Sección: OPINION
Serie: ---
Título:
Augurios del tiempo que no existe
Autor: Enrike Gutiérrez Ordorika
e-mail: enrike@espacioluke.com

nº 32 - Octubre

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Como el ave de la mitología irlandesa que está en dos lugares al mismo tiempo, nuestra imaginación recrea fragmentos del mundo actual y otros del que vendrá después de él, bebe tanto de la memoria como de la premonición, se aventura tanto en lo efímero como en lo aparentemente eterno. Por eso, como cualquier otro arte, la literatura se enfrenta a las invencibles paradojas del tiempo, consciente de que la realidad viaja en un fugaz presente inasible y de que los destellos de la narración provienen de la sublimación de un pasado horadado por el olvido, ese poderoso sembrador de extrañezas que nos permite soñar futuros, augurios de tiempos que no existen.

Los libros inolvidables son aquellos que invierten los roles de la lectura, los que pasan de ser textos que leemos a lectores que nos convierten en materia de lo leído. Y es que en el descubrir, lo decisivo no es la novedad sino el emerger de lo que ya estaba en nosotros y sin embargo permanecía oculto. Como decía Ernest Bloch "el carácter esencial de la literatura es tratar lo todavía no manifestado como existente". De ahí que, de algún modo, lo literario siempre acontece en el futuro.

Así, un lector tan perspicaz como Walter benjamín sostenía que las calles parisinas de los poemas de Baudelaire, al igual que los personajes de Dostoyevski, no comenzaron a existir antes de 1900, varios años después de que la intuición de esos autores los mostraran en sus escritos. Algo parecido viene a ilustrar Primo Levi cuando decía que él temía a Kafka como el profeta que te anunciará el día de la muerte. En El proceso, descubre Primo Levi una intuición precoz de esa abyecta maquinaria de la muerte que desembocaría en el horror del Lager, un infierno al que Levi sobrevivió pero en el que perecieron las hermanas de Kafka.

El futuro, además, como tiempo literario no es una elección voluntaria. No deja de resultar paradójico en este sentido que en el subgénero de la ciencia-ficción, en el que esta elección, aparentemente, parece un obligado apriorismo, por detrás de los ornamentos futuristas lo que prevalece casi siempre es un relato antiutópico. Ni Nosotros de Zamiatin, ni Un mundo feliz de Huxley o 1984 de Orwell son imágenes del porvenir sino terribles sátiras sociales de realidades manifiestas.

Sobre esto, viene a resultar casi definitorio el título, Esperando al año pasado, que puso a uno de sus libros Philip K. Dick, uno de lo maestros del género. A&Mac250;n desconocemos si algún día los androides soñarán con ovejas eléctricas, pero la literatura no es ninguna nave para astronautas que quieren jugar a dioses sino una herramienta para intentar rescatar de las distorsiones del tiempo algunos destellos de la estrella fugaz que ilumina este breve sueño en que somos.