teoría ética de Aristóteles, quien establece la felicidad o eudaimonia (el “estar a buenas con los propios demonios”, en una traducción poco ortodoxa) como el bien supremo humano, y por lo tanto, aquello que debiera ser el fin de todas nuestras acciones. La felicidad no consiste en el placer o los honores o cualquier otro bien separado, sino en realizar el oficio propio del ser humano, la función humana por excelencia. Aristóteles cataloga esas funciones en “virtudes morales” o excelencias del carácter y “virtudes intelectuales” o excelencias de la inteligencia; entre estas últimas se encuentra la prudencia o phrónesis, que es la excelencia en ese conocimiento práctico que mencionaba antes. Pero desarrollar esto nos llevaría bastante lejos, así que trataré de concluir con la idea de la mediación o del “justo medio” como leit motiv en la obra de Isasi. La mediación soñada del héroe en VJG, la imposible mediación de la palabra pública en UMS y, finalmente, la única mediación que parece posible en YAQ: la mediación de la vida buena, que es una vida entre la naturaleza y el arte.

Sólo la literatura puede salvarnos, no sólo porque la literatura nos proporciona un espejo más exacto que los media, sino también porque sólo la literatura tiende puentes. En algún sitio dijo Marx que las revoluciones son las locomotoras de la historia universal, y en todas partes la letanía del aurrera ha calado en la mentalidad que se considera revolucionaria. Pero en 1940, Walter Benjamín manifestó su desacuerdo: “Quizá las revoluciones son recursos al freno de emergencia por parte del género humano que viaja en ese tren.” Quizá habría que pensar si tanta admonición a tirar para adelante a toda máquina no consigue más que acercarnos al abismo. Isasi utiliza la imagen de ese tren que no para en ninguna estación en varios momentos cruciales de su obra, e implícitamente contrapone esa imagen a la del puente, el símbolo de ese camino entre la inteligencia y la emoción que es para él la imagen cabal de la actividad artística (YAQ 91-2). No es éste un camino fácil, pero la gestación ha merecido la pena. Durante el largo silencio que va desde UMS a YAQ, Isasi estaba creando, imaginando la construcción temática, eligiendo la técnica y la estrategia narrativa de una novela que nos coloca entre la historia y la ética, en ese lugar donde se cruzan el siglo y el segundo, en ese otro punto de una patria que, esta vez, no se llama lejos.