ISSN 1578-8644 | nº 45 - Diciembre 2003 | Contacto | Ultimo Luke
La quinta columna
"Las aventuras amorosas del valeroso soldado Pepín"
luis arturo hernández

A propósito de Lecciones de baile para mayores, de Bohumil Hrabal, Ed. Metáfora, 2003

Versión definitiva, ésta, de Lecciones de baile para adultos y alumnos adelantados (Praga, 1964), que invalida la edición “pirata” del manuscrito -publicado por Península- con el título de Las desventuras del viejo Werther (1946) –y precedida por un prólogo del 81 del propio Hrabal que correspondía a una edición posterior de Lecciones-, proto-Lecciones que habían de pasar por siete revisiones hasta su edición definitiva en 1964.

Este “cuento largo” bien pudiera constituir el paradigma de la estética de lo grotesco cultivada por Hrabal, en la medida en que el monólogo del zapatero Jozef –el tío Pepín del autor-, en su fragmentarismo, va remendando los retales de unas memorias –“¡qué memoria la mía!¿verdad?”- remedadas por el autor, transcribiendo “atestados” de su tío –“Era el parlanchín número uno, mi musa, un narrador sin igual, no sólo superior a mí, sino a todo lo que he escuchado nunca”, confesaba Hrabal-, con un canto verborreico y vitalista al erotismo, bajo los preceptos del opúsculo “De la vida sexual sana” de Batista y su admiración por el canon femenino del arte del Renacimiento Europeo, incardinado en un rabelesiano sentido del humor que lo lleva a relativizar por igual eros y thanatos.

AL (PUNTA)PIE DE LA HORCA

Esta “degradación” de lo trágico a lo cómico en un “libro de los amores ridículos” y la exaltación de lo ínfimo hasta lo sublime que lo lleva a salir “triunfador” de la vida en el recuerdo, supera la risa y el llanto de lo “tragicómico” –“fue un esperpento”, pág. 98-, con el regocijo carnavalesco del “humor de horca” checo. Y así, “detrás de la estación vivía un tal Kaura: de noche se dedicaba a robar y de día a remendar zapatos, su mujer era alemana, pero como ella no sabía robar, de la vergüenza que le daba, el tal Kaura se ahorcó en el desván de su casa”; o también, “se dan casos en que una mujer le dice al marido: ‘¡Oye, papi! A ti te sentaría bien un buen hachazo’, y él la reconviene: ‘Pimplas demasiado, mami, y te voy a desgarrar esos sucios morros con un gancho’, ...”. El amor y la muerte abrazados en una carcajada –“todos los ahorcados mueren empalmados-, lo ridículo y lo patético confundidos en la misma carne–“pensando en que Smetana no fue un señor sino un mandado y que, cuando finalmente murió allí, en su Jabkenice natal, usaron las dos maletas de partituras que había legado para envolver las salchichas (...) lo mismo que Dvorák, que fue aprendiz de carnicero”-, en ese ensartado de chascarrillos y consejas, cuentos populares y ocurrencias del tío Jozef que no se olvida, en el mundo al revés del Carnaval, de la Iglesia ni de sus ministros, irreverente y anticlerical –pags. 30-32-, socarrón hacia el Dogma y la teología, pero compasivo hacia el sacrificio y el dolor –“ya ven, María Magdalena, aunque de oficio fue ramera en un bar, logró, no obstante, la santidad y conquistó popularidad en el cielo y no traicionó a Cristo; con su propio cabello limpió su sangre y él, pobrecito, clavado en la cruz por haber predicado a favor del progreso social y que todas las personas fueran iguales”, precursor del Socialismo-.


Dibujo: Josef Lada

LECCIONES DE BAILE (DE DISFRACES) PARA MAYORES

Pero si algo tienen estas Lecciones que las identifica -de hoz y coz- con el estilo de lo grotesco carnavalesco tal y como lo ha desarrollado Mijail Bajtin es la escatología, del Más Allá al más acá de las aguas mayores y menores de la “alegre materia” –“y aquel pobre soldado estaba en cuclillas en la cuneta con el correaje al cuello, y el general Zelikowski se bajó del caballo y se puso a gritar: ‘¡Qué ejército tan cagado, hijos de puta, hijos de mierda!’”-, y el regocijante despedazamiento del cuerpo del humor negro –“y un listo le puso una granada auténtica en lugar de las de fogueo y cuando volvimos a tirar, ¡bum!, ésta le arrancó la mano, y la mano salió despedida por la ventana y le dio un bofetón al comandante Tonser, que justamente pasaba a caballo saludando”-, en un ejercicio de nostalgia que evoca el decrépito Imperio Austro-húngaro –“el ejército más hermoso del mundo”- como un desfile de disfraces de Carnaval,,donde se hace gala del proverbial empleo inadecuado de los objetos –“dos generales de esos, tocados con unos yelmos dorados que parecían bacinillas rematadas por un pico con unos chirimbolos en la punta, como los que antiguamente llevaban los muebles de cocina”- por parte de este Jozef –nombre propio, tan común que sirve desde el Emperador hasta el último súbdito del Imperio bicéfalo y homónimo del soldado Josef Svejk-, soldado borrachín -caballero de la orden de malta (de cerveza)- que narra sus fanfarronadas bélicas de tira cómica y zapatero parlanchín nostálgico de la artesanía, de la elegancia y del trabajo bien hecho, a la vez que no deja de dar puntada sin hilo a las lacras del zurcido y remendado Imperio –“A mi tío Pepe todo le parecía hermoso, incluso las imágenes más atroces de la guerra tenían ante sus ojos el esplendor del rostro de una mucha”, confesaba Bohumil Hrabal-.

EL SUEÑO DE UNA TARDE DE PRIMAVERA

Y ese monólogo –con monóculo- del pábitel checo, charlatán de cervecería y lunático “palabrista”, estructurado con arreglo al fluir de conciencia con técnica surrealista –y no es de extrañar que “El libro de los sueños” de Anna Nováková sea su libro de cabecera-, siguiendo el modelo de los rollages del artista plástico checo y amigo del autor J. Kolár –kolárges-, que hilvana con motivos recurrentes como el general Zelikowski o el poeta Bondy las lagunas de la memoria provocadas por la falta de riego, trayendo a colación de las lecciones a los anuncios de lociones de estilo Art Nouveau, y traspasa con la lezna de los paréntesis –parentéticos o incisivos, pero muy incisivos-, tiene como destinatario una “señorita” –Kamila- que se abre al plural de las “señoritas” evocadas a lo largo de una vida de galanteador –si no don Juan, sí don José-, hecha de canciones y danzas al compás del gramófono y de interpretaciones teatrales de dioramas o cuadros vivos –el propio Hrabal fue maquinista de teatro durante esos años-, un objeto de deseo de quien acaba recibiendo como galardón a la labia de sus “sueños de un seductor” –“mi tío Pepe no sabía mentir ni fingir”, declaraba Hrabal- la contemplación de “toda la belleza del mundo” –por decirlo con palabras del poeta J. Seifert- en la chica recolectora de fruta -y no “una bella joven que toma el sol placidamente en la playa”, como afirma la contra-cubierta-, en un Epílogo donde el autor -narrador en tercera persona- se distancia para mirar en el atardecer a un viejo crepuscular, en el éxtasis -de la sintaxis- de “un anciano al que le falla la memoria”, y al que se le hace la boca licor de cerezas ante el símbolo de Renacimiento de las cerezas frente a una visión senil –de los senos de Kamila y de su propia senectud-. Porque, como asegura Jozef, “el mundo sigue siendo muy hermoso, no quiero decir que lo sea, pero así es como lo veo yo, igual que lo veía Puskin”.

VAYA PAR DE IDIOTAS o UN PAR DE TONTOS EN APUROS

Y es que este anciano “a quien las mujeres solían tomar el pelo y reírse de él”, hijo sin hijos y hedonista soltero empedernido, “calavera” –enamoradizo cercano a la sepultura- “magnífico e ingenuo” –como lo describía su sobrino-, y a quien tomaban las gentes por “simple o loco”, está muy cerca del prototipo del idiota que inmortaliza en la literatura eslava, -y más allá del idiota (que se hace el idiota) Svejk-, Dostoievski con su príncipe Mishkin –por su bondad extrema, sensibilidad enfermiza y espíritu caballeresco-, como lo corrobora, en testimonio del propio Hrabal, la respuesta habitual “a la pregunta: Tío Pepe, ¿qué le gustaría ser?” y “él contestaba sin pensárselo dos veces: Epiléptico”. Pues, como afirma el mismo Jozef, “la opinión mundial está regida por idiotas y borrachos”.


Dibujo: Josef Lada