ISSN 1578-8644 | nº 35 - Enero 2003 | Contacto | Ultimo Luke
Ahopetik
"Escuchar el silencio"
alfonso garcía de la torre

Muchas veces la idea que nos formamos del mundo que nos rodea se basa exclusivamente en el aspecto visual. Mientras tanto la aportación prestada al conocimiento por el resto de los sentidos pasa a un segundo plano y con frecuencia el tacto, el olor, el sabor o el sonido de las cosas son ignorados. Esto se traduce en que el significado del entorno está siempre condicionado al percibir solamente una parte de la realidad. Quisiera detenerme en el aspecto sonoro, en la vida que surge si escuchamos, si se presta atención a lo que se oye, en definitiva si sentimos.

Sospecho que resultaría arriesgado preguntarse qué es lo que se esconde detrás de un sonido cualquiera. En este caso se admite que la interpretación de la escucha está siempre llena de dudas, algo que no se hace con la imagen (dicen que una imagen vale más que mil palabras cuando a veces llega incluso a falsear la realidad). Estamos inmersos en la subjetividad de la percepción y la ayuda que ofrece la audición es inmensa. Al mismo tiempo, el mundo sonoro depara numerosas sorpresas y ofrece una oportunidad única para dejar volar la imaginación, proyectándola en múltiples direcciones. Es como si el sonido configurase el cuento en el que vivimos influyendo decisivamente en su desarrollo.

Disponemos a nuestro alrededor de un gran paisaje sonoro en constante transformación. Al nacer poseemos un extraordinario potencial para captar y asimilar este paisaje. Por desgracia nuestra cultura occidental lo va erosionando, volviéndonos incapaces de interpretar el espacio y el tiempo. Difícil encontrar niños que permanezcan durante escasos minutos simplemente escuchando sin ver. Enseguida se impacientan ante la falta de estímulos visuales que complementen la experiencia sonora. Esta situación se repite cuando el adulto sigue mostrando, de otra forma, la misma inquietud y ansiedad. ¿Cuestión de educación auditiva?, ¿falta de interés?, ¿escasa formación musical?... Para algunos es imposible disfrutar viendo crecer la hierba y no digamos si de lo que se trata es oírla.

Está en nuestra mano educar el oído. Observar y experimentar. Allá van unas cuantas propuestas.
- La tecnología actual facilita aparatos electrónicos capaces de grabar y reproducir el sonido con gran calidad. Esta es una buena forma de captar y analizar los sonidos que flotan a nuestro alrededor. El primer paso sería grabar nuestra propia voz. El cambio en la perspectiva de la audición provoca no reconocerla: “ese no soy yo”. Más adelante practicar un nuevo hobby: coleccionista de sonidos.
- Un buen cuentacuentos es sabedor del poder que posee el sonido para potenciar la narración: cambios de registro en las voces de los protagonistas, efectos especiales, silencios premeditados, etc. Eso sí, tal vez sea imprescindible buscar el ambiente, el cuento y el niño apropiados.
- Escuchar íntegramente el último disco que hemos comprado. No sirve hacer entretanto otra actividad como leer (a excepción de la partitura, si es que existe), trabajar, conducir, comer,... Simplemente estar sentado en el sofá sin las distracciones habituales como echar la siesta o esa repentina preocupación por la cantidad de polvo acumulada en el equipo hi-fi.
- Silbar una canción, cantar, tararear, llevar el ritmo,... Por ejemplo, la ducha es un sitio idóneo debido a las reflexiones del sonido en el alicatado. Existen otros lugares maravillosos y siempre hay que probarse a uno mismo, sacar a la luz ese pedazo de artista que llevas dentro. Y si eres pedacito por lo menos te desahogas un rato.
- Después de haber jugado con el patito de goma en un relajante baño de espuma realizar una inmersión. Breve tapón en los oídos y una agradable sensación de aislamiento. Si nos gusta bucear en espacios subacuáticos más amplios escuchar los sonidos que contienen.
- La luz artificial de las ciudades no permite ver el cielo nocturno estrellado. De la misma forma no es posible percibir el sonido en la distancia debido a la constante contaminación acústica del tráfico urbano. Intentaremos escuchar sonidos lejanos de la ciudad en el momento apropiado, normalmente en día laborable, con nocturnidad y alevosía. Otra historia sería si afortunadamente vivimos en el campo: los cencerros de un rebaño en el valle, la tormenta que se aleja, el riachuelo, etc. Se escucha hasta el respirar de la propia casa.
- La naturaleza provoca situaciones propicias en las que intervienen sonidos heterogéneos, por ejemplo, relacionados con los cuatro elementos: agua, aire, fuego y tierra. (las olas del mar, la corriente de un río, el crepitar de una hoguera, las hojas de un árbol mecidas por el viento, nuestras pisadas en la hierba, etc.)
- Si guardamos un buen recuerdo de algo, que este se mantenga vivo tanto por su imagen como por su sonido. Cuestión de fijarse e intentar memorizarlos.
- Buscar el silencio, escucharlo y disfrutarlo. Misión imposible pero al menos lo habremos intentado.