ISSN 1578-8644 | nº 35 - Enero 2003 | Contacto | Ultimo Luke
"20.000 toneladas de peaje submarino"
luis arturo hernández

Fotos: Agencias

LA PLAGA AZUL PETRÓLEO

Sobre la mal llamada tragedia –la tragedia estaba determinada por los dioses, no por la delincuencia organizada de las mafias de la explotación de los recursos naturales, rusos en este caso, salvo que invoquemos esa “tragedia contemporánea” que acuñara Alfonso Sastre- del carguero Prestige en las costas gallegas han corridos ya mares de tinta, y tan untuosos como el fuel que rezuma desde el fondo del mar –excretado por la fosa nasal –abisal- del carguero, en pesadilla que evoca la del cefalópodo de 20.000 leguas de viaje submarino-, de calamitosos calamares segregando el borrón de tinta de la confusión. Y, como en la ficción ¿anticipatoria? de Verne, “Nadie” resulta ser culpable, ni tan siquiera el capitán Nemo, pirata del buque insignia de una flota que trafica con el dinero negro - llevándoselo crudo- con falsa nacionalidad en/cubierta, un barco petrolero convertido en coprolito -¿petrolito?- con petroliferación de metástasis -no es extraño que el batiscafo que ciega las fugas de combustible sea el Nautile-, y cuyos ecos y estertores son oleadas de venenosos nenúfares oleaginosos –flores negras que ahogan las rosas en el mar- que van invadiendo las costas cantábricas, escuadrillas de luto, como una flotilla de Muerte
–la pez asfixiando al pez: descanse en su verde paz-, emulsión de una maldita compaña de bandadas de aves pringadas de pies a cabeza con plumas y alquitrán, chapapoteando como brujas sodomizadas por el gran cabrón con pintas mucilaginosas, en un auto de fe.

NUEVOS FRAGMENTOS DE APOCALIPSIS EN LA COSTA DA MORTE

Se avecinan en las costas como desoladas ciudades flotantes –la mar es de goma lisa y negra, un híbrido de chicle Cosmos y Blandiblup-, yermas zonas asfaltadas y corrosivas parcelas embreadas de un rompecabezas–el quebradero de cabeza de toda la población-, apócrifos fragmentos de Apocalipsis de una perversa fantasía de Torrente Ballester ante la ribera de la Costa da Morte, trabajo de Hércules para el mariñeiro en terra M. Rivas -balsas náufragas y a la deriva de La Medusa, lanchas del desembarco de un destructor-, acunados por la marea como bateas de cultivo artificial de los heraldos negros de muerte marina, sucia mugre en las uñas de percebe de la recortada orografía de las rías gallegas, bilis negra que va calafateando los alvéolos pulmonares de Galicia –enjugando el litoral con su sucio enjuague-, recordándonos que “el chapapote perjudica seriamente la salud” – y luego dicen que el pescado está caro, pues consumada la catástrofe, cae el consumo, aunque tras una mala gestión venga luego peor digestión-, y tachonando el enjalbegado manto de agua de armiño del Príncipe de las Mareas con cáscaras de mejillón comido a papo de rey, de galletones flotantes cual barcos en Cola-cao o grumos en la chapapilla.

MECAGÜEN LA MAR Y LOS PECES DE COLORES o FRAGA, NAUFRAGA

Frente a esta Armada invencible que ataca por el Norte -y cuyo mascarón de proa es el galeón de oro –negro- Prestige-, que hace imposible la lucha contra los elementos, está asegurado el desprestigio de cualquiera que pretendiera achicar quijotescamente, contra viento y marea negra, y con un cubo el mar –como cuenta San Agustín-, archipiélago de ínsulas ponzoñosas de la deletérea región de La Mancha, encerrando el mal genio -muy poco di/vertido- de la oposición política en una lámpara de hidrocarburante –sin aportar su granito de ¿Arenas?, y apagando con gasolina la mar de chapapote, pues no hay mal que por bien no venga- y al redomado diablo de la especulación fácil de armadores sin escrúpulos, ni doble casco de seguridad-¿Cascos?-, ni dispositivo de intervención rápida –Fraga, naufraga, decía Eskorbuto; o corta y navega, que tienes cara de buque, aunque tal vez haya Fraga para Rato-, en una redoma. Y mientras el monstruo marino, drenando de la botella que hizo agua, emerge de entre los pecios del hundimiento de un barco con bandera –pirata- de conveniencia, todavía quedan chipirones que bajo el pabellón de la mancheta de prensa y embarcados en sus tabloides de salvación entonan la “Canción del Pirata”, practicando el arte de marear –la perdiz-, trayendo por la calle de la amargura a unos gobernantes que hacen aguas por doquier, y coqueteando con la piratería industrial –top-secret-manta como bandera negra, gravosa mancha de los bandidos del pirateo de la grabación, con la radiografía del cráneo y las tibias de la desnutrición en una patera-, se inhiben ante las fugas de chapapote –¿o de Txapote y otros canallas lanzagranallas?-, renegando de las banderas de la patria y jugando a cambiar los mojones en un reino en que a los continentes se llama región y a una mera comarca europea, país en un recodo del mar Cantábrico –ése que tragará las pavesas incandescentes, el grumo des/leído de las cenizas del humilde grumete de la nave de la Poesía, las limaduras de–José-Hierro-.