ISSN 1578-8644 | nº 35 - Enero 2003 | Contacto | Ultimo Luke
“De inciertos destinos”, de Javier Alcibar, una poesía con ideas
karmelo c. iribarren

Que a estas alturas de la historia –visto lo visto y leído lo leído- un poeta elabore su discurso con palabras tan “tediosamente líricas” y desacreditadas en principio como candil, dios, lágrimas, hombre, sueños, espejos, ángeles..., puede resultar hasta curioso, en el mejor de los casos, pero también –y de hecho suele suceder así- puede ser la puntilla necesaria para que el lector poco avisado arrugue el ceño y vuelva a dejar el libro en el estante. A no ser, claro está, que la fortuna esté ese día de su parte y abra el libro por la página 51 y se encuentre –y esto es sólo un ejemplo- con el poema titulado “Los niños no tienen nada”, y que dice lo siguiente: Los niños no tienen nada, sólo futuro. Los niños guardan en sus manos días nuevos, días lisos y blancos, como películas de dibujos, todavía sin estrenar”. En este último caso es más que probable que el hipotético lector se lleve el libro a casa. La poesía, que al parecer nadie lee y mucho menos compra -aunque yo personalmente me resisto a creer que el panorama sea tan negro como lo pintan-, depende, es cierto, en su particular llamémosle guerra mercantil, y en mayor medida que cualquier otro género literario, de la casualidad, del golpe de suerte. No sólo hace falta que el lector anónimo elija tu libro entre otros muchos, que también, sino que además es necesario que dé exactamente con el poema o incluso con los versos que quiere leer en ese momento. Unas veces el milagro se produce, otras no, y la distancia entre una cosa y otra bien puede reducirse a un par de páginas.

Y todo esto a cuenta de qué, se estará ya preguntando el sufrido lector. Pues todo esto a cuenta de que sería una verdadera lástima que por un golpe de suerte –de mala suerte en este caso- se privasen ustedes de la lectura de este “De Inciertos Destinos”, último y esperado libro de Javier Alcibar (Bilbao, 1962), primorosamente editado por la editorial vitoriana Bassarai, y con el que se encontrarán cualquier tarde de éstas en su librería. Porque sucede que, salvo excepciones –y el breve poema que he reproducido en el inicio de este artículo es una de ellas-, la poesía de Javier Alcibar no es de las que se dejan leer fácilmente; para entendernos: no seduce a primera vista. Antes bien, los poema de este autor –y más aún si cabe los de este libro-, exigen, obligan casi al lector a una absoluta puesta a punto de sus capacidades intelectivas, porque de no ser así, de no dedicarles el tiempo y la atención que los mismos nos demandan, corremos el riesgo de quedarnos en la superficie, en el más o menos vistoso envoltorio, pero sin llegar siquiera a entrever el regalo del poema.

En “De Inciertos Destinos”, libro que hoy nos ocupa, y a lo largo de medio centenar de poemas –la mayoría breves, de carácter anafórico, en formato de parábola muchas veces, y en los que la ternura y la mirada sólo en apariencia ingenua funcionan como respiraderos a los que asomarse para recobrar el aliento y continuar-, el poeta, fiel a sus obsesiones y a su mundo, sin desviarse un verso del trayecto trazado, nos propone un viaje hacia las más intrincadas profundidades del alma, hacia nuestro fondo más oscuro y abisal, allí donde la luz de la razón nunca es bastante, allí donde la conciencia de nuestra finitud y endeble condición humana nos hace perder pie y nos adentra en el misterio. Yo respondo a un fuego de siglos con un instante de ceniza y a la masacre de mil hombres con los pies de un niño, dice en el poema Siembra, prodigio de economía verbal, declaración de intenciones –y no exclusivamente literarias-, y, sobre todo, ejemplo de lo que este autor es capaz de conseguir en lo que a la revitalización y puesta al día de las palabras (fuego, ceniza) más convencionalmente poéticas se refiere.

Pero insisto, no es un viaje de placer el recorrido por este libro; nadie pasará la última página, el último poema, con una sonrisa beatífica en los labios. Muy al contrario, es un viaje incómodo, difícil, arriesgado, pero del que en recompensa se regresa mucho más fuerte y más sabio, y con la sensación de haber vivido una experiencia –grandilocuencias aparte- si no única, sí diferente y memorable.

Javier Alcibar sorprendió a propios y a extraños con su primer y espléndido libro “El Baile de los Cojos”. Ahora, dos años después, éste “De Inciertos Destinos”, no hace sino confirmar las expectativas que los que leímos en su día aquella obra depositamos en su autor. A saber: que nos hallamos ante un poeta con un mundo un estilo propios, con una voz madura y personalísima, y, lo que resulta todavía más insólito entre los poetas, con ideas.