ISSN 1578-8644 | nº 45 - Diciembre 2003 | Contacto | Ultimo Luke
Apuntes al natural
"Otoño eterno"

joel lópez astorkiza

“...La esperanza es una puta que va vestida de verde...”
Suburbano.

Hoy no voy a llorar. Voy a secarme las lágrimas con el puño de la camisa y me voy a sorber los mocos como un niño después de la rabieta. Hace frío y me dan ganas de salir a la calle y pasear horas y horas por la ciudad, mientras las mejillas se sonrosan y el viento seco y traicionero empieza a doler en unas sienes que soportan la mediocridad del momento en el que vivo.

La mayor parte de los días de Otoño que miro al cielo lo veo gris y a punto de estallar. Y me veo a mí, en un terreno indeterminado, cenagoso, brumoso y gris. Un lugar donde no pasa nada. Donde lo que ha pasado son recuerdos cada vez más vagos y lo que pasará son sueños cada vez más sueños. En este limbo gris, donde todos los días son iguales, homogeneos, tristes y estériles, siempre hay un motor que, aunque quejoso y a veces malherido, hace mover mi vida. Se trata de algo tan abstracto pero ahora tan concreto y necesario para mí. La Esperanza. No me queda otra cosa.

Me despierto con la esperanza de que este día cambie algo mi vida. Trabajo, lo pretendo, lo intento y me canso. Enciendo la televisión con la esperanza de no encontrar lo mismo que ayer vi y lo que mañana volveré a ver. Porque lo veré. Me miro al espejo con la esperanza de pensar que esto es sólo un bache, que ya vendrán otros tiempos, que yo valgo y a la larga alguien se dará cuenta. Y si no valgo, y si estoy esperando algo que no va a llegar porque simplemente no tiene porqué llegar.

Soy consciente que con la esperanza sentada en un sillón esperando que las cosas cambien no se va a solucionar ni cambiar nada. Lo sé. Es verdad. Miles de veces he pensado (y supongo que en realidad lo pienso) que sin gritar, sin luchar, sin defenderse e incluso sin atacar no vamos a modificar nada que queramos sea diferente. Pero si tras cada grito, cada lucha, detrás de cada defensa numantina o ataque troyano hay una bofetada de realidad o una patada de autoridad, no es lícito sentarse en un sillón y esperar a que sean otros los que se partan la cara?, ¿no es lícito descansar y esperar a que las cosas cambien?, ¿no es lícito dudar de todos lo que te animan a seguir? ¿no es lícito al menos pensar en rendirse?.

Decir que no soy el único que vive en un Otoño frío y gris más largo de lo habitual es un consuelo de tontos. Pero es un consuelo al fin y al cabo. Y en estos días tan ásperos y duros donde unas caricias valen dinero y donde los abrazos escasean porque cada vez hay más, un consuelo por tonto que sea siempre es bienvenido y agradable.