Sección: LITERATURA
Serie: Perfiles
Título:
Miguel Torga
Autor: Blanca Gago
e-mail: bgago@experta.com

nº 33 - Noviembre

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El nombre de Miguel Torga (1907-1995) se asocia a la conciencia de Portugal, un país vecino pero injustamente ignorado por parte de la literatura española del siglo XX. Seudónimo de Adolfo Correia da Rocha, el autor eligió llamarse Miguel, por devoción a Cervantes y Unamuno, y para guardar fidelidad a su nombre se mostró inflexible en sus principios de escritor y de hombre a lo largo de toda su vida: costeó todas las ediciones de sus obras para evitar presiones editoriales, rechazó fama y honores de un público ya rendido en 1941 con la publicación de Contos da Montanha, sufrió la cárcel y otros castigos por subversión durante el régimen de Salazar...Su filosofía es la de un pueblo que busca sus raíces en la tierra sin perder la rebeldía y la individualidad. Para Miguel Torga, lo importante es “resistir la vida en cuerpo y alma. Que nuestra muerte sea una cruel infamia, no una cobardía”.

San Martinho de Anta, lugar de nacimiento del autor, pertenece a la comarca de Tras-os-Montes, al norte de Portugal, la zona más pobre, dura y aislada del país. Desde allí, y más tarde en Coimbra, donde estudió y ejerció la medicina durante gran parte de su vida, Miguel Torga supo convertirse en una figura determinante de su país a nivel literario y cívico, y al mismo tiempo proyectar su autenticidad hasta ser considerado un autor universal, “un Montaigne sano y salvo”, como lo describió el crítico francés Pierre Vieilletet.

Esta autenticidad se respira tanto en su poesía, desde Ansiedade (1928) hasta Poemas Ibéricos (1965) y después intercalada en todos sus Diarios, como en su prosa, cuya obra cumbre está formada por los dieciséis volúmenes del Diario (1941-1995). En ambos géneros desarrolló un estilo marcadamente personal, muy sensible al arraigamiento del hombre en el entorno, su relación con el mundo en lucha o armonía, su responsabilidad ante sí mismo y los demás. Los personajes de Contos da Montanha (1941) y Novos contos da Montanha (1944) son un gran ejemplo de los valores literarios y vitales de Torga: gentes duras, valientes, que aceptan la vida tal cual es y actúan en consecuencia. Gentes extraídas del entorno trasmontano sin cuya presencia física el autor no podía ejercer de escritor, por esa razón rechazó siempre la posibilidad del exilio. La firmeza de voluntad es otro de los rasgos más sobresalientes de sus textos y de sí mismo, que se manifiesta incluso como argumento a sus dudas sobre la existencia de Dios: “un verdadero creador no descansa el séptimo día”.

La autenticidad y la enorme riqueza de su obra lo convirtieron poco a poco en una figura nacional varias veces nominada para el Premio Nobel, que finalmente no consiguió. Las pocas traducciones que se hicieron en vida de su obra permitieron a un cierto número de lectores europeos acceder a la reencarnación del poeta mítico, que celebra con su canto las fuerzas universales y a la vez muestra una abrupta y constante rebeldía con signos evidentes de contradicción que cuestiona profundamente al hombre y a todo lo que lo rodea. Miguel Torga se describió a sí mismo como “un prisionero irremediable de una cárcel con valores tan arraigados en mi fisiología que, sin ellos, sería un cadáver”. Es el espíritu poético del fado, y de hecho varios cantantes portugueses han musicado sus poemas, que hablan de la libertad sólo accesible desde nosotros mismos, la saudade que provoca una imagen o una luz...sentimientos universales de una pureza extrema escritos por un hombre que, ante todo, se mantuvo fiel a sí mismo y a todos los hombres.

Miguel Torga