ISSN 1578-8644 | nº 36 - Febrero 2003 | Contacto | Ultimo Luke
Leer a oscuras
"Crow Lake"

borja de miguel

Eugène Ionesco

“Crow Lake” (traducida al castellano como “A orillas del lago”) es la historia de una niña, Kate, que no se puede contar sin hablar de la historia su hermano, Matt. La historia de estos dos hermanos no se puede explicar sin tener en cuenta al resto de la familia –unos padres que mueren en un accidente de tráfico, un hermano mayor (Luke, de 19 años en el momento del accidente) y una hermana menor (Bo, de 1 año). Esta familia -la familia Morrison, descendiente de una mujer que construyó un atril y lo puso en su rueca para poder leer mientras hilaba- vivía en Crow Lake, una pequeña comunidad agrícola al norte de Ontario (Canadá) formada por una docena de fincas, unas pocas casas, un almacén, la escuela y la iglesia; y su casa “era la última de Crow Lake y estaba bastante alejada; más allá había unos cinco mil kilómetros de tierras inexploradas, y luego el Polo Norte”. La historia de esta pequeña comunidad no se puede contar sin tener en cuenta a los Pye –una de las cinco familias fundadoras de Crow Lake-, y la historia de la familia Pye y la de los Morrison, en un momento indeterminado de finales del siglo XX, cuando la narradora sólo tiene siete años y hace poco que ha perdido a sus padres, se entrecruzan.

Los padres de Luke, Matt, Kate y Bo mueren la tarde en que deciden ir en coche a Struan para comprar una maleta a Luke, que va a marcharse a estudiar Magisterio a Toronto. A pesar de que aún son todos muy jóvenes y de que la menor todavía es un bebé, los cuatro hermanos no hacen caso a sus familiares –que viven en diferentes ciudades de Canadá, todas a más de cuatrocientos kilómetros de Crow Lake, y que para poder hacerse cargo de ellos habrían tenido que separarlos- y deciden afrontar su nueva situación tras la pérdida de sus padres sin separarse y sin abandonar la casa en la que han crecido. Para ello, Luke debe renunciar a los estudios que estaba a punto de comenzar y se pone a trabajar. Matt, de diecisiete años, es un estudiante ejemplar y aún le queda un año antes de poder acceder a la universidad, pero algo impedirá que, contra lo esperado, llegue a salir de Crow Lake. La única que saldrá de este pequeño pueblecito será Kate, que estudiará zoología y conseguirá un puesto como profesora en la Universidad de Toronto. Kate descubre su vocación en los viajes a las lagunas que realiza desde muy pequeña con Matt, que le explica los pequeños secretos de los animales que encuentran allí. La relación entre Kate y Matt, que siempre ha sido muy estrecha, se refuerza tras la muerte de sus padres pero, inevitablemente, pequeños y grandes contratiempos, incomprensibles para una niña, hacen que estos hermanos se distancien y no vuelvan a reencontrarse hasta muchos años después, el día en que Kate es invitada por Matt al dieciocho cumpleaños de su hijo.

Bastante me he extendido ya contando superficialmente la historia de esta novela y no lo voy a hacer más. Para ello haría falta un espacio mucho mayor que éste ya que Mary Lawson, la autora de “A orillas del lago”, necesita construir todo un mundo que se remonta más de dos siglos para contar el presente de una chica de veintiséis años –Kate, la narradora- que aún sigue arrastrando las consecuencias de lo que le sucedió a los siete. En las páginas de esta novela encontramos traición, sacrificio, rivalidad, tragedia, ternura, humor, incomprensión, violencia y, sobre todo, buena literatura. El encanto de los lugares remotos e inigualables a los que se sabe que ya nunca se podrá regresar y la constante presencia de la naturaleza –las lagunas, los insectos, las estaciones, el agua, la nieve, la arena…- hacen que la lectura de este libro tenga momentos entrañables. Y la escritura de Lawson, muy cinematográfica por su visualidad y por una estructura que recurre constantemente a flashbacks más propios del cine que de la literatura, es ágil y entretenida, aunque sí es cierto que en algún momento, sobre todo al final, resulta un poco manipulada con el fin de mantener una intriga, a través de saltos de tiempo, que la historia va perdiendo. De todas formas, la habilidad para narrar se percibe desde la primera página y el libro en ningún momento frustra las expectativas.

Mary Lawson nació en una pequeña población agrícola del sur de Ontario y, al igual que Kate, tuvo una bisabuela que instaló un atril en la rueca para poder leer mientras hilaba. Sin embargo, Lawson no se quedó en Canadá y se trasladó a Inglaterra en 1968 –donde reside actualmente- y allí estudió Psicología. Aunque ésta es su primera novela publicada, la autora lleva más de veinte años escribiendo y afirma que tardó más de cinco en acabar “Crow Lake”. Durante ese tiempo, Lawson perdió a sus padres y sus hijos se marcharon de casa. Y dice que éstas pérdidas le hicieron reflexionar y le ayudaron a acabar su novela. En cualquier caso, y a pesar de que hay quien afirma que Lawson es una escritora aún inexperta, su talento para la literatura parece quedar demostrado con esta obra –que ha sido publicada ya en catorce países- y, quién sabe, puede que su oficio le llegue de un pariente lejano, L.M. Montgomery, autor de “Ana, la de las tejas verdes”.

Aunque siempre está bien conocer la vida de un escritor, cuáles son sus antecedentes, sus actividades extraliterarias, el conjunto de su obra…, lo cierto es que los libros, los buenos libros, han de poder leerse con independencia de las manos que los escribieron y sostenerse por sí solos. “Crow Lake”, aunque lo hubiese escrito una niña de cuatro años o un anciano de ochenta, lo hace, y sin duda es una novela más que interesante. Por eso, sea o no inexperta, si Mary Lawson sigue ofreciéndonos libros como éste, perfecto. Y si no, al menos yo ya me doy por satisfecho.