ISSN 1578-8644 | nº 41 - Julio / Agosto 2003 | Contacto | Ultimo Luke
ENTREVISTA
"Javier Martín": Escritor

inés matute

Javier Martín

Javier Martín, ¿qué es la literatura?

Mi respuesta como escritor es en estos momentos bastante pesimista; para mí la literatura es una forma de pensar la existencia, un medio de hacerse las preguntas sin
confiar demasiado en encontrar las respuestas. La literatura sería una especie de religión incompleta, un estadio imperfecto, acorde a la imperfección de la humanidad; un juego también, una mentira aceptada. Decía Maurice Blanchot que la literatura tiende hacia su esencia, que es su propia desaparición. El objeto de la literatura sería decirlo todo y eso, fatalmente, acabaría con ella.

Siguiendo con esta línea de pensamiento, ¿qué puede hacer la literatura por el mundo?

No creo que la literatura pueda hacer gran cosa por el mundo, pero de lo que sí estoy seguro es de que la literatura tiene efectos sobre las personas. Como mínimo nos hace pensar, nos obliga a ponernos en situaciones en las que, de otro modo, jamás nos encontraríamos. En este sentido, la ficción tiene el poder de ensanchar nuestras fronteras, que necesariamente son limitadas; la ficción literaria está dotada de una fuerza muy superior a la del cine o a la de los medios audiovisuales en general, ya que exige una mayor implicación del receptor, es la ficción pura, sin intermediarios. El escritor lanza sus palabras a un océano totalmente azaroso, hay algo mágico en ese proceso, siempre me sorprende la diversidad de lecturas que puede tener un mismo texto.

En general somos descendientes de la enciclopedia, de la ilustración, del iluminismo y del siglo XVIII, pero acabamos de enfrentarnos a un fin de siglo y a un fin de milenio marcado por el hastío. ¿Crees que también hemos llegado al fin de una mentalidad?

Lo que creo es que el esquema ideológico imperante y aceptado durante el siglo XX está empezando a dejar de ser válido. La política es algo cada vez más pragmático; algo marcado más por imperativos económicos que por convicciones ideológicas. En este sentido, el pensamiento único es una realidad bastante palpable, queda ya muy poco espacio en la política para la ideología. Los grandes motores de conflicto son en la actualidad la religión y los sentimientos nacionales, con lo que, a mi entender estamos dando un paso atrás, estamos caminando en una dirección totalmente opuesta a la marcada por la Ilustración. Creo que esto es muy grave y lo es fundamentalmente porque ese tipo de convicciones calan muy profundamente en los pueblos y son especialmente proclives al fanatismo. Ejemplos no faltan, están ahí, en las noticias de cada día: Fanatismo islámico, nacionalismo vasco, Yugoslavia y todos los conflictos nacionales derivados de la desmembración de la URSS, por citar sólo los más cercanos.

Saramago, cuando habla de Internet y de las nuevas fórmulas de comunicación, dice cosas como "En el siglo XXI se seguirá escribiendo, aunque no merezca la pena". ¿Qué opinas tú ?

Que siempre merecerá la pena escribir porque siempre será necesario comunicarse. Internet es sólo una forma más de comunicación, un instrumento fantástico con el que creo que todos habíamos soñado alguna vez. La responsabilidad de todos, y en particular, de los escritores, es no permitir que las formas de comunicación sean capaces de contaminar los mensajes. Por ejemplo, la facilidad del correo electrónico no debe llevarnos a descuidar nuestra forma de usar el lenguaje (que es el instrumento básico). Personalmente, pongo el mismo cuidado en escribir un e-mail que el que pondría en escribir una carta. Desgraciadamente, esto es algo que no se hace, la facilidad inclina a la desidia.

Cambiemos de tercio, si te parece. Sé de muchos autores que no son partidarios de participar en concursos literarios por considerar que los ganadores de los mismos han sido escogidos aún antes de que las bases de participación se hagan públicas. Como ganador de varios concursos de narrativa y habitual frecuentador de este tipo de premios, qué puedes decir al respecto.

Lo de los concursos es bien triste lo mires por donde lo mires. Los más importantes son meras operaciones de marketing, así que para qué molestarse en presentarse. Personalmente tengo serias dudas de que en realidad se presenten 400 ó 500 novelas al Planeta. Después hay una auténtica multitud de concursos y concursillos de todo tipo. En éstos, lo lamentable es que muchos de ellos, a pesar de su nimiedad, también están amañados, y otros no tienen la más mínima repercusión. La mayor parte de las veces no se enteran del fallo ni los propios finalistas. Yo mismo tardé seis meses en enterarme de que había sido finalista en un concurso y de que se iba a publicar mi libro. En otro, llevo 4 años esperando a que se publique un libro con los relatos que llegaron a la votación final. El denominador común de los concursos literarios es la absoluta falta de respeto de los convocantes hacia los autores. Creo que ese es un mal que afecta a todos los niveles del mundillo literario. Sin embargo, alguna ventaja tiene su existencia: es una de las pocas posibilidades de publicar que tiene el escritor sin padrinos.

Tras publicar “Carlota Fainberg”, Muñoz Molina dijo tener la impresión de que para mucha gente el cuento o la novela corta es un género menor, propio de aquellos que no se sienten capaces de abordar una novela larga. Escribir un buen cuento sin embargo no es nada fácil...

Me parece una opinión fácil, apresurada y seguramente propia de alguien que no escribe. Decía Augusto Monterroso que escribir novela es un buen ejercicio preparatorio para escribir buenos cuentos. Creo que la novela y el cuento son dos géneros totalmente distintos, tanto como la narración y la poesía. Escribir buenos cuentos es tan difícil como escribir buenas novelas o como escribir buenos poemas. No creo en las categorías. Para mí, el cuentista por excelencia es Cortázar; y no por ello dejó de escribir novelas geniales como Rayuela. También está Borges, claro, que no escribió novelas. Si tengo que elegir, me quedo con los cuentos de Cortázar. Entre los escritores españoles jóvenes hay magníficos cuentistas, creo que es un género en auge, aunque le falta todavía el favor del público. Muñoz Molina ha escrito algunos de los cuentos que más me han impresionado. También me parecen extraordinarios como cuentistas Félix J. Palma, Care Santos o Juan Bonilla. En cuanto a mí, mi fuente de inspiración es la vida y la propia experiencia, incluyendo en ella la experiencia como lector.

¿Cuál es el nexo de unión entre los distintos cuentos que conforman “Paraguay no tiene mar?

Últimamente parece que los libros de relatos tienen que tener algún tipo de elemento común que les dé unidad. Yo no creo que eso sea un requisito imprescindible, ya que el relato debe funcionar como un producto narrativo autónomo. En el caso de Paraguay no tiene mar, la unidad hay que buscarla en los temas o más bien en el carácter de los personajes. Se trata de individuos aquejados de soledad, aislados, incomunicados por diferentes causas o circunstancias. Pero esto es algo que ocurrió de un modo casi fortuito. En ningún momento me planteé escribir sobre la soledad; de hecho, nunca me planteo escribir sobre un tema. Sin embargo, poco a poco, conforme iba escribiendo los relatos, me di cuenta de que todos tenían ese elemento en común y de ahí surgió el título.

Al hilo de lo que comentas, ¿es el escritor, ante todo, un ser solitario? ¿Es la soledad el mal de nuestros tiempos?

Es evidente que el modo de vida actual puede conducir hacia un determinado tipo de soledad. Yo diría la sociedad es muy excluyente en muchos aspectos y eso es lo que determina que haya cada vez más personas que no se integran, gente que queda fuera de unos circuitos de relación que se van estrechando, restringiendo; sin embargo, no soy pesimista, Internet es un medio de comunicación extraordinario, sin precedentes; con mucha basura, es cierto, pero con enormes posibilidades. En cuanto al escritor, yo creo que no tiene por qué ser un solitario. La soledad, el encierro o la introversión no son condiciones necesarias del escritor. Lo que sí es cierto es que escribir requiere grandes dotes de observación, y el que se pasa la vida observando corre el riesgo de quedarse al margen, fuera del juego. Al menos yo percibo ese riesgo como algo acechante, sobre todo cuando estoy muy inmerso en un proyecto narrativo.

Menciónanos dos obras que te hayan impactado y cuya lectura recomendarías a nuestros lectores.

Me lo pones difícil, afortunadamente hay muchos más libros cuya lectura ha sido importante para mí. Ya he mencionado Rayuela y todo Cortázar; así que añadiré dos cosas más: Todas o casi todas las novelas de Javier Marías, empezando por
"Negra espalda del tiempo"; y puestos a elegir, un libro extraño y extraordinario, uno de los pocos que releo periódicamente; "Alfanhui" de Rafael Sánchez Ferlosio.

En “La vuelta al mundo” de Veruela poesía, te atreves con varios haikus. ¿Crees que el lector occidental está capacitado para comprender la simplicidad y la belleza del haiku? ¿No pensaría alguno de los asistentes a la presentación del libro que les estabas tomando el pelo?

Tienes mucha razón, escribir haikus es un atrevimiento y seguramente una insensatez. Es difícil comprender el haiku, sencillamente porque se trata de un tipo de poesía que huye deliberadamente del discurso lógico y por tanto de lo que entendemos por comprensión. La belleza de haiku se transmite de un modo empático: "I shin den shin" (de corazón a corazón), como dicen los budistas. El hecho de que incluyera esos poemas en el libro es el resultado del breve contacto que tuve con el budismo zen. La cultura y la filosofía que envuelven al zen es algo que me resulta atractivo, aunque no lo suficiente como para seguir practicándolo. A pesar de estar de moda, el zen sigue siendo mayoritariamente desconocido y mal entendido. En aquel acto, además de "La vuelta al mundo", se presentó otro libro de poesía, del que el autor hizo recitar una docena de poemas en una sala abarrotada, sin aire acondicionado y con un calor asfixiante.
Después de eso y teniendo en cuenta que la presentación de dos libros es el doble de aburrida que la presentación de uno solo, me pareció que lo más adecuado y refrescante era recitar el “poema” final del libro, que sólo tiene dos palabras, y que aunque sea malo es incapaz de aburrir

Hace unos días, un conocido escritor me comentaba que un artista alcanza la madurez cuando reconoce sus limitaciones, y que sólo en ese momento está en condiciones de empezar a brillar. A tu juicio, ¿cuándo alcanza la madurez un escritor?

No sé muy bien qué es la madurez, pero identificarla con el reconocimiento de las limitaciones me parece algo pobre. Hay escritores considerados maduros, consagrados, que se limitan a escribir una y otra vez la misma novela sin añadir nada. No creo que la repetición sea equivalente a la madurez. Hace poco me ocurrió algo decepcionante: leí por primera vez a John Irving, que me deslumbró con "El mundo según Garp". Deseoso de seguir disfrutando, leí un par de novelas suyas recientes y el chasco fue absoluto: las mismas obsesiones, los mismos argumentos, idénticos personajes. Lo único que variaba era el orden, parecía haber metido los mismos ingredientes en una coctelera. Si eso es la madurez de un escritor, prefiero al narrador inmaduro. Hablando en serio, intuyo que el escritor maduro disfruta y sufre a partes iguales cuando escribe. Antes de alcanzar la madurez, creo que es más lo que sufre que lo que disfruta.

¿Por qué pensamos como pensamos? ¿Hasta qué punto nuestras lecturas determinan un marco de pensamiento? ¿Vencerá algún día la palabra a la espada?

Recibimos nuestra educación en un proceso complejo en el que intervienen muchos factores: desde nuestros condicionantes genéticos, hasta la influencia familiar, social y escolar. Nuestras lecturas son sólo una parte. Creo lo verdaderamente importante del hábito de leer, y por tanto, la principal función de la literatura; es que nos abre un horizonte del que carecemos sin ella. Leer nos saca de ese lugar seguro en el que tendemos a recluirnos y hace que corramos el riesgo de pensar. Millones de personas se manifestaron hace unos días en todo el mundo contra la guerra. Ninguna de ellas estaba armada con otra cosa que la palabra y el sentido común. Eso no me hace olvidar, sin embargo, lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001 ni que Sadam Hussein es o era un tirano.

Dentro de nada va a producirse un cambio drástico en tu vida; dejarás de vivir en Barcelona y te trasladarás a Kazajistán. ¿Cómo te enfrentas a este reto?

Me apetece mucho este cambio de escenario y de vida; sin embargo, las circunstancias que lo propician no tienen nada que ver con la literatura y no acierto a imaginar de qué manera puede esto afectar a lo que escriba en el futuro inmediato. Sospecho que no se notará demasiado de momento, al fin y al cabo, la materia prima fundamental del escritor es la memoria.