Sección: LITERATURA
Serie: Paseos desde Praga
Título:
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Autor: Elena Buixaderas
e-mail: buixader@fzu.cz

nº 33 - Noviembre

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A las ciudades, como a las personas, se las lleva en el corazón donde quiera que se vaya. Tienen una existencia ajena a nosotros que no podemos controlar. Su encrucijada interior es demasiado inmensa, desborda. Tantas calles, tantas vidas, tantas historias que nadie cuenta...

Sin embargo, podemos llevarnos una parte, elegida cuidadosa e inconscientemente, donde quiera que vayamos; en forma de recuerdos, de imágenes, de olores, de sensaciones, de personas que viven en ella y que ahora no están con nosotros...

¿Qué se lleva uno de Praga cuando está lejos? Tal vez el puente de Carlos, la isla de Kampa, la plaza de la ciudad vieja, la torre del reloj astronómico. Tantas fotografías y postales recorren el mundo con estas imágenes, que a veces parece como si no existiera otra ciudad.

Pero existe. Arrinconada para los turistas es la verdadera ciudad para más de un millón de precipitados habitantes. Una pequeña calle en Bila Hora con sus casas unifamiliares y sus jardines repletos ahora de hojarasca; el bosque de la Estrella, donde he dejado mis pasos en todas las estaciones del año, con centenarios robles en los paseos principales cubiertos de nudos y líquenes, con ardillas huidizas saltando en busca de frutos secos; la parada del tranvía de Maly brevnov, sin marquesina y en la que siempre sopla el viento encallejonado por la carretera que viene desde Karlovy Vary. Cerca de un pequeño parque, a su orilla, hay una pequeña casa tan vieja y en tal mal estado que sorprende que alguien habite en ella. En su jardín abandonado gandulean un montón de gatos, decenas de ojos felinos desconfiados, amarillos, verdosos, grisáceos o azulados. Esos gatos, esas pupilas como rendijas se han venido conmigo en este viaje. Y ellos incautos ni siquiera lo saben.