ISSN 1578-8644 | nº 35 - Enero 2003 | Contacto | Ultimo Luke
CREACION
"100 millas a Bosanova"
jaime garza

Nací en Monterrey, México. He publicado narrativa en diversos fanzines, revistas independientes y universitarias, páginas de Internet y suplementos culturales. Así como también crítica literaria y cinematográfica en diarios locales y semanarios. En México he publicado narrativa en Los Avengers fanzine -auspiciado por la Facultad de Psicología de la UNAM-, Valiant_1976 –revista de cultura alternativa-, Generación –en la edición dedicada a la literatura beat-, La vida breve –suplemento cultural para milenio.com-, Cigarros –revista editada por la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL-, Himen –tríptico de literatura erótica-, Voces de la primera imprenta –revista independiente-, y en muchos proyectos de difusión literaria, que por más que se enumeren, seguirán pareciendo lejanos y desconocidos. Estudié Ciencias de la Comunicación y soy autodidacta en esto de las letras.

-No hay próxima semana, Toby.
-Veré que puedo hacer.
-El dinero no es problema.
-El dinero siempre es un problema.
Titubeo y me hago el difícil. He tenido mal día y Doc me dejó plantado anoche y adoro verlo rogar y con esa miradilla asustada de quién va a perder una entrega para un cliente importante. Seguro un cantante de rock, una estrella de cine o algún militar retirado y aburrido que se ha terminado los leones de África y no le queda más que el acto de escapismo más espectacular del mundo.
-Sabes a lo que me refiero.
-En el café de la Zona Universitaria. A las tres en punto. Quiero el sesenta por ciento de la entrega.
-Sesenta y cinco, chico guapo.
Antes de irse metió su lengua dentro de mi boca y me acarició la mejilla con los dedos. Tenía las yemas duras y ásperas, llenas de callos y olían a cigarrillo. Doc se encarga de colocar el producto en las calles. Yo fabrico la materia prima y él a cambio me da dinero o deja que lo lleve al auto cinema y lo jodo por detrás en la función de medianoche mientras dan una película vieja en 35 milímetros. La última vez dieron Furia de titanes y no pude venirme porque Doc llevaba un pantalón a cuadros que odio y que le he dicho más de una vez que no lo vuelva a usar si quiere que lo joda por el culo. Anoche lo esperé hasta tarde en un café árabe y no se apareció nunca pero me comí tres blakawas y el estómago lo traía a reventar. Entonces anduve en auto por la avenida Central y recogí a un chico que dijo se llamaba Leo, quería ser actor de cine pero cuando le bajé los pantalones tenía la verga llena de moretes y le dije que no jodía con chicos con la plaga. Ya era muy tarde para irme a casa y me metí en un hotel con una botella de brandy y una caja de cigarrillos. Lloré toda la noche pensando en Rita, en el Cairo, en la bocina del televisor que susurra infomerciales. Cantaba canciones que nadie conoce y tenía la automática lista para un disparo.

La sala del aeropuerto se había llenado de gente. Todos se apretujaban alrededor de un par de chicas nórdicas que nunca había visto en mi vida. Les disparan con cámaras fotográficas y una VJ de la MTV les hace preguntas y ellas contestan con sonrisas y saludando a la cámara. Le pregunto a un guardia por el bar y el me dice que estoy pronunciando mal la palabra “bar” que suena como a “bomba” y que no lo vuelva a hacer porque puedo asustar a la gente. No sé de qué habla. Las chicas nórdicas me miran y sé que no las conozco y comienzo a sentirme paranoico. Salgo lo más rápido que puedo de ahí camino al bar del aeropuerto.
El bar se llama ARAÑA-13 y tiene un vidrio grande y transparente por donde se pueden ver despegar y aterrizar a los aviones y veo que tienen una turbina grande en la punta de la cola de donde les sale fuego como si fuera aquel batimóvil de la serie de los sesenta que piloteaba Adam West. Es hora de fabricar el producto. Llevo una maleta ejecutiva que pongo encima de una mesa del bar. Saco de la maleta una Lap-X150 cargada con un procesador de palabras con sensor neuronal aPx que está todavía en fase de prueba pero que puede procesar mil palabras por minuto de una fuente Nivel 10+. Yo soy una fuente Nivel 10+ y tengo que terminar una novela policíaca antes de las tres de la tarde y apenas pasa del mediodía. Hay tiempo de sobra y me lo tomo con calma, detalle que aprecian los clientes al leer páginas escritas con el detenimiento necesario para que el Acelerador_de_Experiencias_02 pueda procesar la historia sin fallas en la trama ni saltos en el tiempo. La mayoría experimenta con Shakespeare o cualquiera de los clásicos. La I.A. Cervantes que controla el mercado de narrativa sensorial ha borrado casi todas las fuentes Nivel 10+. Los agentes de control de inteligencias 10+ se dedican a rastrear y borrar a cualquiera que sea sospechoso de producir narrativa no autorizada. No hay sangre, ni balas, ni persecuciones en auto. Todo es tan rápido que para cuando te ha caído un agente encima ya lo has olvidado todo. Te fríen ese pequeño trozo de masa gris de donde salen las historias. Estás jodido de por vida. Así que los Nivel 10+ no tienen fama, no firman sus novelas, deben permanecer en las sombras sin dejar huella. No se deja rastro del talento. Como verán, las cosas no han cambiado mucho.
Hay lectores que quieren romper las reglas. Se han hartado de los clásicos y la poesía. Las fuentes no somos más que escritores renegados, rebeldes de la palabra, destructores de historias, aventureros con cigarrillo y fuera de la ley. Proveemos entretenimiento clandestino. La unidad de lectura es un hardware que se conecta directamente a la corteza cerebral mediante una perforación en la cabeza del ancho de un cabello. Al comenzar la carga de texto, un programa lector puede evocar en la mente del usuario todas las sensaciones escritas. El nivel de realidad depende de la disposición de la persona, como en los antiguos libros de tinta.
El trabajo se puede hacer a plena luz del día. Primero hay que asegurarse que no haya agentes cerca y se enciende un detector de radares de fuentes. Cuando parpadee CLEAN en letras verdes sobre la pantalla del detector, el área está despejada y se comienza el trabajo.
La nota de Doc decía: “Bisexuales, drogas y un asesino serial bastante apuesto”.
Me conecto a la Lap-X150 y corro el programa de dictado a distancia. La información fluye a través del aire y se guarda en el disco duro de la computadora.

Título del archivo: 100 millas a Bosanova.

Puedo escribir la novela mientras como un trozo de kiwi y bebo un té helado sin azúcar. Los aviones despegan. En la radio del bar suena Minha vida de Rita Lee y no puedo más que sentirme triste. Las canciones de los Beatles en portugués con la dulce voz de Rita me hacen sentir vulnerable, indefenso, como si en cualquier momento todos los aviones del mundo fueran a caernos encima. Cambio el té helado por un café negro e intento no llorar porque puedo amplificar -sin quererlo- la señal de actividad neuronal en un radio impensable y si eso sucede, en cualquier momento estaré rodeado de agentes y mi carrera literaria habrá terminado.

“Iba vestida de negro hasta los ojos y se llamaba Rita”. Era la primera frase de la novela. No pude evitarlo.

He terminado de escribir la novela y no he abierto la boca o movido uno solo de mis dedos. Adoro la tecnología. Tampoco me ha caído encima ningún agente lo cual celebro con un marlboro sin nicotina. Los aviones siguen cruzando el cielo o descansando en la pista de aterrizaje y se han ido las ganas de llorar. Tampoco nos han caído encima.

En una pantalla gigante de televisión transmiten el noticiario de las dos de la tarde. Agentes encubiertos han detenido a Marvin K. Heisser alias “Doc”. Homosexual y traficante de narrativa no autorizada. Pieza importante de una extensa red de fuentes Nivel 10+ -me pregunto por qué mencionan que Doc es homosexual y apuro el cigarrillo.
Doc es el primero en caer, después seguirán todos sus contactos. Doc no les interesa, saldrá libre en menos de una hora si da los nombres de sus proveedores. Apagué el cigarrillo en el cenicero de la mesita del bar. Agarré la maleta ejecutiva y metí la Lap dentro. Caminé despacio hasta la salida y fui, a la sala de baño del aeropuerto. Revisé todos los apartados abriendo la puerta, uno a uno. Di una patada a la pared y saqué la Lap de la maleta. Era como una cartera digital del tamaño de esos viejos vhs. La tiré al inodoro. Un chorro de agua la cubrió por completo, haciendo ruidos eléctricos, soltando burbujas y un humillo gris. Bye bye Rita, vestida de negro hasta los ojos y ahogada en un váter de aeropuerto.
Me lavé la cara con agua fría. En esos momentos, de seguro, los agentes aseguraban todas las salidas y vigilaban todas las puertas. Salí caminando del baño y pensé en todas las novelas policíacas que había escrito. Pensé en 100 millas a Bosanova y en que la escribí pensando en Rita, no Rita Lee, otra. La Rita de ojos negros que quería ser actriz o modelo. Alguna vez dijo que se conformaba con estar de moda. Se comía todos los magazines del mundo del espectáculo y alguna vez la encontré leyendo Desayuno en Tiffany’s, sentada en el sofá de cuero negro, fumando un Camel y tarareando el tema musical de un comercial de chocolates. Le dije ¿qué tal? y ella me dijo que necesitaba una secadora para el pelo y un anillo de diamantes. Ella esperaba todos los días en el sofá de cuero. Se había conseguido un viejo teléfono de disco y un agente. A la semana siguiente me dijo hasta luego, yo te escribo. No me lo dijo, lo escribió en una nota.

Ahora estoy caminando por el aeropuerto. Hay un cartel de película, iluminado por unos potentes cañones luz. En él está Rita, que ahora se llama Sasha y sostiene una pistola automática contra una de sus mejillas. La película es de la serie de 007. Pienso en la suerte que tiene de tener un arma y ser estrella de cine.

No soy como los personajes de mis libros. No hay pistolas escondidas en las sobaqueras ni putas que te saquen del apuro. Sólo hay un montón de gente sonriendo, niños pequeños con gorras de béisbol, pesimistas que dicen que el mundo se va a acabar y policías con pistolas y lentes oscuros. Y el recuerdo de Rita, que en momentos como este, es un estorbo.