ISSN 1578-8644 | nº 45 - Diciembre 2003 | Contacto | Ultimo Luke
CINE:
Sueños en la caverna
"Eastwood o el sentido de la violencia
"
alex oviedo

Eugène Ionesco

Eugène Ionesco

Eugène Ionesco

Desde hace unos años las películas de Clint Eastwood conservan un hermoso regusto a clasicismo, sus personajes se mueven en esa línea que los hace redondos, llenos de matices, y sus historias plantean situaciones tan humanas como la vida, argumentos capaces de hacernos reflexionar varias horas después de haber visto la película. Si a esto le añadimos un poderoso control de la cámara y un tratamiento perfecto de los actores, comprenderemos que nos encontramos ante uno de los mejores directores del momento.

Como director, Eastwood intercala trabajos personales con otros de corte más comercial. Muchos de los primeros tienen la violencia como eje argumental. Fue así en esa gran película que es “Sin perdón” y que le encumbró definitivamente a los altares del reconocimiento. Posteriormente volvió a plantear el tema en títulos como “Un mundo perfecto” (una película al servicio de Kevin Costner, y sin duda alguna uno de los mejores trabajos del actor, lo que muestra que Eastwood es capaz de lograr que sus actores se contengan y saquen lo mejor de sí mismos); “Medianoche en el jardín del bien y del mal” (un retrato minucioso de las complejidades de la sociedad americana) o “Ejecución inminente” (una película intensa, comprometida y dura, lamentablemente edulcorada por un final de compromiso). Entre estas películas en las que la génesis de la violencia corre paralela a la razón de su existencia, Eastwood ha intercalado pequeñas joyas en las que revisa su propia condición de mito con el paso de los años marcado en su rostro. Emocionantes retratos sobre la pareja (“Los puentes de Madison”, uno de los títulos más románticos filmados en los últimos veinte años) o agudas reflexiones sobre la edad y el tiempo (“Space cowboys”, “En la línea de fuego”, “Poder absoluto”, etc).

Algunas de las estas películas han adquirido ya el rango de obra maestra (“Sin perdón”, “Los puentes de Madison”, “Bird”); otras se mantienen en esa frontera que separa una gran obra de una película correcta (“Medianoche en el jardín del bien y del mal”, “Ejecución inminente”). “Mystic River”, último trabajo del director americano, pertenece a las primeras.

En “Mystic River”, Eastwood sitúa la violencia como exponente para crear una película capaz de llevarnos no sólo al esclarecimiento de un brutal crimen sino también a reflejar sin tapujos las circunstancias que convierten al hombre en un animal violento. Hay en “Mistic River” un agudo desmenuzamiento de los personajes, de sus vidas, de sus razones para moverse y existir; hay un hilo conductor que nos conduce con pulso firme hacia el desenlace, sin escenas gratuitas, sin momentos desperdiciados. Cada segundo, cada plano de esta genial descripción de la condición humana está narrado con valentía y sabiduría. Seres humanos llenos de recovecos, contradicciones y miedos, personas cercanas, dispuestas de improviso en una situación extrema que les hará sacar lo peor que tenemos como individuos para acabar sumidas en una profunda ley del silencio.