Sección: ARTE
Serie: Simulaciones
Título:
Las curvas más bellas del mundo
Autor: Alberto Vázquez
e-mail: info@espacioluke.com

nº 33 - Noviembre

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Hace unos años, cuando el Museo Guggenheim se estaba construyendo, algunos que mantenemos cierto interés por la tecnología aplicada al desarrollo del arte, nos preguntábamos qué tipo de software habría utilizado Frank Gehry para dibujar las espléndidas curvas de su edificio. La prensa especuló al respecto y concluyó, con la rigurosidad propia de los periodistas de provincias y provincianos (no necesariamente son sinónimos), que se trababa de un software muy caro y capaz de trazar curvas complejísimas jamás antes imaginadas por intelecto humano.

El software en cuestión se llama Catia, y es, ciertamente, capaz de hacer cosas asombrosas con una curva. Digamos, por resumir, que describe curvas que, de otra forma, sería imposible trazar o, cuanto menos, enormemente laborioso. Cosas de la tecnología.

Pero quiero aquí, desde el recogimiento de esta pequeña columna, llamar a ustedes la atención sobre un artista que, muchas décadas antes que Gehry, ya era capaz de describir curvas llenas de belleza. Esas mismas curvas que me he permitido denominar como las más bellas del mundo. Quede dicho con total sinceridad y admiración.

Este artista, hombre cabal, inteligente y sensible, fue Josep Llorens Artigas (Barcelona, 1892 - Barcelona, 1980), probablemente el ceramista más notable que el siglo pasado dio a Europa. Contemporáneo, a la vez que amigo y colaborador, de Joan Miró, fue el responsable, entre otras muchas cosas, de la introducción del gres en España. Con voz callada y constante, Artigas se dedicó a levantar, desde su torno de alfarero, las curvas más perfectas jamás concebidas. Quienes hayan contemplado alguna vez un jarrón del artista barcelonés, sabrán de qué hablo. Y quienes no, corran, por favor, a hacerlo cuanto antes.

Los procesos, humilde hasta la saciedad uno, altivo y sobresaliente el otro, guardan similitudes más que aparentes: en ambos casos se trata de levantar una construcción a base curvas conmovedoras. Desde el tono de alfarero, con paciencia y oficio, Artigas nos enseñó una lección fuera de toda duda: la belleza utiliza a la sensibilidad como materia prima indispensable. El resto, es siempre accesorio. Artigas lo sabía. Gehry, estoy seguro, también lo sabe.