ISSN 1578-8644 | nº 41 - Julio / Agosto 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"Sombrillas y protecciones solares"
enrique gutiérrez ordorika

Llegado el verano, quién más quién menos sueña, en algún momento, con deleitarse en un paraíso turístico reposando bajo la sombra de una palmera o de una sombrilla, ajeno, por un par de semanas, a los achaques del mundo (las portadas de los diarios hablan de nuevas matanzas en el Congo); únicamente pendiente de esparcir bien el ungüento protector que le garantice un bonito bronceado sin preocuparse de la malignidad solar que se filtra por los agujeros de la capa de ozono; con una fría jarra de cerveza al lado de la tumbona donde, plácidamente echado, intercala la lectura, por ejemplo, de un insulso suplemento dominical -en el que se predice, con alguna década de antelación, que los tostados de piel pronto pasarán de moda, y que las nuevas tendencias se inclinarán por recuperar los cutis claros y las pieles blancas como la leche-, con la de un bonito libro sobre los relatos orales de los bosquimanos, titulado La niña que creó las estrellas.

El libro contiene hermosas leyendas protagonizadas por avestruces inmortales, pendencieros babuinos hablantes de una intraducible lengua humana y una mantis embaucadora, emparentada con la figura del Cuervo de los indios de la costa noroeste de América o el Loki de la mitología escandinava. Pero también contiene tristes historias de exterminio, construidas a base de fragmentos tan prosaicos como estos: “Ruyter fue criado por bóers. Murió cuando estaba con los bóers. El bóer le pegó por no cuidar bien las ovejas”; “Los ataron, los hicieron ir hasta el precipicio. Llevaron a Ki-a/ken y a los otros con caballos hasta el precipicio para darles muerte”; “No me cuentes nada. Simplemente, háblame en /xam, para que pueda oírte hablar en /xam ... Pronuncia para mí el lugar donde vives, su nombre, porque creo que oiré el lugar en el que vives”.

Desde la tumbona, el cielo parece inmensamente azul y la mirada se pierde en el asombro impulsada por la fascinación, una fascinación que nos mantiene ilesos, mientras la calma estival resuena en nuestro interior con los mismos sones que lo haría en el corazón hueco de un ensimismado Kurtz en el relato de El corazón de las tinieblas. Y es que, como señala Salman Rushdie, vivimos en un mundo sin rincones tranquilos, “en el que no existen huidas fáciles de la historia, del ruido, del terrible, desasosegante lío”.

Sin embargo, si uno cambia de posición la sombrilla, se puede sustituir la visión azul del cielo por los estampados amarillos que decoran la tela de la sombrilla. El sol, así, molesta menos, y se puede dar una cabezada cerrando los ojos.

Sobre el lejano poblado africano de Rwintalé luce el mismo sol azul y predominan también los colores amarillos y el calor sofocante del verano. Sylvie, asistente social, intenta integrar a un niño llamado Fis con sus compañeros de escuela mediante dibujos en los que le sugiere que se retrate a sí mismo. En la primera sesión, Fis dibujó un soldado y dijo: “Éste soy yo, vestido de soldado, y a los otros no les tengo miedo”. Hoy, en la segunda sesión, ha dibujado a unos soldados disparándole a su padre. Es la primera vez que ha llorado en la escuela. Se ha pasado el día entero llorando y ha dicho: “Ellos matan a mi padre; yo estoy en el coche, miro y ni siquiera he llorado.” En su primer dibujo, había pintado unos ojos muy grandes y un rostro sin boca.

Hace ya algún tiempo, en una noticia de agencia aparecieron las felicitaciones del Banco Mundial a Uganda, “país al que ha puesto como modelo de Estado que hace frente a su deuda externa merced a sus exportaciones de oro, coltán, diamantes y niobio”. El Banco Mundial pasaba por alto una pequeña insignificancia: Uganda no posee ninguno de esos minerales en su territorio. Así pues, el banco felicita a los saqueadores y promotores de matanzas en el territorio del vecino Congo.

Abres los ojos y posas la mirada en el inconmovible amarillo de la sombrilla, te estiras un palmo para alargar la cabeza y el cielo sigue azul. La inquietud es pasajera; y es que aunque la cabezada sea corta, no siempre deja buen sabor de boca. Ni estando de vacaciones está uno libre de que en la duermevela se cuele alguna pesadilla. Apartas el libro de los bosquimanos y vuelves al suplemento semanal. En la página de la derecha, trae un artículo sobre el origen del hombre. Al parecer, el primer homo sapiens apareció en la región de los Grandes Lagos, en pleno corazón del Africa negra. Apuras las últimas gotas del envase de crema bronceadora para frotar la espalda y retomas la lectura del artículo en el se predice que los tostados de piel en un futuro caerán en desuso, y que volverán a ponerse de moda los cutis claros y las pieles blancas como la leche. Suspiras y das un trago a la cerveza. Bendita civilización. Y aún te quedan otras dos largas semanas de vacaciones.