ISSN 1578-8644 | nº 41 - Julio / Agosto 2003 | Contacto | Ultimo Luke
CINE: Sueños en la caverna
"Perder o ganar a un chico
"
alex oviedo

Eugène Ionesco

Eugène Ionesco

Siempre he buscado en el cine su componente más terapéutico, de evasión de una realidad que por ser tal se nos hace pesada y a ratos angustiosa. Quizás por ello prefiero en muchas ocasiones encontrar en la cartelera películas de las que no pretendo extraer más que dos horas de entretenimiento. Lo que hemos dado en llamar despectivamente “cine para comedores de palomitas”.

El verano en proclive a las películas ligeras, a filmes que parecen haber sido construidos para un público cada vez menos exigente o para seres atontados por el sopor estival. Es complicado encontrar por estas fechas filmes verdaderamente destacables: la mayor parte de los estrenos son películas infantiles (en sus versiones de dibujos animados o de personajes de carne y hueso cuyos protagonistas suelen ser niños malcriados que acaban con la paciencia del más tranquilo). Hay también una corriente de filmes para jóvenes imberbes capaces de correr(se) más que nadie o de aguantar sobre su cuerpo toda clase de mamporros sin apenas inmutarse. En mi caso procuro alejarme de ambos estilos: aún no tengo edad para aguantar a chavales maleducados ni ganas de ver a universitarios de diseño queriendo ser mejores que nadie.

No me queda por tanto más que una elección: la comedia romántica.
Desde hace unos años intento encontrar una comedia que me devuelva la fe en el cine americano. Tengo en mente para mi desgracia (todas las comparaciones son odiosas y éstas aún peores) el refinamiento exquisito de Cary Grant, la elegancia de Audrey Hepburn o el desparpajo de Katherine Hepburn. Incluso más recientemente el histrionismo de Bill Murray (genial en “Atrapado en el tiempo”), la sencillez de Meg Ryan (“Algo para recordar”), la inocencia de Sandra Bullock (“Mientras dormías”), la timidez de Huhg Grant (“Cuatro bodas y un funeral”) o el tono siempre perfecto de Julia Roberts (“La boda de mi mejor amigo”).

El caso que nos ocupa es una película con dos protagonistas que cumplen a la perfección los esterotipos de la comedia romántica: personajes elegantes, de clase social media-alta, con puestos de cierta responsabilidad y con muy pocas ganas de mantener con nadie una vida que dure más de dos horas. Matthew McConaughey y Kate Hudson son en este caso los pilares de “”Cómo perder a un chico en diez días”. El argumento es bastante sencillo: un joven publicista le apuesta a su jefe que podrá enamorar a una mujer en diez días a cambio de dirigir una importante campaña publicitaria. Lo que no sabe es que la chica en cuestión tiene a su vez el objetivo de engatusar a un hombre y perderlo en el mismo plazo para así escribir su columna en una prestigiosa revista dirigida al mundo femenino. Bajo esta premisa, la película se mueve entre el desenfado y la ligereza con mayor o menor gracia. Hay momentos felices, hay dos grandes actores que saben meterse en su papel, pero como en casi todos los títulos de este género que se proyectan últimamente, el filme parece realizado con plantilla: la trama se alarga, el desenlace se solventa con rapidez, una canción da el tono melodramático a la última secuencia y tres o cuatro frases empalagosas de los protagonistas nos sumergen en los títulos de crédito.

Y así, lo que podía haber sido una película para guardar en la memoria (hay una referencia solapada de “Algo para recordar”, con dos inolvidables Meg Ryan y Tom Hanks, que podía haber servido de ejemplo), se convierte en otro título que pasará sin pena ni gloria por nuestro cerebro.