ISSN 1578-8644 | nº 36 - Febrero 2003 | Contacto | Ultimo Luke
Perfiles
"Jean Genet"

blanca gago

Eugène Ionesco

A veces, una persona condenada a ser enemigo del sistema y marginado social se las ingenia para dar la vuelta a su destino y convertirse en alguien excepcional, reconocido precisamente por su diversidad. Es el caso de Jean Genet, cuya vida quedó marcada en día que su madre lo abandonó tras su nacimiento, en 1910, y pasó a ser un huérfano de la Asistencia pública. Sus constantes delitos menores, fugas y robos principalmente, lo llevan al reformatorio, del que sólo saldrá a los dieciocho años por haberse alistado en el Ejército. Desertor, ladrón, falsificador y mentiroso, de todo ello lo acusan los franceses cada vez que lo meten en prisión, donde escribe su primer poema: El condenado a muerte (1942) y las novelas Nuestra Señora de las Flores (1944), El milagro de la rosa (1946) y comienza lo que será su obra más autobiográfica y más importante: Diario de un ladrón (1949).

En todas sus obras, publicadas clandestinamente al principio, Genet transmite al lector una violenta inversión de sus hábitos, lo mantiene incómodo en su esquema de pensamiento habitual, a la vez que lo hace disfrutar de un estilo profundo y extrañamente poético. El autor realiza una subversión moral (a veces en primera persona, como en Diario de un ladrón, a la manera de Sade o Lautréamont) y narra sucesos humillantes, que tocan el fondo de la desesperación humana, y los concibe como etapas de un itinerario hacia la plenitud: el Mal. Para él, el Diablo se convierte en Dios, la santidad es el servilismo al dolor, y la máxima aspiración, la soledad absoluta. El desprecio que le había mostrado la sociedad desde su nacimiento se convierte en odio en el interior de Genet, y para mostrarlo se refugia en su rechazo a todo lo permitido: es ladrón, traidor, homosexual. Sus obras, llenas de exaltaciones perversas, eróticas y sublimes, son himnos a la violencia, a la tristeza y al dolor de los desheredados.

El esfuerzo y el reconocimiento de los intelectuales de la época, en especial de Cocteau y Sartre, hacen que le concedan la amnistía definitiva en 1949. Cuando abandona la cárcel, Genet es un escritor admirado con una leyenda de maldito a sus espaldas que lo indigna profundamente. En la década de los cincuenta, sus obras de teatro Las criadas (1947), El balcón (1956) y Los biombos (1961) se representan con éxito en París. En ellas destaca la glorificación de la Imagen y el Reflejo como formas más próximas a la verdad que la realidad común. El espectador se sumerge en un juego de apariencias que lo hacen dudar de su realidad más próxima, plantearse los valores y creencias aceptados por la costumbre.

En 1964, Genet queda destrozado por el suicidio de su compañero Abdallah Bentaga. Toma la decisión de renunciar a la literatura y abandona Francia. Desde entonces, el autor será conocido sobre todo por su compromiso político: se encierra para reclamar los derechos de los inmigrantes, lucha por la situación de los magrebíes en Francia...en 1970, los Black Panthers lo invitan a ejercer de portavoz de su movimiento, y Genet acaba entrando ilegalmente en Estados Unidos para unirse a ellos. En 1982, se encuentra en Beirut cuando se producen las masacres de palestinos en los campos de Chacra y Chatila. Horrorizado, escribe lo que será su texto político más importante: Cuatro horas en Chatila. Las experiencias vividas al lado de los que luchan contra el sistema, los que manifiestan su odio a lo establecido y defienden la diversidad, serán la base de su obra póstuma Un cautivo enamorado (1986), publicada dos años después de la muerte del autor. Genet había conseguido lo que se propuso gracias a la escritura: alcanzar un destino excepcional cuando todo le estaba negado.